Las posibilidades de cambio en la educación temprana que viabilizan los programas de la Iniciativa Preescolar desde hace diez años ya han impactado una generación de maestros y estudiantes Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé El futuro no se construye mañana. Se forma hoy, todos los días, a todas horas ¿Cómo queremos que sean nuestros niños cuando grandes? En el momento en que la Fundación Ángel Ramos se hizo esa pregunta en el año 2003, comprendió que ir a lo específico era meritorio. Tocaría entonces la población entre 0 a 6 años de la isla mediante su Iniciativa Preescolar, la cual capacita maestros y cuidadores para que dispongan de las herramientas idóneas para maximizar el potencial de esa generación en formación. Entonces surgió el compromiso de apoyar a cinco programas, dirigidos por organizaciones sin fines de lucro, que desde distintas vertientes aportan al mejor desarrollo de nuestros adultos futuros. Alcanza, de la Universidad de Puerto Rico; APRENDO, de Fondos Unidos de Puerto Rico; Despertar Musical, del Conservatorio de Música de Puerto Rico; Integración de las Artes Visuales al Currículo Académico del Museo de Arte de Puerto Rico; y, el Programa de Certificación de Guías Montessori del Instituto Nueva Escuela son el corazón de la Iniciativa Preescolar. Si deseamos formar ciudadanos de bien para lograr un mejor Puerto Rico es obvio que siempre hay que comenzar por el principio", dijo en un evento público Rafael Cortés Dapena, presidente de la Fundación Ángel Ramos. Es un hecho comprobado que la educación preescolar es un elemento clave en el desarrollo del ser humano: el 80% del cerebro se desarrolla entre las edades de 0 y 6 años, periodo en el que también ocurre el mayor desarrollo de nuestra personalidad y se sientan las bases de su comportamiento futuro. Nuestra aspiración es que los niños reciban servicios de cuidado y educación de alta calidad y que se provean bases de aprendizaje para toda la vida", añadió Cortés Dapena.
¿Qué futuro le aguarda al Caño Martín Peña- que precisa de un dragado urgente- y a sus residentes? Oenegé visita la comunidad Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Sobre tablones de madera y gomas de automóvil saltaban para evitar el fango en las 400 cuerdas de terreno que rodean el Caño Martín Peña en San Juan. En sus humedales se asentaron, durante la década del 30, puertorriqueños que emigraban de los campos y en ellos viven todavía familias en ocho comunidades: Barrio Obrero Marina, Barrio Obrero, Buena Vista Santurce, Bitumul e Israel, Buena Vista Hato Rey, Las Monjas, Parada 27 y Cantera. El autor José Luis González describe este periodo en su cuento En el fondo del caño hay un negrito. "Pues nosotros juimos de los primeros. Casi no había gente y uno cogía la parte más sequecita, ¿ve? Pero los que llegan ahora, fíjese, tienen que tirarse al agua, como quien dice". Para esos primeros pobladores el caño era considerado como "nuestra playa" y en sus casi 400 metros de ancho que atravesaban en yolas podían pescar peces de hasta 75 libras. Pero la contaminación procedente del área metropolitana y de otros ríos, entre otras fuentes, comenzó a ensuciar y a congestionar el canal provocando inundaciones en el vecindario que a su alrededor nació.
Javier Hernández, fundador y presidente de Inversión cultural, aplaude la tolerancia al riesgo, la iniciativa y la pasión que guía a los emprendedores culturales con los que hace ocho años trabaja Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Empresarismo es el nombre y cultural puede ser su apellido. Si se construye y se relata un país desde su cultura, ¿puede fomentarse su desarrollo desde el empresarismo cultural? Si le preguntan a Javier Hernández Acosta, presidente y fundador de la organización Inversión cultural, la respuesta siempre será sí. Y si al momento tuviera que ser "no", buscará un modo para que el "sí" continue siendo una alternativa viable. No lo logra con fórmulas mágicas, sino desde la mentoría, la educación, la consultoría y la capacitación a artistas y gestores culturales durante el establecimiento de sus microempresas. Además, realiza investigación en lo que denomina el "ecosistema cultural y creativo" boricua para tener cifras que describan sus aportes a la economía y sus necesidades a la hora de insertarse en la política pública del país.
Su mayor tesoro, y así lo cuentan, es poder servir a sus participantes con amor y paciencia y acompañarlos a ser su mejor versión posible. Aquí el Programa de Educación Comunal de Entrega y Servicio (PECES) comparte las claves para no perder el buen ritmo. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Viaje en el tiempo treinta años atrás. Piense en una casa poco acondicionada, construida en el 1932 y situada en la calle La Marina de Punta Santiago, en Humacao. Ella albergaría el deseo de una comunidad de acompañar a otros a crecer saludablemente, a descubrir sus talentos y a desarrollarlos. El empeño que contagiaba la Hermana Nancy Madden sobraba, los recursos económicos no. "No había nada más y Nancy nos dijo, 'por ahí vamos'. Irónicamente, estábamos al lado de dos o tres lanchas. La experiencia de PECES es que siempre tenemos que estar listos para cuando el mar este planito y para cuando esté en zozobra. Nosotros, como buenos peces, hemos ido navegando contra la corriente todo el tiempo. Nancy nos enseñó que lo que está establecido no siempre está basado en la necesidad del prójimo y ayudar al otro es lo nuestro", sostiene José Javier "Gapo" Oquendo, actual director ejecutivo del Programa de Educación Comunal de Entrega y Servicio (PECES), que sirve a 30 mil personas en 15 pueblos de la zona este de Puerto Rico.