Los ojos se le van abriendo como si volviera a sorprenderse. Y según continúa su relato, poco a poco también se les empiezan a llenar un poco de agua. Y es que Wanda Alverio mira hacia atrás y apenas puede contener la emoción. Hace apenas tres años, la directora de Programas Músico-Sociales de la Corporación Artes Musicales tuvo que empezar de nuevo junto a tres empleadas más. El programa de orquestas sinfónicas juveniles que durante años se había trabajado en la Corporación, fue relocalizado a otro lugar por órdenes administrativas. Pero ella no se quedó de brazos cruzados. Toda la experiencia y la sabiduría pero sobre todo el deseo de llevar música a los niños, niñas y jóvenes más marginados del País, hizo que creara otro proyecto. No tenían mucho, unos cuantos instrumentos en un almacén. Pero se movieron rápido, buscaron fondos y crearon el Programa de Bandas de Marcha. Desde entonces, ya han establecido tres centros de estudio musical para comunidades de escasos recursos: uno en Cantera, uno en Loíza y otro en Toa Baja. En todos se ofrecen clases de música, lectura, interpretación del instrumento, conjuntos, banda y hasta baile. Todos los años se celebran, al menos, dos conciertos al año.
El domingo 15 de diciembre, los estudiantes de distintos niveles interpretativos de los tres centros, celebraron su primera presentación artística en una sala de conciertos: la Sala Sinfónica en Bellas Artes de Santurce.
"La música siempre se queda en cierta élite, en ciertas comunidades", dice Alverio en entrevista con OENEGÉ. "La sociedad margina por razón de color, margina a los pobres cruelmente. Nosotros les abrimos las puertas. Tuve gente aquí de Loíza, gente linda que nos ha dado su apoyo. Muchos vinieron por primera vez a Bellas Artes. Esos niños nunca habían tocado en una sala de concierto. Sabemos que esto mejora la autoestima de los niños, a través de todos los esfuerzos estamos evitando que las cárceles se llenen, porque un niño es una generación".
En efecto, la razón de ser de los Programas Músico-Sociales es usar la música como medio de transformación social en comunidades desventajadas de Puerto Rico.
"Nosotros enamoramos a los muchachos con la música", dice William Cepeda, director artístico y compositor residente del Programa. "Encontraron una pasión que no sabían que tenían. La música es un desahogo. Te das cuenta de que puedes expresarte a través de un instrumento. Antes no, antes tenías que tirar algo o gritar. Ahora, terminaste de tocar y ya te sientes mejor", asegura sonriente.
El Programa de Cantera es el más voluminoso con más de 95 estudiantes de música cuando la capacidad es de 60. "Ese es el que Ángel Ramos subvenciona", explica Alverio. "Así empezó el amor. Estamos bien contentos con la Fundación porque nos han ayudado muchísimo. Hemos tenido mucho impacto positivo".
El concierto De los niños para los niños en la Navidad contó con un amplio repertorio que incluyó música popular navideña, Christmas Carols y piezas especialmente compuestas por Cepeda según las capacidades de los alumnos del Programa. 'Oye cómo va', 'Ponle por nombre Jesús', 'Las campanas de la catedral', 'Pastores a Belén', y la plena 'Marcha en Navidad', de Cepeda, fueron algunas de las piezas interpretadas por los jóvenes.
El Maestro se queda pensativo. Su trayectoria artística es larga, voluminosa. Incluye estudios en Berkeley School of Music en Boston, haber tocado en bandas internacionales como la United Nations Orchestra de Dizzy Gillespie. Ha grabado discos, escrito libros, compuesto jazz puertorriqueño con los ritmos autóctonos. Este trabajo con los jóvenes es inspirador, no solo para los maestros y talleristas y, definitivamente, para él también. Asegura que la música, con su disciplina, con su sistema de concentración, "ayuda a ser mejor ser humano". Aparte del virtuosismo y de la búsqueda de la perfección, "es una herramienta de sensibilidad. Como una medicina, puede sanar, puede sensibilizar. La música es algo que tiene su inteligencia".
