Por lo menos dos carteles alusivos a la Natividad eran lanzados anualmente: una felicitación general y uno abierto a comunicar programas artísticos realizados alrededor de la isla, por lo que reservaba un cintillo inferior para escribir detalles a mano. Si desea apreciarlos tiene la oportunidad en la colectiva “Navidad en la DIVEDCO: 40 años de cartelismo y tradición”, que ya abrió al público en SalaFAR, espacio situado en el vestíbulo del Edificio Ángel Ramos en Hato Rey. La entrada es libre de costo.
La DIVEDCO fue instaurada por el gobierno a partir de la década del 40 como un ente educativo en temas sociales, de salud y de identidad puertorriqueña, entre otros, utilizando carteles, folletos y hasta películas que llegaban a toda la isla. Se hizo oficial en el año 1949 y estaba adscrita al entonces Departamento de Instrucción Pública. Al igual que muchos especialistas en el tema, la curadora de la muestra, la profesora Adlín Ríos Rigau, considera ese núcleo inicial de artistas como la generación dorada de la gráfica en el país.
“Yo estoy de acuerdo, esa época era diferente total. Y déjame decirte, a la División iba mucha gente a buscar carteles y a comprar serigrafías”, dice Bernal, pintora y grabadora que llegó a la DIVEDCO en el año 1957, luego de estudiar diseño, dibujo y serigrafía en Mount Mary College en Milwaukee, Wisconsin, y pintura en la Universidad de Puerto Rico con el profesor Osiris Delgado.
“Yo me siento súper honrada de haber estado con ellos, por un lado. Por el otro, lo que pasa es que en la División los sueldos eran tan malos, tan malos, incluyendo los de los mismos jefes”, recuerda esta pepiniana una época en la que asegura que vivir del arte era casi imposible.
“Yo ahora digo ‘Dios mío, ¿por qué yo no me fui para otro lado? Porque me gustaba lo que estaba haciendo y porque cuando vine a pensar en irme ya era demasiado tarde. Yo me sentí que no estaba entrenada para hacer nada más, tenía que empezar a estudiar o hacer algo, pero ahora que las cosas se están poniendo color de hormiga brava pues uno dice ‘Dios mío, qué uno hace”, indica. “Ahora yo no sé cómo rayos se camina ese camino”.
Con 83 años, Bernal aún pinta, disfruta realizar bocetos y enfrentar un lienzo en blanco. Trabajó 30 años en la DIVEDCO, tiene tres hijos “y hasta una bisnieta”. “Mi hija está pintando y está pintando bien. Y tengo una nieta que hace unos dibujos, es una dibujante, hace tirillas cómicas”, cuenta orgullosa.
Recuerda que esa estrechez económica llevó a los artistas de la DIVEDCO a realizar serigrafías “pa’ empatar” la pelea. “Pero disfrutábamos haciéndolas, yo disfrutaba mucho hacer las serigrafías. A la División fueron estudiantes a comprar serigrafías, ellos ahorraban para comprar y uno de ellos todavía me llama de vez en cuando, me invitó al bautizo de su hijo”, relata Bernal quien lleva 30 años retirada de la DIVEDCO, aunque continuó haciendo serigrafías “en el taller de Saso”, su colega el artista Wenceslao García.
“Pero desde la guerra de Bush para acá…”, hace un gesto de derrota, “después que me retiré yo seguía viniendo, yo estuve haciendo serigrafías hasta el 2000 y después en el 2006 hice una en San Juan, terminé una que se les dañó y después yo hice otra. Después Saso tuvo que cerrar el taller”.
Muy bien articulada, introvertida, de amplia sonrisa, Bernal observa los carteles cuyos detalles, seguramente, sabe de memoria. Las ediciones del año 1967 y del 1973 llevan su firma.
“Yo me acuerdo que Carlos Raquel me decía ‘tú acomodas las cosas tan bien dentro de un espacio’, porque poner las cosas dentro de un espacio y que no molesten tiene su gracia. No sé, nací con eso quizás porque yo no recuerdo que me lo dijeran en ninguna de las clases”, comenta.
En la escuela dibujaba, en la casa copiaba tirillas cómicas, en la universidad, la profesora de Arte, Sister Mary Joe, “me ponía a hacer trabajo aparte”.
“Si tenía algo que ella quería ampliarlo, ella me ponía a ampliárselo”, explica esos años en los que además posó en clases de Arte en la universidad, “y yo veía lo que ellas (las estudiantes) hacían y yo decía ‘yo lo hago mejor’”. Aprendió francés y hasta “trabajé en obritas de teatro en francés”. “A mí me hubiera gustado estudiar más idiomas”, acepta en torno a su estadía de dos años en Wisconsin.
ENTRE TODOS LOS VARONES
Bernal fue la muchacha entre los muchachos. Ganó respeto con su talento y la seguridad que en él tenía. Era la mujer en la DIVEDCO. Con los buenos recuerdos se ha quedado: las largas sesiones de trabajo cantando, el humor de Tony Maldonado, el sabroso pollo frito que hacía Manuel Hernández Acevedo en una estufita, los juegos de ping pong a la hora de almuerzo en un panel con dimensiones 8” x 4” que ubicaban sobre la mesa de trabajo. “Cuando uno juega ping pong en una 8” x 4”, cuando coges la tabla regular uno no pierde nunca”, asegura jocosa la artista que en esa época vivía en Río Piedras.
