Eso hicieron tres organizaciones sin fines de lucro –Fundación de Niños San Jorge, Crearte, e Instituto Nueva Escuela (INE)- al adaptar sus servicios educativos a las necesidades de sus alumnos. Y una de ellas, sin duda alguna, es la oportunidad que ofrecen a menores de edad de ventilar sentimientos, experiencias e ideas.
En Crearte, organización con sedes en San Juan y Yabucoa que potencia una cultura de aprendizaje diferente a través del uso del arte y prácticas de la filosofía Montessori, se enfrentaron a la realidad de que su sede de Yabucoa quedó seriamente deteriorada. En ambos planteles se detuvieron los servicios educativos, como en todo el país, y se transformaron.
“En Yabucoa tuvimos que improvisar espacios para atender a los muchachos porque el segundo piso de la escuela quedó destruido”, menciona Brenda Liz Santos, directora ejecutiva de la organización que atiende infantes en etapa de cuido y alumnos de séptimo a cuarto año. “Tuvimos que dar clases en los pasillos y como no tenemos luz todavía, no hay nada visual en proyecciones ni Internet, así que hemos tenido que ingeniárnoslas”.
Afirma que el uso del arte sirvió a los estudiantes “para hacer una reflexión de lo que pasó y entender que existe la posibilidad de un nuevo renacer después del dolor”.
“Algo positivo ha sido que nos ha llegado nueva matrícula, algo que no es la norma para este semestre de enero”, indica Santos sobre las 25 nuevas caras que verán en sus salones.
“Llegaron nuevos participantes porque su escuela cerró, porque está siendo usada como refugio o porque no se ha recuperado el plantel. Muchos de esos estudiantes también lo perdieron todo así que los padres optaron por las escuelas de Crearte porque, además del ofrecimiento académico, tenemos servicios sicológicos y quieren que sus hijos reciban ese apoyo”, explica la directora.
Santos indica que luego de que en las primeras semanas se convirtieran en un centro de acopio y ayuda para las comunidades que sirven en San Juan y Yabucoa –tareas a las que se integraron estudiantes, maestros y familiares- “se respira un ambiente diferente”.
“Hay un reto en motivar a estos muchachos ante un país en el que se respira inestabilidad e impotencia”. |
“Ya las comunidades tienen la confianza de que vamos a seguir apoyándolas. Aquí llegaban líderes comunitarios con listas de lo que necesitaban y canalizamos esas peticiones. Los muchachos trabajaron en los centros de acopio y esto va a ser un cambio de visión y paradigmas para ellos como resultado de ese trabajo. La gratitud a esa práctica va a abonar a este nuevo semestre”, dice Santos convencida.
La facultad, asegura, igual se creció trabajando “sin agua, sin luz, sin recursos, sin cobrar y, cuando llovía, se mojaban”. “Ese compromiso está ahí”, insiste con emoción.
“Estamos en una etapa de grandes retos”, reflexiona Santos. “La población que atendemos es más pobre y el pobre, con hambre, no aprende. Hay un reto en motivar a estos muchachos ante un país en el que se respira inestabilidad e impotencia. Hay que explicarles que pueden ser parte de la reconstrucción del país, pero lo que ven ahora es que no van a ser partícipes de una economía solidaria ni que tendrán oportunidades de crecimiento. Nosotras como organizaciones tenemos que transformar esa visión clarificando lo importante que ellos son en esta nueva etapa. En la teoría parece fácil pero no lo es”.
La Directora de Crearte añade que la misión de servicio de cada organización sin fines de lucro se debe replantear ante el nuevo país que somos hoy. “Si no lo hacen, no están interesadas en la realidad histórica de Puerto Rico porque nuestro país cambió drásticamente de un día para otro. Tenemos que hacer lo que siempre hacíamos, pero de forma diferente; poblaciones que no atendías ahora las atiendes”, puntualiza.
ENCARANDO UN NUEVO ESCENARIO
Con ella coincide Ana María García Blanco, fundadora y directora del Instituto Nueva Escuela, que cuenta con escuelas Montessori en varios pueblos de la Isla. Los primeros meses se limitaron a la supervivencia: repartir agua, comida, suministros en sus comunidades escolares con la ayuda de padres, estudiantes, maestros, vecinos y otras organizaciones, fundaciones y personas que contactaron aquí y desde el exterior. Reabrir escuelas -30% de ellas con daños en su estructura- y atender comunidades fue la agenda que se impuso. Y la cumplieron.
