El impacto de las manos humanas en nuestros cuerpos de agua, especialmente en isla de Guilligan, es capturado en distintas formas y escalas en la nueva exhibición de Dhara Rivera. Por Tatiana Pérez Rivera Parecería el comienzo de un juego. “Abra paisaje” serían las palabras mágicas y lo siguiente sería entrar a una sala de exhibiciones donde toda pieza jugará con los significados, las experiencias y los intereses de cada espectador. Esto puede suceder en la muestra con igual nombre de la experimentada artista Dhara Rivera, que el público ya puede visitar en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR), en Hato Rey. La encontrarás en el vestíbulo del Edificio Ángel Ramos, ubicado al lado de Telemundo, y la entrada es libre de costo para público de todas edades. Detalle de la pieza principal que incluye materiales encontrados en las playas. Foto Javier del Valle La escultora, que ejerce la docencia en la Escuela de Artes Plásticas del Viejo San Juan, mira el paisaje con frecuencia; no solamente con ojos admirados sino también con ojos preocupados ante sus cambios. “Vengo trabajando la preocupación ambiental enfocada en agua hace casi 20 años y hay otras ramificaciones; hago proyectos que tienen que ver con los animales y su relación con el humano que es inevitable. Un día visitaba isla de Guilligan (Guánica) y me di cuenta de que lo que se reflejaba en el suelo no eran corales ni caracoles, eran huesos de la carne procesada que la gente había llevado para cocinar en las barbacoas. Ahí estaba el teatro”, cuenta sobre la chispa inicial de “Abra paisaje”. El teatro no es solo el drama que percibe sino además la oportunidad de trabajar una obra de arte que muestre una situación con diversos niveles de lectura con la meta de no dejar a ningún espectador inmune. Solo entonces considera que puede ser presentado al público, no para condenar ni pontificar, sino para que genere una discusión saludable. Esta es la pieza principal de la exposición y destaca el modo en que la mano humana "crea, construye, cambia y contamina un paisaje". Foto Javier del Valle “Mis obras no tienen un solo mensaje, son multifacéticas y yo parto más de plantear una situación y una preocupación que pueda empezar a crear un diálogo con el público. Obviamente tengo la preocupación sobre el ambiente, pero no trabajo con hacer un solo juicio porque eso nos estanca. Estos son temas complejos, así que yo prefiero usar mis obras como plataforma de investigación, por eso en la sala hay obras diferentes alrededor del tema”, menciona Rivera que ha trabajado la escultura, el dibujo, la cerámica y además crea instalaciones. Esto sucede particularmente con la pieza principal del trabajo, “Abra paisaje”, ubicada en el centro de la sala, y la que puedes rodear caminando. Del techo cuelgan unos hilos que reúnen sobre el suelo materiales hallados en las playas, incluidos fósiles. Esa pieza destaca el modo en que “la mano humana crea, construye, cambia y contamina un paisaje”. “Todo empieza como un juego: ‘abra paisaje, abracadabra, ábrete sésamo’. Originalmente un abra era el espacio que se abría entre las montañas, también significa cuando uno lograba que se abriera o sucediera algo de la nada. En este caso se trata de las prácticas sociales –el ocio, la comida, el procesamiento de otras partes de la naturaleza- que se dan en la isla de Guilligan. Ahí tenemos un teatro de este tipo de situación que se da de manera extrema: está la belleza de la vida marina, vegetal, animal y tenemos también un público exagerado porque son miles de personas que van en un día y se produce una alteración ambiental como resultado, por ejemplo, de pisar corales o de los fuegos de las barbacoas que se refleja en la composición de ese ambiente. Por ahí empieza la narrativa más compleja”, explica la escultora. Laura López, directora ejecutiva de la Fundación Ángel Ramos; la artista Dhara Rivera; y el CPA Roberto Santa María, presidente de la Fundación Ángel Ramos. Foto Javier del Valle Rivera aclara que “me parece fantástico ir a la playa”. “¡Me encanta! Los puertorriqueños lo tenemos como un don, pero tenemos que considerar dónde empieza el abuso de la naturaleza, qué actividades podemos hacer y cuándo. En Guilligan no está mal comer y que las familias lleven sus comidas, pero hasta dónde. En mis obras digo ‘yo creo que esto está pasando, vamos a sentarnos aquí a ver’ y que las personas lleguen a sus conclusiones. Claro, no soy neutral, yo tengo mis conclusiones”, advierte. Destaca que una de las obras tiene forma de un hueso como los que tradicionalmente se venden para perros, “que están hechos de pieles animales”. “Hay transformaciones y me interesa trabajar cómo a través del artificio imitamos, interrumpimos o creamos híbridos de la naturaleza, a veces para bien y otras provocan crisis”, afirma la artista. JUEGO Y GUSTO Foto Javier del Valle Otra pieza consta de “libros de cristal” y alude a encuentros arqueológicos. La llamó “Al calce”, “porque son notas al calce, son vaciados en cristal de corales, de huesos que hablan de la intervención humana”. Nacida en Vega Baja y con una crianza dividida entre San Sebastián y Nueva York, al momento Rivera reside y trabaja en Loíza. Los materiales que integra en su trabajo son diversos. “Trabajo con mil cosas, pero te puedo decir que uso el cristal, el tejido, las pieles, la tela, el hilo, la cera, la cerámica, las piedras y materiales encontrados como, en este caso, corales y huesos. De ahí parte la narrativa de entrada, hay un juego envuelto de gusto, de seducción por donde se puede entrar a contemplar otras sensibilidades”, menciona. “La intención es