Jueves, 30 Abril 2015 17:10

Superación al estilo CODERI

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Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Integrarse a la vida laboral, ser independiente y, más que nada, feliz, son metas alcanzables para los alumnos de CODERI

Braulio Vázquez, maestro educación especial adaptada.Ordenados en fila india -y en ruta a la cancha- un grupo de estudiantes sigue la camisa verde fosforescente de Braulio Vázquez, maestro de educación física adaptada.

"Veinte años de pasión, veinte años de entrega", va cantando el joven maestro y sus alumnos de todas las edades sonríen, algunos ocultando la boca con una mano. Sonríen porque anticipan un desafío y, al mismo tiempo, una clase divertida.

Esto sucede en el Colegio de Educación Especial y Rehabilitación Integral (CODERI), organización sin fines de lucro que este año celebra su vigésimo aniversario.

La institución ganadora del Premio Tina Hills en su edición del 2009 ofrece servicios de educación especial y rehabilitación a niños, jóvenes y adultos con autismo y condición mental.

"Ellos van paso a paso y nos da mucha satisfacción cuando van logrando sus metas", cuenta el profesor Vázquez ya en la cancha, "y cada esfuerzo lo celebramos. Cuando logran la meta, esa es la mejor paga para uno, la paga de satisfacción no la supera nada. Imagínate, para ellos yo soy un súperheroe. Esta es una población bien agradecida de cualquier cosa que tu hagas por ellos y hacemos lo mejor posible".

Sara Colón, asistente de terapia ocupacional.

Cerca de ellos está Sara Colón, asistente de terapia ocupacional que lleva 19 años laborando en CODERI. Esta comenta que en la cancha se refuerzan aspectos como la concentración o seguir instrucciones. "Lo mejor es trabajar con ellos el día a día", confiesa Colón, "ellos van progresando y tratan a uno con tanto amor".

Cuando otros perciben, especialmente familiares, que los suyos se sienten bien, serenan sus preocupaciones. Milton Colmenares, padre de Stella, alumna de 15 años que llegó a CODERI en el 2003, lo ha experimentado.Esto lo ha comprobado Sara Hernández, de 15 años, alumna de la Academia María Reina quien acude como integrante del grupo comunitario "Compartiendo amor". Hernández busca atraer la atención de un joven. "El ambiente aquí es bien chulo, se nota que a los nenes le gusta y a mi me gusta", enfatiza la voluntaria que aprovecha un día libre de su jornada escolar.

"El temor mío como padre es que ella no pueda hacer sus cosas", cuenta Colmenares sentado en la recepción del colegio, "¿qué pasará con ella cuando nosotros no estemos? Pero lo que he visto ha sido un cambio bien positivo en los últimos años".

Cuenta una anécdota que sostiene su opinión. Durante un episodio que requirió que su hija fuera ingresada en la unidad de cuidado intensivo en el hospital, este y su esposa le preguntaron a la enfermera cuándo podían asear a la joven.

"¿A Stella? Stella ya se hizo todo", les respondió la enfermera.

"¡Pero si en casa hay que vestirla y lavarle los dientes!", recuerda que dijo sorprendido Colmenares, "tú sabes la tranquilidad que eso que dijo la enfermera a mi me dio".

SU MEJOR VERSIÓN

El centro educativo ubicado en San Juan aspira a que cada alumno desarrolle al máximo sus posibilidades hasta ser la mejor versión de sí mismos.

Francisco Martín Caso, director ejecutivo CODERI."Aquí no hay grados, no nos graduamos de primero o cuarto grado, el fin es que echemos para adelante a estos jóvenes, que tengan la oportunidad, los que pueden, de insertarse en la esfera laboral y, los que no, que aprendan a desarrollarse en su casa e independizarse", explica Francisco Martín Caso, director ejecutivo de la institución que cuenta con una Junta Rectora integrada por trece miembros de los cuales cinco son padres de alumnos.

Las familias les brindan su confianza a CODERI, pero igual el Estado lo ha hecho, afirma el director, ya que el Consejo de Educación Superior les ha otorgado una acreditación válida por siete años.

"Los padres los dejan aquí a las ocho de la mañana y para ellos esta es su escuela, es su vida. Para algunos CODERI es más que su casa", subraya Martín.

Por su parte la directora escolar María P. Burset Flores explica que usualmente los padres arriban a CODERI luego de múltiples experiencias difíciles en otros lugares. Siguen en busca de un centro educativo porque les interesa que sus hijos socialicen y aprendan.

"Se hacen evaluaciones de ubicación de acuerdo a la edad y el funcionamiento que vemos en evaluaciones formales", expone Burset.

Entonces la trabajadora social y la ocupacional evalúan qué destrezas domina el futuro estudiante ya sea de matemáticas, lectura o independencia al vestirse. "Ellos se integran unos días para ver cómo les va aquí y uno, con mucho amor, poquito a poco se los gana", sostiene Burset que además identifica la repetición y la estructura como requisitos ideales para el aprendizaje de estos alumnos con necesidades especiales.

"Con el Departamento de Educación tenemos la propuesta de Transición. Tenemos talleres reales de lavandería y cafetería con el componente académico y adiestradoras vocacionales que los ayudan. Ya contamos con acuerdos con National, Empresas Díaz y el Hospital de Veteranos. Los estudiantes van en grupos de uno o dos con una adiestradora profesional y hacen trabajos clericales o de mantenimiento", asevera Burset.