“Es nuestra misma agenda frente a una realidad histórica distinta. No podemos operar fuera de la historia. En todo lo que hicimos vimos nuestras prácticas Montessori y nuestra metodología de trabajo colectivo en acción: buscando siempre la paz y el bien común en consenso”, dijo García.
Cuando se reunió con “las cabezas” de todas las zonas de trabajo, ajustaron calendarios para clases, visitas de apoyo e internados, “cuidando al estudiante, sobre todo al que se graduaba, e incluyéndolos en el diseño del plan de acción”. La directora señala con orgullo que el 99% de la matrícula regresó a la escuela.
Garcia resaltó la maltratada figura del maestro y de los directores de escuela, y señaló que, en el caso del INE, el apoyo de estos fue “incondicional”. “Ellos bregan sus situaciones personales y también el golpe emocional en sus estudiantes y sus familias. Siempre estuvieron ahí”, celebra.
Los estudiantes, por su parte, aprovecharon el regreso a los ambientes de trabajo Montessori para procurarse tranquilidad y normalidad, según indica la directora, al resaltar la “maravillosa capacidad de recuperación inmediata de la población entre infantes y doce años”.
Como una de las lecciones del fenómeno, ya se orientan sobre cómo conseguir mejores fuentes de agua, energía y comida que no dependan del gobierno. “Las comunidades están listas para apoderarse; las vimos tomando decisiones sabias, nobles e inteligentes durante la emergencia que vivimos”, declaró la directora del INE.
FLEXIBILIDAD AL 100%
En el caso de la Fundación de Niños San Jorge, mientras los pacientes se mantuvieron en el hospital pudieron seguir ofreciendo sus clases y clases de arte para manejar emociones, aún en tiempos de crisis. Sin embargo, se convirtieron en un gran centro de gestión que lo mismo canalizaba suministros, clínicas médicas y educativas a refugios, como también procuraba ayudas a pacientes cuya salud estaba en riesgo con viajes a otras facilidades médicas en el exterior, transportación para acudir a citas médicas o hasta generadores de energía para sus hogares.
“Aunque hubo una pausa como de tres semanas luego del huracán, seguimos con el servicio porque era en el hospital. En la medida en que los accesos en las carreteras estuvieron disponibles, los maestros reanudaron el servicio educativo en las casas”, explica Christian Ramírez, coordinador del Programa Educativo de la Fundación.
“Incluso, antes de que algunos estudiantes comenzaran el trabajo de las escuelas, las maestras pudieron reforzarles destrezas”, agrega Ramírez.
En el tiempo en que no ofrecieron el servicio educativo en el hospital, dirigieron sus esfuerzos a atender la población en refugios y centros comunitarios. “Además de usar la terapia del arte para canalizar las emociones del huracán, las maestras preparaban actividades para orientar a los niños sobre la importancia del lavado de manos y cómo prevenir sarna, conjuntivitis y otras condiciones”, añade el director.
“Pusimos en práctica la flexibilidad, desde la “f” hasta la “d”; nos definimos según nos pedían y veíamos la necesidad”. |
“Se hicieron varias terapias de arte y los nenes nos explicaban lo que el huracán significó para ellos”, asegura, de otra parte, Stephanie Moore, directora de la Fundación de Niños San Jorge. “Sabemos que es la terapia que más les gusta a ellos y con la que mejor se pueden explicar”.
Caimito, Yauco, Yabucoa, Comerío, Arecibo, Vieques, Aguas Buenas, Guaynabo, Bayamón son algunas de las áreas impactadas por personal de la fundación. A siete escuelas fueron más de una vez. Cuando se unieron a la iniciativa gubernamental, Stop and Go, llegaron a más de veinte escuelas entre octubre y noviembre.
“Fue una época que con todo y el desastre pudimos ayudar a tanta gente. Aprendimos que podemos lograr muchas cosas”, dice entusiasmada Moore.
“Pusimos en práctica la flexibilidad, desde la “f” hasta la “d”; nos definimos según nos pedían y veíamos la necesidad”, añade Ramírez.
Ahora que se estrena un nuevo semestre escolar, la labor comienza otra vez para estas organizaciones sin fines de lucro. Como el resto de la isla, no son las mismas. Bien saben que pueden manejar cualquier encrucijada que la vida traiga, siempre que la solidaridad trace el camino.