conmover, invitar, cuestionar y tratar de que las personas pasen y se sientan atraídos por algo, que no se sientan intimidados pensando ‘ay, esto yo no lo entiendo’, porque hay muchos niveles de lectura en las obras dependiendo del interés”. Rivera es egresada de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y ha tomado cursos de escultura y dibujo tanto en el Pratt Institute de Brooklyn como en el Whitney Museum of American Art de Nueva York. Culminó su maestría en artes plásticas con concentración en escultura en el Hunter College, también en dicha ciudad, y representó a Puerto Rico en la Bienal de La Habana, edición 2000, y en ferias internacionales de arte como ARCO, en España, en su edición del 1997, entre otros eventos. Su exhibición en SalaFAR incluye además un vídeo que abona al tema con una secuencia fotográfica. “Todas las piezas forman un diálogo compuesto de piezas de diferentes escalas, tamaños y estrategias de construcción. La intención es conmover, invitar, cuestionar y tratar de que las personas pasen y se sientan atraídos por algo, que no se sientan intimidados pensando ‘ay, esto yo no lo entiendo’, porque hay muchos niveles de lectura en las obras dependiendo del interés”, aseguró. Dhara Rivera, al centro, junto a ejecutivos de la Fundación Ángel Ramos e integrantes del Comité SalaFAR. Foto Javier del Valle El pasado mes de diciembre, la trayectoria artística de Rivera fue honrada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña al dedicarle la 17 ma. Muestra Nacional de Artes, que por primera vez se concentró en la escultura. “Fue un honor y una sorpresa, yo no trabajo pensando en ese tipo de cosa. Soy una trabajadora compulsiva, el artista siempre está maquinando porque es una forma de vivir. Me pareció hermoso y lo pude expresar porque, en este caso en particular, también se reconoce la labor pedagógica. En esa muestra hay representación de muchas generaciones y los más jóvenes son alumnos de la Escuela de Artes Plásticas, del Departamento de Escultura donde trabajo, así que es un reconocimiento no solo a mí, sino a la cadena; hay un pase de batón para Puerto Rico”, concluyó Rivera. Fundada en el 2010, SalaFAR ofrece un espacio a artistas del patio que trabajan distintos géneros plásticos para mostrar su producción. Cada exhibición incluye también un programa educativo y está diseñado para ser aprovechado por público de todas edades. Puede visitar el espacio de lunes a viernes en horario de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Para más información, llame al 787-763-3530. Fotos Javier del Valle Vídeo: Juan Carlos Álvarez Lara
Trabajos de Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Tony Maldonado o Isabel Bernal, entre otros artistas, integran la colectiva que ya puedes visitar en nuestra SalaFAR. Por Tatiana Pérez Rivera Una tradición gestó otra nueva. A partir del año 1951, la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO) lanzó un cartel navideño –uno de felicidades y otro para anunciar programas navideños comunitarios- lo que se convirtió en una nueva costumbre que se mantuvo ininterrumpida hasta el año 1990. Ahora puedes ver todos los carteles juntos en la exposición “Navidad en la DIVEDCO: 40 años de cartelismo y tradición”, que ya puedes visitar en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR), ubicada en el vestíbulo del Edificio Ángel Ramos en Hato Rey. La entrada es libre de costo. Adlín Ríos Rigau, curadora de la muestra e integrante del Comité SalaFAR. Foto / Javier del Valle Los colores, los personajes, las estampas y el espíritu navideño que en Puerto Rico caracteriza a la época festiva fue capturado en trabajos logrados por artistas integrantes de la DIVEDCO como Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Tony Maldonado, José Meléndez Conteras, Isabel Bernal, Carlos Raquel Rivera, Rafael Delgado Castro, Eduardo Vera, Ismael Hidalgo, René Delgado, Roberto Matos, Eduardo Vera Cortés, Carlos Osorio y Manuel Hernández Acevedo, entre otros. Los carteles exhibidos pertenecen en su mayoría a la colección privada de Omar Orrusti, así como a la colección del doctor Eduardo Rodríguez Vázquez, del doctor José Antonio Pérez Ruiz y del Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, para quienes la curadora de la muestra Adlín Ríos Rigau, expresó su agradecimiento. La llegada de la Navidad trajo como costumbre en la DIVEDCO la creación de al menos dos carteles especiales: uno que fungía como tarjeta de felicitación y otro para resaltar el programa navideño que celebrara cada comunidad. Para cumplir con ese propósito se dejaba libre un cintillo inferior destinado a la fecha, hora y lugar del evento, de modo que fuera rellenado a mano. Dra. Margarita Benitez, directora de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y Laura López, directora ejecutiva de SalaFAR. Foto / Javier del Valle En esta muestra se incluye el primer cartel navideño, lanzado en el año 1951 y creado por Lorenzo Homar con el mensaje “Un Feliz Año le desea la División de Educación a la Comunidad” y el último, del 1990, a cargo de Roberto Matos, además de todos los creados entre esos años. “En la Fundación Ángel Ramos nos sentimos muy honrados de compartir en nuestra SalaFAR esta exposición colectiva de la DIVEDCO. Ver esas imágenes en cada cartel, es una experiencia especial porque nos permite apreciar, valorar y disfrutar la diversidad de tradiciones que por años nos han caracterizado como puertorriqueños. Por eso, con satisfacción puedo decir que los carteles que exhibimos en esta Navidad, son un tesoro de nuestra cultura e integran un capítulo importante en la historia del arte