Estudiantes enseñando estudiantes ha sido la novedad a lo largo de la mañana; los niños observan a los jóvenes con admiración, estos les devuelven miradas y gestos de complicidad. El encuentro que busca sensibilizar ambas partes con posibilidades de vida distintas lo ha viabilizado el proyecto Ciudadanía Activa PR de la Fundación Ángel Ramos que, en este caso en alianza con la UMET, persigue fortalecer el compromiso del voluntariado entre la juventud del país. El programa FYJIS acoge universitarios de nuevo ingreso en la UMET y, entre sus cursos preparatorios de vida universitaria, aprenden sobre el impacto del servicio.
No solo hay estudiantes de FYJIS en esta escuela elemental que atiende alumnos de primero, segundo y tercer nivel. De forma simultánea, otros realizan una labor similar en la escuela Fray Bartolomé de las Casas, en la zona de Las Casas. Entre ambos planteles hay casi un centenar de universitarios voluntarios en el proyecto de ese día.
La profesora Jackeline Vázquez, una de las mentoras del programa FYJIS, explica que expusieron a sus alumnos a la presentación de liderazgo y voluntariado del proyecto Ciudadanía Activa PR. “Luego de explicarle los conceptos ahora lo aplicamos fuera de la universidad, ellos estudiaron la teoría y ahora están en la práctica”, dice Vázquez acompañada de algunos de los ocho colegas que componen la facultad como la profesora Maribel Pérez Pietri y el profesor José Rodríguez.
Además, les acompañan Griselle Domenech y Leyda Soto de la oficina de Vice Rectoría y Retención de la UMET.
Estudiantes de taller 1, en el que la media de edad es 9 años, disfrutan del teatro de títeres que presentan los universitarios.
“Es importante para los niños pequeños saber que la universidad no solamente es un lugar donde van adultos a estudiar, sino que la universidad llega donde ellos también”. |
Estela Asencio, maestra del grupo, afirma que los alumnos están contentos. “Es el cambio de rutina, la sensación de que la escuela no es simplemente llegar y hacer trabajo académico, sino que también vamos a trabajar el arte. Lo de ver las obras es bien bueno porque últimamente no hay tantas oportunidades de ir al teatro, así que eso me parece que es genial para ellos”, dice Asencio.
Asencio considera que sus estudiantes también ganan otras experiencias en el proceso. “Me parece una muy buena idea porque, primero, ellos van a llevar una experiencia grata que van a recordar en el tiempo y, segundo, es importante para los niños pequeños saber que la universidad no solamente es un lugar donde van adultos a estudiar, sino que la universidad llega donde ellos también”, puntualizó Asencio.
El profesor José Antonio Rodríguez, de la UMET, supervisa la labor de los jóvenes mientras presentan la obra teatral “Caperucita rosa y las tres ovejitas”. Le agrada la iniciativa de inmersión porque “los estudiantes tienden a asimilar más la oportunidad de aprendizaje”.
“Este tipo de talleres hace que los estudiantes maduren su conocimiento no solamente a niveles teóricos sino prácticos. Estos jóvenes vienen de escuela superior y al decirle ‘¿quieres participar?’, inmediatamente levantan la mano y dicen ‘sí queremos’. Eso nos ayuda”, asegura el profesor Rodríguez.
Con 19 años, la estudiante “prepa” Paola Michelle Zorrilla Jerez comparte con los niños sentada en el suelo y luego les hace preguntas sobre el contenido de la obra teatral. Estudia Ciencias de enfermería y viene del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en Puerto Nuevo.
“Esto es algo nuevo”, dice Zorrilla, “estoy aprendiendo cómo bregar con estudiantes de escuela elemental para nuestro curso, cómo podemos alimentar su mente, su pensamiento en historias que ya hemos escuchado desde chiquitos”.
MIENTRAS TANTO EN LAS CASAS
También vecino del Caño Martín Peña, este sector cuenta con la escuela Fray Bartolomé de Las Casas en la que igualmente hay jóvenes de la UMET replicando las actividades de la escuela en Cantera. En la biblioteca, estos se olvidaron de los títeres y han improvisado la obra en vivo para disfrute de los estudiantes Montessori, con edades equivalentes a nivel elemental. La fórmula utilizada parece ser ganadora.
“El interés que tiene el estudiante es dar de sí mismo para compartir con otros”, afirma Suzette Rodríguez Santiago, coordinadora de Asuntos Académicos de la UMET. “No hay una competencia, todo se hace colaborativamente, en armonía y ganan ambos porque se lleva la experiencia el estudiante de la UMET y el de la escuela elemental. Compartir con otros estudiantes adultos les ayuda a visualizar su futuro y a trazarse metas”.
“Y lo importante es que los estudiantes se prepararon con una idea de a dónde iban, pero no habían tenido la experiencia y una cosa es la práctica y la teoría, pero cuando llegan aquí, en la vivencia y experiencia surgen muchas preguntas y entendimientos lo que es transformador. Hay un aprendizaje, pero, sobre todas las cosas, aprenden sobre el ciudadano activo que viene siendo ser voluntario. Queremos que los que se van a convertir en profesionales tengan esa relación práctica con la vida real”, indicó Arturo Morales Ramos, coordinador de voluntariado de la UMET.
Entre el estudiantado universitario había algunos con experiencia en voluntariado tras el huracán María y otros sin ninguna vivencia relacionada o impactando niños pequeños. Además de la oportunidad de los niños proyectarse como futuros universitarios, Moisés Laguna, profesor mentor de FYJIS, resalta que los universitarios “pueden proyectarse en el pensar ‘a mí me hubiera gustado que alguien llegara a mi escuelita’”.
“Es la visión para los niños de ‘yo podría llegar también’ y, para el universitario, ‘yo no me he desconectado de mi raíz, sigo siendo parte de mi comunidad’. Esta generación tiene el issue de que tengo las buenas ideas, pero no tengo la práctica. Aquí le damos la experiencia”, manifestó Laguna.
A juzgar por las caras y las interacciones de ambas partes, nadie quedó inmune a la experiencia.
Fotos: Javier del Valle