En el área de Vida independiente, una maestra de educación especial adiestradora del hogar trabaja por módulos con los alumnos que aprenden a manejarse solos en dos salones ambientados como una pequeña casa con sala, comedor y cocina.

"Una mamá una vez dijo, y yo lo validé, lo que ha sido su dogma: 'mi hija será lo que yo la deje ser'. Algunos ya pueden estar en programas de vivienda asistida como el que hay en Mayagüez pero las mamás nos dicen 'no, todavía no es el momento'. Es difícil ese despegue", relata Burset.

"Nosotros tenemos, gracias a un proyecto modelo, 180 jóvenes a nivel de Puerto Rico trabajando unas horas y son producto de CODERI. Eso es un logro extraordinario", dice, de otra parte, Martín.

En el 1995 comenzó la iniciativa de Empleo sostenido, indica la directora del programa vocacional, Sylvia Martínez.

"Los padres empezaron a creer que sus hijos podían entrar al mercado de empleos y los patronos que ellos podían  cumplir con sus labores. Esa época fue fácil, los patronos llamaban cada vez que tenían una plaza disponible", apunta Martínez.

Pero en los últimos cuatro años, el alza en la tasa de desempleo en la Isla alteró las posibilidades de desarrollo laboral de los jóvenes de CODERI.

"Hay más gente preparada y sin empleo, ahora una cajera puede tener un bachillerato y para ser dishwasher en un restaurante te piden cuarto año. Y claro, el patrono quiere al empleado más versátil, que pueda hacer más cosas y trabajar distintos horarios y con mi joven tengo que coordinar que lo lleve un familiar o que use el programa Llama y viaje que termina a cierta hora. Esas cosas nos han limitado de entrar más al mercado competitivo y lo que quiero es que mis jóvenes tengan las mismas oportunidades", manifiesta Martínez.

Para esto se han reunido con senadores con quienes han colaborado en el Proyecto de Ley 1270 que está en agenda de radicación en el Senado.

El proyecto busca que sea equivalente al diploma de cuarto año de escuela superior, un certificado que consigne que un joven está adiestrado para el oficio pero por su condición no puede obtener el diploma logrado en la corriente de estudio regular.

"Ellos se fajan y los patronos están contentos. Nosotros no los dejamos solos, todo el tiempo los estamos monitoreando en sus trabajos", insiste la directora vocacional.

FUTURO POSIBLE

En una piscina techada y con agua caliente, dos maestros dirigen a un grupo de estudiantes que con movimientos acuáticos trabajan destrezas de motor grueso y fino. Al lado, un espacio cobra forma en cemento, allí se trasladará el gimnasio de la institución con maquinaria apropiada para realizar rutinas de ejercicios cardiovasculares, entre otros.

Pero en el agua se olvidan del mundo. Disfrutan practicando velocidad. "Esto no se queda aquí", explica Martín, "tenemos un grupo de natación que se llama 'Los Rompeolas' que han ido a competir a China y a Grecia".

La estudiante Amy y su maestra Brenda RodriguezEn otro punto de la escuela, Amy dobla toallas en un salón ambientado como una lavandería. La acompaña Samuel, menos conversador pero igual de laborioso.

"Yo aquí doblo la ropa, la lavo, y también las fundas y las toallas, las pequeñas y las grandes", enumera sus tareas Amy, "cuando los clientes vengan a lavar la ropa, la sacamos de aquí (señala la secadora), la doblamos y a la bolsa le ponemos el tiquecito".

El "tiquecito" es el sello con el que aprenden a vincular el nombre del cliente con la ropa a entregar, y se mantiene cerca de esta en la lavadora, en la secadora y en el momento del empaque.

"Samuel, acuérdate, punta con punta", le indica la profesora Brenda Rodríguez a su alumno, "después que ellos dominan una tarea la seguimos practicando".

En el taller de mantenimiento de cafetería laboran estudiantes que luego son referidos a la Administración de Rehabilitación Vocacional, agencia gubernamental que luego determina si son candidatos para empleo.

Maestra Yadira pone su mano sobre la de David que, a su vez, sujeta un paño de algodón. "El detergente se echa así", le indica rociando el paño con el atomizador. Juntos lo pasan sobre una superficie de metal para limpiarla.

Un maestro que pasa pregunta: 'David, ¿qué tu aprendes?' "A limpiar", resume la tarea que continúa realizando sin ayuda, pero bajo la supervisión de Maestra Yadira.

Los alumnos provienen de distintas partes de la isla. Paola, de 19 años, es un ejemplo de esto.

"Yo vengo de Arecibo", cuenta, "me levanto a las 4 y 40 de la mañana y me trae la guagua".

Exalumna de otras escuelas donde no entendían sus necesidades, la expresiva joven estaba a la expectativa de qué encontraría en CODERI.

“Tenía muchas ganas de saber cómo podía aprender para trabajar. Cuando llegué me recibieron, me dieron un apoyo, aprendí cosas que no sabía. Me gusta cocinar, hacer postres, me gusta mapear y barrer. Eso lo aprendí aquí" 

define lo alcanzado en su primer año de estudios.

Paola confiesa que le gustaría "hacer una tienda para tener mis chavitos y la tienda va a ser de prendas; hace mucho tiempo que yo las hago y las vendo".

De CODERI le complace sentir que pertenece a una familia. "Porque aquí cuando uno llega te saludan. Aquí no hay bullying sino amor", dice Paola y refuerza su alegría con una amplia sonrisa.


Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara

Read 1964 times Last modified on Viernes, 03 Julio 2015 18:51
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