en Puerto Rico, expresó el presidente de la Fundación Ángel Ramos, el licenciado Rafael Cortés Dapena. “Yo me lleno de contentura porque pienso que este pueblo, desde tiempos inmemoriales, ha sido respetuoso de las tradiciones, ha sido un enamorado de compartir y de ser generoso y miro los carteles y siento todo eso de nosotros los puertorriqueños”. “Yo me lleno de contentura porque pienso que este pueblo, desde tiempos inmemoriales, ha sido respetuoso de las tradiciones, ha sido un enamorado de compartir y de ser generoso y miro los carteles y siento todo eso de nosotros los puertorriqueños”. Especialistas en el tema coinciden en que esa primera camada de artistas es considerada la generación dorada de la gráfica en el país. “La exposición de Navidad en SalaFAR que se presentó en el 2016 fue la de serigrafías de Taller Una, con las artistas Sandra Vázquez e Isamar Colón, y era de tarjetas de Navidad. Ellas mencionaron que la hicieron en honor a los carteles navideños de la DIVEDCO así que esta exposición es una conversación entre ambas exhibiciones: ambas tienen serigrafías y temática navideña. Todos los años la DIVEDCO hacía dos carteles de Navidad y, según lo que he documentado, crear esos carteles era muy especial para los artistas porque celebraban lo familiar, la fiesta, se les nota la contentura que le causaba hacerlos”, puntualizó la profesora Ríos Rigau, quien además integra el Comité de SalaFAR. Ríos Rigau se interesa por ese primer cartel y las múltiples capas de información que provee. “Tiene tamaño más pequeño que los demás”, dice sobre el ejemplar en el que domina el color marrón y solo lo conforman letras. “Hay un ahorro de tintas, eso me da a pensar que tenían las vicisitudes del momento; no siempre había tintas para muchos colores. Eso no se nota en los demás carteles de Navidad. Este es diferente, tiene una nostalgia, porque nadie celebra la Navidad en marrón”. Omar Orrusti y Eduardo Rodríguez Vázquez, coleccionistas que prestaron piezas para la exhibición. Foto / Javier del Valle En lo sucesivo, domina el color brillante y la imagen se nutre de aspectos campesinos, musicales, religiosos o de la naturaleza. “Yo he conversado con algunas personas y los carteles de Navidad eran muy especiales para los artistas que trabajaron allí. Del 1940 al 1990, 15 artistas hicieron carteles. A partir de ese primero de Lorenzo Homar, lo más interesante es cómo se repiten temáticas, pero con la personalidad de cada creador. Yo me lleno de contentura porque pienso que este pueblo, desde tiempos inmemoriales, ha sido respetuoso de las tradiciones, ha sido un enamorado de compartir y de ser generoso y miro los carteles y siento todo eso de nosotros los puertorriqueños”, mencionó Ríos Rigau. Anticipa también que la muestra en SalaFAR “va a despertar esa cosa estética de ver algo hermoso e interesante”. “Y aunque en esos carteles no se ve ese matrimonio tan feliz entre letra e imagen, ya aquí vemos que con pocas palabras el mensaje llega. La escritora Susan Sontag decía que un buen cartel es como un grito pegado a la pared y yo a mis estudiantes les decía que un cartel malo era como un susurro pegado a la pared. Con esta muestra, las personas que no conocen la tradición del cartel podrán ir aprendiendo”, dice confiada la curadora. Isabel Bernal, única mujer integrante del grupo de artistas fundador de la DIVEDCO. Varios carteles creados por ella se incluyen en la colectiva. Foto / Javier del Valle Establecida en el año 2010 para mostrar la creación de artistas plásticos que trabajan en Puerto Rico, SalaFAR ha presentado este año las exposiciones de Nelson Sambolín, Naimar Ramírez, Annie Saldaña y Eduardo Cabrer. También, en celebración del 60 aniversario de la Fundación Ángel Ramos, la institución presentó la Segunda Bienal SalaFAR, la cual reúne el trabajo de artistas que exhibieron en el espacio entre los años 2016 y 2018, y aún está abierta al público en el Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR). Si quiere apreciar “Navidad en la DIVEDCO, 40 años de cartelismo y tradición”, el horario de visitas de SalaFAR es de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. La entrada es gratuita. Para más información, llame al 787-763-3530. Fotos: Javier del Valle
Isabel Bernal e Ismael Hidalgo conversan con Oenegé sobre sus vivencias como artistas en la DIVEDCO, durante la apertura de la muestra “Navidad en la DIVEDCO: 40 años de cartelismo y tradición”, que cuenta con carteles navideños creados por ambos. Por Tatiana Pérez Rivera Isabel Bernal entra a la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR) y observa los carteles navideños producidos por la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO) desde el año 1951 al 1990. Los mira como viejos amigos porque los hicieron viejos amigos que ya no están como Lorenzo Homar, Rafael Tufiño, Carlos Raquel Rivera, Manuel Hernández Acevedo o Tony Maldonado. Y también ella. Bernal fue la única mujer que junto a ese grupo fundador creó serigrafías de temas variados, incluido uno especial: el cartel navideño. Por lo menos dos carteles alusivos a la Natividad eran lanzados anualmente: una felicitación general y uno abierto a comunicar programas artísticos realizados alrededor de la isla, por lo que reservaba un cintillo inferior para escribir detalles a mano. Si desea apreciarlos tiene la oportunidad en la colectiva “Navidad en la DIVEDCO: 40 años de cartelismo y tradición”, que ya abrió al público en SalaFAR, espacio situado en el vestíbulo del Edificio Ángel Ramos en Hato Rey. La entrada es libre de costo. La DIVEDCO fue instaurada por el gobierno a partir de la década del 