Esa reacción inicial le confirma a la Hermana Rosemarie “que ellos son unos seres humanos con unos sentimientos preciosos que, lamentablemente por experiencias que han tenido que pasar, han sido opacados, pero están dentro de ellos”. “Solamente necesitan un poquito de oportunidades para poder sacar esa belleza, esa sensitividad, esa preocupación por otros que tanto tiempo han tenido opacados por la adicción”.
Pero limpiar la Avenida Constitución, que conecta a Puerta de Tierra con el Viejo San Juan, no fue suficiente ni para la Hermana Rosemarie ni para los participantes del Hogar. Una vez completadas las tareas de limpieza y remoción de escombros, la necesidad les llevó a expandir servicios. Crearon un Centro de Acopio y Distribución con artículos de primera necesidad y, eventualmente, hasta de construcción y además coordinaron brigadas integradas por participantes, empleados y voluntarios. Así, desde la capital, impactaron 33 municipios. El saldo fue mejor de lo que imaginaron: 6,829 personas servidas y 20 voluntarios que regresaban a colaborar.
“Estas labores de servicio hacían una diferencia grandísima en ellos”, insiste la fundadora y líder del Hogar sobre los residentes. “Ellos expresaban hasta con lágrimas que no se esperaban lo que habían encontrado. Por ejemplo, cuando fueron a llevar cosas a la isla en sitios que habían sufrido grandemente, la gente le expresaba que no le importaba lo que le traían, lo que les importaba era que se habían acordado de ellos. Eso les traía lágrimas a sus ojos porque el adicto sufre mucho y en ese sufrimiento no se dan cuenta de que otros seres humanos, que no son adictos, sufren y necesitan, al igual que ellos, ayuda”.
“Les transformó en vez de estar viendo qué pueden recibir, que lo que verdaderamente trae paz y felicidad es el yo dar a otros que necesitan”, resumió Hermana Rosemarie.
“Ahora hay más conciencia de eso de que necesitamos unirnos como pueblo en ese amor y poner al lado las diferencias, que es cuando nos unimos que sentimos una alegría, aunque sea en pobreza, aunque sea en necesidad”. |
Los programas y servicios de la organización están dirigidos a apoyar a las personas que acuden voluntariamente a dejar la adicción a drogas y alcohol que los ha mantenido, a veces por años, viviendo en la miseria, deambulando sin hogar. La reinserción es encaminada mediante oportunidades de empleo, vivienda transitoria, desintoxicación incluso con componentes naturales, alimentación, cine-foro, educación en destrezas, valores de vida y laborales, oportunidades de empleo o seguimiento estabilizador, entre otros apoyos.
En medio de todo ese proceso de reinserción, exponerse a una vivencia crítica como la que trajo el huracán María permitió a los residentes del Hogar del Buen Pastor –y a todos los que aquí estuvimos en esa época- diferenciar lo duradero de lo efímero.
“Ahora hay más conciencia de eso de que necesitamos unirnos como pueblo en ese amor y poner al lado las diferencias, que es cuando nos unimos que sentimos una alegría, aunque sea en pobreza, aunque sea en necesidad. Eso trae una alegría y una paz que no lo puede traer el dinero, que no lo puede traer el lujo, no lo puede traer más nada. Y yo creo que ha sido una experiencia de eso para muchas personas el parar y examinar a qué le hemos estado dando importancia y a qué le debemos dar importancia”, acabó Hermana Rosemarie.
Para quien lleva años viviendo en la calle, la oportunidad de abrazar, aceptar y acoger a otras personas necesitadas se tornó en una satisfacción inolvidable y en una motivación a largo plazo. Esos fueron los momentos bonitos que dejó María.
Fotos: Alberto Bartolomei