“Yo estuve como unos dos meses, o un poquito más, dibujando y haciendo cosas en la División y ellos lo que decían era ‘ay, pero ella dibuja’. Y después yo me di cuenta porque yo vi que había mucha gente que había ido a solicitar que de verdad no podían dibujar”, rememora la artista cuya primera encomienda fue el cartel del clásico “Antígona” para el teatro escolar.
Bernal era un dínamo laborioso que pintaba, dibujaba y criaba tres hijos. Cuando se atoraba una propuesta gráfica, la solución arribaba en el momento menos pensado. Una vez, recuerda, fue cocinando una crema para el desayuno de su prole. Otras veces en lugares inesperados. “Yo pinté en el bonete del carro un montón de veces, yo parqueaba en algún sitio y me sentaba en el bonete a pintar”, cuenta jocosa los caprichosos designios de la inspiración.
Luego que acabó la DIVEDCO asegura que a los colegas “los vi pocas veces”. A Tony (Maldonado) no, yo iba a casa de Tony, estaba con él y con Carmen. A Tufiño me lo encontré varias veces, yo fui a verlo al hospital cuando él se puso malito, pero los otros nos desconectamos completamente”, explica.
Tantos años después, lamenta que la situación del artista en Puerto Rico no ha evolucionado mucho. “Aquí hay una cosa, que el artista es un cero a la izquierda, esa es la verdad, no contamos ni pa’ pool ni pa’ banca. Todo se compra, pero el arte no, el arte hay que regalarlo, no está en el presupuesto de nadie no importa el dinero que tengan”.
Y siguiendo con las comparaciones, afirma que en sus años de labor activa había “muchas exposiciones bien seguidas”. “Yo participé de muchas colectivas”, dice sobre juntes en Puerto Rico, México, España y Estados Unidos. El paisaje urbano y rural, así como los retratos, han sentado la tónica en su producción.
Pocas personas reconocen su firma. La entonces estudiante de historia del diseño en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, Alana Ortiz Colón, recopiló su producción para la DIVEDCO como parte de un trabajo investigativo y en el año 2013 se realizó una exposición con algunos de esos carteles en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca José M. Lázaro. Ha habido omisiones de su obra o de su nombre en proyectos sobre la tradición del cartel en la Isla.
“Hay una frase en latín que dice: ‘sic transit gloria e mundi’, así pasan las glorias del mundo”, brinda por respuesta a esas prácticas. Bernal prefiere crear a contar.
Y LLEGÓ ISMAEL
Entre el 1979 y el 1986 el cayeyano Ismael Hidalgo trabajó en la DIVEDCO. Todavía describe la experiencia emocionado. “Oh no, para mí fue parapelos, un privilegio que agradezco a Dios que me puso allí”, expresa Hidalgo quien se ha mantenido activo como artista y en el año 2013 participó de la colectiva “Reencuentro: artistas en Cayey de Frade al presente”, coordinada por la Universidad de Puerto Rico en Cayey.
El artista se formó en el New York Institute of Art and Design.
“Fue un reto y caí en un buen grupo”, recuerda Hidalgo. “Para ese tiempo estaba Isabel Bernal, Tony Maldonado, Eduardo Vera y yo. Aprendí mucho de ellos, fue magnífico porque yo era el nene. Y hacíamos maldades, cada cual tenía un cuarto, pero nos reuníamos en una sala y cada cual hacíamos chistes”.
Acabando de llegar a la DIVEDCO, recibió la asignación de crear el cartel navideño del 1980, con el que se reencontró en SalaFAR. Fue un reto que acogió gustoso y del que salió airoso. “A mí me gustó”.
“Da la casualidad que yo soy natural de Cayey, para ese año se abrió un taller de arte de la DIVEDCO en Cayey y me mandaron a mí para correr el taller allá; la idea era documentar el arte en el centro de la isla. Se hizo por par de años y después regresé de nuevo para acá (San Juan). En la División, cuando no había carteles para hacer, pues me enganchaba una cámara y hacía de camarógrafo”, indica.
Cuando las ideas se agotaban, había que darle mucho pensamiento al concepto. “Pasaba todo el tiempo. Un ejemplo, para una feria de artesanías yo pensaba ‘wao, todo el mundo ha usado los gallos, los Reyes (Magos), las cadenas. Yo vivía en Caguas y bajé con todos los pintores para mi casa y nos amanecíamos con un asopao. Estaba hablando con ellos y en mi mente pensando ‘¿qué yo voy a poner?’. El vecino, da la casualidad, tenía amapolas y vino una brisa y las movió y yo dije ‘aquí está, las amapolas, voy a complementar dos o tres cosas con las amapolas’. Así es que la mente te corre cuando estás trabajando un cartel”, culmina el artista entre risas.
Visite “Navidad en la DIVEDCO, 40 años de cartelismo y tradición” en SalaFAR de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Para más información, llame al 787-763-3530.
Fotos / Javier del Valle