40 como un ente educativo en temas sociales, de salud y de identidad puertorriqueña, entre otros, utilizando carteles, folletos y hasta películas que llegaban a toda la isla. Se hizo oficial en el año 1949 y estaba adscrita al entonces Departamento de Instrucción Pública. Al igual que muchos especialistas en el tema, la curadora de la muestra, la profesora Adlín Ríos Rigau, considera ese núcleo inicial de artistas como la generación dorada de la gráfica en el país. “Yo estoy de acuerdo, esa época era diferente total. Y déjame decirte, a la División iba mucha gente a buscar carteles y a comprar serigrafías”, dice Bernal, pintora y grabadora que llegó a la DIVEDCO en el año 1957, luego de estudiar diseño, dibujo y serigrafía en Mount Mary College en Milwaukee, Wisconsin, y pintura en la Universidad de Puerto Rico con el profesor Osiris Delgado. Ismael Hidalgo, aquí con su cartel creado en el1980, trabajó en la DIVEDCO entre el 1979 y el 1986. Foto / Javier del Valle “Yo me siento súper honrada de haber estado con ellos, por un lado. Por el otro, lo que pasa es que en la División los sueldos eran tan malos, tan malos, incluyendo los de los mismos jefes”, recuerda esta pepiniana una época en la que asegura que vivir del arte era casi imposible. “Yo ahora digo ‘Dios mío, ¿por qué yo no me fui para otro lado? Porque me gustaba lo que estaba haciendo y porque cuando vine a pensar en irme ya era demasiado tarde. Yo me sentí que no estaba entrenada para hacer nada más, tenía que empezar a estudiar o hacer algo, pero ahora que las cosas se están poniendo color de hormiga brava pues uno dice ‘Dios mío, qué uno hace”, indica. “Ahora yo no sé cómo rayos se camina ese camino”. Con 83 años, Bernal aún pinta, disfruta realizar bocetos y enfrentar un lienzo en blanco. Trabajó 30 años en la DIVEDCO, tiene tres hijos “y hasta una bisnieta”. “Mi hija está pintando y está pintando bien. Y tengo una nieta que hace unos dibujos, es una dibujante, hace tirillas cómicas”, cuenta orgullosa. Recuerda que esa estrechez económica llevó a los artistas de la DIVEDCO a realizar serigrafías “pa’ empatar” la pelea. “Pero disfrutábamos haciéndolas, yo disfrutaba mucho hacer las serigrafías. A la División fueron estudiantes a comprar serigrafías, ellos ahorraban para comprar y uno de ellos todavía me llama de vez en cuando, me invitó al bautizo de su hijo”, relata Bernal quien lleva 30 años retirada de la DIVEDCO, aunque continuó haciendo serigrafías “en el taller de Saso”, su colega el artista Wenceslao García. “Pero desde la guerra de Bush para acá…”, hace un gesto de derrota, “después que me retiré yo seguía viniendo, yo estuve haciendo serigrafías hasta el 2000 y después en el 2006 hice una en San Juan, terminé una que se les dañó y después yo hice otra. Después Saso tuvo que cerrar el taller”. Isabel Bernal, artista que integró la DIVEDCO por treinta años.Foto / Javier del Valle Muy bien articulada, introvertida, de amplia sonrisa, Bernal observa los carteles cuyos detalles, seguramente, sabe de memoria. Las ediciones del año 1967 y del 1973 llevan su firma. “Yo me acuerdo que Carlos Raquel me decía ‘tú acomodas las cosas tan bien dentro de un espacio’, porque poner las cosas dentro de un espacio y que no molesten tiene su gracia. No sé, nací con eso quizás porque yo no recuerdo que me lo dijeran en ninguna de las clases”, comenta. En la escuela dibujaba, en la casa copiaba tirillas cómicas, en la universidad, la profesora de Arte, Sister Mary Joe, “me ponía a hacer trabajo aparte”. “Si tenía algo que ella quería ampliarlo, ella me ponía a ampliárselo”, explica esos años en los que además posó en clases de Arte en la universidad, “y yo veía lo que ellas (las estudiantes) hacían y yo decía ‘yo lo hago mejor’”. Aprendió francés y hasta “trabajé en obritas de teatro en francés”. “A mí me hubiera gustado estudiar más idiomas”, acepta en torno a su estadía de dos años en Wisconsin. ENTRE TODOS LOS VARONES Bernal fue la muchacha entre los muchachos. Ganó respeto con su talento y la seguridad que en él tenía. Era la mujer en la DIVEDCO. Con los buenos recuerdos se ha quedado: las largas sesiones de trabajo cantando, el humor de Tony Maldonado, el sabroso pollo frito que hacía Manuel Hernández Acevedo en una estufita, los juegos de ping pong a la hora de almuerzo en un panel con dimensiones 8” x 4” que ubicaban sobre la mesa de trabajo. “Cuando uno juega ping pong en una 8” x 4”, cuando coges la tabla regular uno no pierde nunca”, asegura jocosa la artista que en esa época vivía en Río Piedras. “Yo estuve como unos dos meses, o un poquito más, dibujando y haciendo cosas en la División y ellos lo que decían era ‘ay, pero ella dibuja’. Y después yo me di cuenta porque yo vi que había mucha gente que había ido a solicitar que de verdad no podían dibujar”, rememora la artista cuya primera encomienda fue el cartel del clásico “Antígona” para el teatro escolar. Bernal era un dínamo laborioso que pintaba, dibujaba y criaba tres hijos. Cuando se atoraba una propuesta gráfica, la solución arribaba en el momento menos pensado. Una vez, recuerda, fue cocinando una crema para el desayuno de su prole. Otras veces en lugares inesperados. “Yo pinté en el bonete del carro un montón de veces, yo parqueaba en algún sitio y me sentaba en el bonete a pintar”, cuenta jocosa los caprichosos designios de la inspiración. La exposición reúne 40 años de cartelismo navideño de la DIVEDCO. Foto / Javier del Valle Luego que acabó la DIVEDCO asegura que a los colegas “los vi pocas veces”. A Tony (Maldonado) no, yo iba a casa de Tony, estaba con él y con Carmen. A Tufiño me lo encontré varias veces, yo fui a verlo al hospital cuando él se puso malito, pero los otros nos desconectamos completamente”, explica. Tantos años después, lamenta que la situación del artista en Puerto Rico no ha evolucionado mucho. “Aquí hay una cosa, que el artista es un cero a la izquierda, esa es la verdad, no contamos ni pa’ pool ni pa’ banca. Todo se compra, pero el arte no, el arte hay que regalarlo, no está en el presupuesto de nadie no importa el dinero que tengan”. Y siguiendo con las comparaciones, afirma que en sus años de labor activa había “muchas exposiciones bien seguidas”. “Yo participé de muchas colectivas”, dice sobre juntes en Puerto Rico, México, España y Estados Unidos. El paisaje urbano y rural, así como los retratos, han sentado la tónica en su producción. Pocas personas reconocen su firma. La entonces estudiante de historia del diseño en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, Alana Ortiz Colón, recopiló su producción para la DIVEDCO como parte de un trabajo investigativo y en el año 2013 se realizó una exposición con algunos de esos carteles en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca José M. Lázaro. Ha habido omisiones de su obra o de su nombre en proyectos sobre la tradición del cartel en la Isla. “Hay una frase en latín que dice: ‘sic transit gloria e mundi’, así pasan las glorias del mundo”, brinda por respuesta a esas prácticas. Bernal prefiere crear a contar. Y LLEGÓ ISMAEL Entre el 1979 y el 1986 el cayeyano Ismael Hidalgo trabajó en la DIVEDCO. Todavía describe la experiencia emocionado. “Oh no, para mí fue parapelos, un privilegio que agradezco a Dios que me puso allí”, expresa Hidalgo quien se ha mantenido activo como artista y en el año 2013 participó de la colectiva “Reencuentro: artistas en Cayey de Frade al presente”, coordinada por la Universidad de Puerto Rico en Cayey. El artista se formó en el New York Institute of Art and Design. Isabel Bernal posa junto a uno de los carteles de su autoría incluidos en la muestra. Foto / Javier del Valle “Fue un reto y caí en un buen grupo”, recuerda Hidalgo. “Para ese tiempo estaba Isabel Bernal, Tony Maldonado, Eduardo Vera y yo. Aprendí mucho de ellos, fue magnífico porque yo era el nene. Y hacíamos maldades, cada cual tenía un cuarto, pero nos reuníamos en una sala y cada cual hacíamos chistes”. Acabando de llegar a la DIVEDCO, recibió la asignación de crear el cartel navideño del 1980, con el que se reencontró en SalaFAR. Fue un reto que acogió gustoso y del que salió airoso. “A mí me gustó”. “Da la casualidad que yo soy natural de Cayey, para ese año se abrió un taller de arte de la DIVEDCO en Cayey y me mandaron a mí para correr el taller allá; la idea era documentar el arte en el centro de la isla. Se hizo por par de años y después regresé de nuevo para acá (San Juan). En la División, cuando no había carteles para hacer, pues me enganchaba una cámara y hacía de camarógrafo”, indica. Cuando las ideas se agotaban, había que darle mucho pensamiento al concepto. “Pasaba todo el tiempo. Un ejemplo, para una feria de artesanías yo pensaba ‘wao, todo el mundo ha usado los gallos, los Reyes (Magos), las cadenas. Yo vivía en Caguas y bajé con todos los pintores para mi casa y nos amanecíamos con un asopao. Estaba hablando con ellos y en mi mente pensando ‘¿qué yo voy a poner?’. El vecino, da la casualidad, tenía amapolas y vino una brisa y las movió y yo dije ‘aquí está, las amapolas, voy a complementar dos o tres cosas con las amapolas’. Así es que la mente te corre cuando estás trabajando un cartel”, culmina el artista entre risas. Visite “Navidad en la DIVEDCO, 40 años de cartelismo y tradición” en SalaFAR de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Para más información, llame al 787-763-3530. Fotos / Javier del Valle
La Segunda Bienal SalaFAR abrió en la importante institución cultural situada en Santurce y los creadores que en ella participan reflexionan sobre el evento. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé La inmensa puerta giratoria se abrió y cada artista entró a la Galería Miguel Antonio Ferrer, del Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR), para encontrarse con sus obras. Ante ellos quedaba el montaje de la Segunda Bienal SalaFAR: En celebración de los 60 años de la Fundación Ángel Ramos, colectiva que ya abrió al público para presentar una muestra del trabajo que todos exhibieron en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos, SalaFAR, entre los años 2016 y 2018. Veintinueve piezas realizadas en medios como pintura, dibujo, fotografía, serigrafía y cerámica por los artistas Annie Saldaña, Antonio Martorell, Diana Dávila, Fernando Paes, Naimar Ramírez, Nelson Sambolín, Nereidín Feliciano, Sofía Arsuaga, así como Sandra Vázquez e Isamar Colón, para Taller Una, dejan ver no solo las preocupaciones colectivas sino además las individuales. Según consignó en su escrito curatorial Juan Carlos López Quintero, curador en Jefe del MAPR, el trabajo expuesto permite “apreciar la variedad de temas y recursos empleados hoy por los artistas del archipiélago puertorriqueño”. ABSTRACCIÓN Tanto Sofía Arsuaga como Fernando Paes manejaron la abstracción en sus respectivas exposiciones. Arsuaga presenta en la bienal A fuerza de ser, Alas al viento y Ando a vuelo y, según Quintero, la creadora considera su trabajo el fruto de una meditación, “una exploración de su persona plasmada en capas de pintura que va raspando, dejando marcas y rastros”. “Se trata de una abstracción lírica que busca expresar un paisaje interior”, dice el curador del MAPR. Sofía Arsuaga “Me siento orgullosa del producto”, dice emocionada Arsuaga. “Esto es un proceso, uno no llega aquí de la noche a la mañana, todos somos artistas que llevamos años trabajando para estar aquí y al ver tantos artistas diferentes, tanto trabajo diferente (pero) todo se reúne en uno. Es maravilloso ver las técnicas y estilos diferentes, siento que estoy en un lugar muy especial con personas muy especiales y talentosas ,así que gracias por la oportunidad”. Sobre su exposición previa en SalaFAR asegura que “fue uno de mis grandes logros”, ya que presentó un cuerpo de trabajo al que le dedicó horas de empeño y reflexión. “Mi trabajo es como una experiencia espiritual, es una sanación. Para mí fue un proceso especial estar en esa sala tan bella, la exposición que tuve al público, el recibimiento de la Fundación, el respeto, fue sumamente especial tener esa experiencia”, indicó Arsuaga. Fernando Paes Otro que manejó la abstracción fue Paes cuya obra, según explicó en entrevista previa, parte de las manchas de pintura que sus alumnos derraman en los pisos del taller. “El artista encola la tela y al ponerla en contacto con el piso transfiere a ella las manchas, dándoles nuevas perspectivas. Son marcas y restos, huellas y paisajes recuperados”, describe López Quintero. En la bienal presenta Composición 6 y Composición 4, dos lienzos inmensos. “Estar en el MAPR es el sueño de todo artista, creo que aquí se presentan los mejores y para mí es un honor estar aquí. Es una sala muy diferente, mucho más amplia y espero que el trabajo luzca, así como lució en SalaFAR”, mencionó Paes quien agregó que exponer en SalaFAR fue “tremenda experiencia”. “Primero porque es un grupo selecto de artistas, hay una curadoría, hay un proceso de selección que me siento honrado de haber participado. La sala es una maravilla porque es pequeña, pero permite un juego de trabajos pequeños y grandes. Solo quisiera agradecer mucho toda la oportunidad que nos han brindado”, agregó Paes. CALIGRAFÍA En esta bienal se presentan tres obras en tinta sobre papel de la maestra de la caligrafía, Nereidín Feliciano: En este mundo de plástico y de ruido…, Tejido Darío y Queda prohibido no convertir en realidad tus sueños. Nereidín Feliciano “Si bien los trabajos seleccionados parten de textos que pueden ser perfectamente leídos y no intentan ser abstracciones, la cercanía de las letras y el trazo sinuoso nos presenta un tejido tupido de gran belleza plástica”, advierte el curador López Quintero. “Hoy me siento casi como Miss Universe, porque es la primera vez que hay caligrafía en el Museo de Arte de Puerto Rico”, confesó Feliciano durante la apertura. “Tener piezas en el Museo es un honor, un privilegio y además estoy en compañía de las nenas de Taller Una; de (Antonio) Toño Martorell, que es mi amigo; de Sofía Arsuaga, que fue mi estudiante; y de Diana Dávila, que fuimos compañeras en Sagrado (Universidad del Sagrado Corazón). Es bien importante para mí porque llevo unos cuantos años tratando de que la caligrafía se vea como arte, no como una cosita que se hacen diplomitas y sobres; eso sí se hace con caligrafía, pero además se hacen muchas cosas más y nosotros tenemos que ponernos al día, no solo con Estados Unidos sino también con Europa”. FOTOGRAFÍA Dos exponentes trabajaron la fotografía en el ciclo expositivo que abarca esta bienal, Annie Saldaña y Naimar Ramírez. Saldaña muestra impresión digital con tinta pigmentada en Untitled, 2800 y One Brickell Square. Annie Saldaña “Siempre en términos abstractos, pero esta vez geométricos, la joven fotógrafa Annie Saldaña Matías capta con su cámara escorzos de arquitectura donde el ritmo y la repetición son protagónicos. La artista invita al espectador para que aprecie aspectos de estética y composición, balance y armonía en las cosas simples”, propone el curador de la bienal. “Participar de la Segunda Bienal SalaFAR, llevándose a cabo en el Museo de Arte de Puerto Rico, es como un sueño hecho realidad. Es la primera vez que logro exhibir en el Museo, así que como artista emergente todos queremos poder llegar a exhibir en una institución de renombre así que la institución, junto con la Fundación, han creado en mi un efecto grandísimo al poder presentar mi fotografía ante un público más amplio, además de poder estar rodeada de la obra de otros artistas bien importantes y conocidos en lo que es la historia del arte en Puerto Rico. Realmente para mí es un honor”, confesó Saldaña. Igual siente con respecto a su paso por SalaFAR, donde ofreció un taller educativo de fotografía que le resultó “bien interesante”. “Como educadora siempre me lleno de mucha gracia de poder ofrecer un poquito de mi información y mi conocimiento. Tuvimos niños pequeñitos, adultos, personas mayores, creo que lo más importante dentro de todo es poder ofrecer lo que uno hace; hacemos arte porque lo queremos compartir”, destacó Saldaña. En el caso de Ramírez, muestra las obras Piedras, Rejas y Más – caras, en su mayoría impresas con tinta UV sobre acrílico. “Etéreas y sorprendentes son las máscaras de Naimar Ramírez. En sus obras, rejas, piedras y pergaminos cobran volumen, nos encaran mimetizadas”, dice desde su óptica curatorial, López Quintero. Naimar Ramírez “Es un gran honor”, dice Ramírez sobre su retorno al Museo luego de exhibir en sus salas este mismo año tras resultar ganador a de la Beca Lexus para las Artes. “Estoy que todavía no me lo creo”. “Ha sido un año bien exitoso y rapidito y lleno de cosas. Estoy muy contenta de estar aquí, de formar parte de esta exhibición y que sea abierta al público que pueda venir a ver la variedad de edad, experiencia y trabajo que se presenta en SalaFAR”, dijo Ramírez. La artista celebra además el público diverso que vio sus obras en SalaFAR y el contacto en el taller que brindó. “Hablar con adultos y niños, personas completamente diferentes y ajenas al mundo de las artes, sobre mi trabajo siempre es bien especial. Ellos me enseñan a ver un montón de cosas que quizás yo no estaba viendo o a darme cuenta de que quizás estaba, sub conscientemente, tratando de hacer un tipo de trabajo que no lo estaba quizás aceptando o pensando conscientemente en el proceso y resulta que al final tiene muchos niveles de contenido”, indicó. CERÁMICA El azul se impone en el trabajo en cerámica que presenta Diana Dávila en la bienal: Hacia el archipiélago de sueños, Viajeros todos y No me detengo. Diana Dávila “Las tres obras de la ceramista y escultora Diana Dávila tienen que ver con el agua y las embarcaciones, metáforas del viaje, creando así contundentes abstracciones poéticas de nuestras vidas”, afirma López Quintero. “Este es un momento bien especial. El Museo ha sido parte especial de mi vida por muchos años, así que poder estar aquí con el grupo de todos los que han exhibido en SalaFAR en estos tiempos, pues estoy feliz. Me siento honrada y contenta de poder compartir aquí con todos los colegas artistas en esta Bienal”, mencionó Dávila. Recordó que, dado a que “hacía mucho tiempo que no hacía una exhibición sola”, la experiencia en SalaFAR “fue bien significativa”. “Redondeó un cúmulo de trabajo de mucho tiempo, aunque todo se concentró en lo que hice en los últimos dos años antes de la exhibición”, comenta y agrega que también disfrutó en SalaFAR de “tener el flujo de la gente que no llega a una galería y tener la oportunidad de conversar con ellos, leer el libro y sus comentarios; eso lo hizo bien humano y personal”. SERIGRAFÍA “Enriqueciendo la variedad de esta segunda edición de la Bienal SalaFAR, seis serigrafías sobre cerámica de tema navideño realizadas por el Taller Una son piezas donde prevalece la técnica y el espíritu religioso, testimonios de dos tradiciones muy puertorriqueñas: la Pascua y el grabado”, aseveró el curador López Quintero sobre la propuesta de este dúo creativo integrado por Sandra Vázquez e Isamar Colón. Taller Una presenta Lluvia de estrellas, La trillita, A tu amparo, Magos de Oriente, Ofrenda boricua y Otra ofrenda. “Es un orgullo estar expuesta en estas paredes con artistas prestigiosos y conocidos y de otros medios que son bien diferentes al medio que nosotros trabajamos pero que igualmente son mágicos, como la serigrafía, porque te permiten transformar superficies, crear de la nada y presentarle a un público lo que está dentro de ti, lo que tú conoces. Al presentar algo de ti -y a través de estas paredes- yo estoy conociendo algo de estos artistas que a lo mejor no tuve el placer de visitar su exposición, y ahora estoy viendo un poco de cada uno de ellos”, sostiene Vázquez. Poder trabajar para su muestra en SalaFAR el tema tradicional de la Navidad, el cual describen como “el tema que más nos gusta”, significó “un orgullo para nosotras”. “Nuestros recuerdos de la infancia, de nuestros amigos, los plasmamos en imágenes sobre papel, sobre losa y sobre madera y preparamos ese material para presentarlo en la SalaFAR, ya que la exposición se dio cerca de esa fecha”, explica. DIBUJO Dos grandes artistas nuestros también integran esta bienal. “Los maestros de la plástica Antonio Martorell y Nelson Sambolín basan sus obras en objetos cotidianos. El primero emplea pintura en aerosol y tinta para presentarnos sombrillas y sombreros donde no falta la silueta y la sombra de su persona. Son trabajos inquietantes y, como muchas de sus obras, autorreferenciales. Sambolín, por su parte, nos presenta una serie de elegantes gabanes de gran colorido, dos de ellos sobre estructuras de madera, obras también enigmáticas que nos remiten a la teatralidad de los roles sociales”, indica el curador López Quntero. Sambolín muestra Illuminati 7, Illuminati 5 y Se recogen escombros. Nelson Sambolín Afirma que disfrutó ver sus piezas “en este contexto” y le parece que están “bien diseñados los espacios, las paredes y los ángulos versus lo tonal, lo delicado”. “El tiempo que uno le dedica a elaborar un color, una forma, como se confrontan esas dos cosas tan diferentes además la calidad de la obra que con todo y que es desigual, como corresponde a toda exposición colectiva, es de nivel”, resaltó Sambolín. De inmediato comenta sobre su experiencia en SalaFAR, ya que puedo traer niños de la escuela en que estudió en su natal Salinas y coordinó un conversatorio sobre el impacto de María en instituciones, colecciones y coleccionistas, y se ofrecieron recomendaciones de cara al futuro. “SalaFAR me dio la oportunidad de hacer cosas que a mí me gusta hacer como traerme de la mano a los niños de mi barrio, cosa que yo mientras tenga la oportunidad lo hago. Los trajimos, compartimos, hicieron hasta una coreografía de los pajaritos. Yo les hago saber que su escuela es mi escuela, que yo vengo del mismo barrio de ellos y que yo no salí de ese barrio, yo soy de ese barrio, somos de ese barrio”, dijo. Sobre el conversatorio señaló que “salió bien chévere, mejor de lo que yo pensaba, allí se dijeron cosas inteligentes”. Aunque ausente en la apertura, la Segunda Bienal SalaFAR cuenta con las piezas Sombra, sombrilla y sombrero VIII; Sombra, sombrilla y sombrero XI; y Sombra, sombrilla y sombrero I, de Antonio Martorell. Sigue pendiente al calendario de actividades educativas que traerá la Segunda Bienal SalaFAR: En celebración de los 60 años de la Fundación Ángel Ramos, que difundiremos en nuestras redes sociales en Facebook (FundacionAngelRamos), Twitter (FAROenegé) e Instagram (far_oenege), así como en la página www.mapr.org. Para más información, llame al (787) 977-6277. Fotos: Javier del Valle
A su manera, con los recursos artísticos disponibles hoy, el artista Eduardo Cabrer rinde homenaje a uno de los maestros de la pintura puertorriqueña, Francisco Oller. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Este palique cuenta con dos conversadores: Francisco Oller y Eduardo Cabrer. Pero no median palabras en la charla, sino diez obras de arte que entremezclan la fotografía y la pintura en aerosol con las que Cabrer rinde homenaje al maestro Oller. De esta forma, presenta su versión de bodegones de este siglo en la muestra Palique, que ya se exhibe en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR). Laura López, directora ejecutiva de la Fundación Ángel Ramos; Eduardo Cabrer, artista; y el licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente de la Fundación de directores de la Fundación Ángel Ramos . Foto / Javier del Valle Cabrer se confiesa seguidor de la obra de Oller, pintor nacido en el 1833 en Bayamón y creador de obras claves en nuestra historia plástica como “El Velorio”, que manejó el impresionismo y el realismo con acierto. “Yo parto de un punto de partida de admiración, admiro mucho el trabajo de Oller, admiro su técnica porque entiendo que a pesar de que estuvo en el movimiento impresionista volvió a su origen. Él se pudo haber quedado en París con Cézanne, con Monet, pero había algo que todavía lo llamaba a regresar a Puerto Rico y buscar su identidad. Poco a poco se alejó del impresionismo y entró a lo que es el realismo; su habilidad y su técnica son impresionantes. Yo no tengo la paciencia que él tiene para trabajar una obra y mi forma de rendirle homenaje no es pintando, es con la fotografía; lo más cercano que como artista me puedo ir al realismo es con los bodegones”, explica Cabrer, santurcino nacido en el 1976. Tituló la exhibición Palique, “porque es una conversación en temas principalmente cotidianos”. “Lo que se está presentando es un intercambio, un diálogo de ideas y de puntos de vista marcados por el tiempo en que cada uno de nosotros –Oller y yo- nos ha tocado vivir”, indica. La conversación estética también provee espacio para comentar sobre la experiencia de vida caribeña. “Podemos llevar el mensaje de quiénes somos, de nuestros colores, sabores y costumbres”, opina el artista que cursó estudios de Arte y Diseño en la Universidad de Miami, en la Universidad del Sagrado Corazón y en la Universidad de George Washington, donde completó el grado de maestría en Bellas Artes. “Soy una persona bien sencilla yo no rebusco mucho las cosas, no las complico y creo que el mero hecho de ser caribeño implica los colores que vemos, las frutas, lo que estamos acostumbrados a comer, el sabor de las cosas, la música. Creo que hay muchas cosas que nos definen; tendemos a ser personas alegres, apreciamos la luz, tenemos este sol siempre encima de nosotros que nos resalta nuestros alrededores a diferencia de cuando te empiezas a separar del Caribe. A eso me refiero cuando digo soy caribeño”, abunda el artista. Esos códigos visuales atrapan. Cabrer resalta que Oller andaba de viaje por Europa, pero le resultó prioritario retornar a la Isla. Con él comparte el mismo sentimiento. “Yo también ansío estar en esa zona, ese paralelismo está”, revela. MANO A MANO El trabajo que Cabrer realiza con los bodegones inicia con la búsqueda de referencias visuales, el estudio de aspectos como la perspectiva y la búsqueda de los objetos necesarios para recrear el bodegón, desde platos, manteles y frutas hasta un machete o una canasta de paja. En medio de las escenas usuales de bodegones –con sus frutos rebosantes y coloridos- hacen su aparición elementos contemporáneos como un zapatito de niño o una bolsa plástica con la inscripción “Thank you” como las que solemos recibir en las tiendas. Eduardo Cabrer propuso un "palique" con el maestro Francisco Oller, en la muestra que presenta en SalaFAR. Mediante fotos e intervención de planchas en acero, este crea nuevas versiones de los bodegones trabajados por el afamado pintor puertorriqueño. Foto / Javier del Valle El artista acomoda los objetos y los retrata. Después, interviene una plancha de acero inoxidable, la pinta con aerosol, le aplica acetona y, una vez seca la pintura, realiza marcas específicas del lugar en el que interesa transferir los pigmentos de la fotografía del bodegón que tomó al principio. Cuando todo está listo, transfiere la imagen sobre la plancha intervenida creando así la versión final que se aprecia en SalaFAR. “Trato de conseguir todo lo más cercano posible a lo que él tenía, es una forma de documentar la diferencia entre su época y la nuestra. Este proyecto lo empecé antes del huracán María y me tomó un año volver a caerle encima porque no aparecía nada. Quise hacer una pieza con unas guanábanas y no pude porque todavía es que no las consigo. Hay una pieza, “Gracias, Thank you, gracias” que presenta el contraste; hay canastos en referencia a cómo recogías las frutas antes en el campo y ahora una bolsa plástica de colmado. Indirectamente tienes un mensaje también de la influencia americana que es algo que él lo estaba denunciando en “El velorio””, expone Cabrer. El artista sostiene que al usar el aerosol hace referencia al impresionismo “que era todo pinceladas sueltas con propósito, todas resaltando la luz”. “… yo no pretendo ser Oller, esto sale de pura admiración a su trabajo. A Oller no le llego ni a los tobillos”. Por otra parte, dado que la imagen no se imprime en un papel sino en una plancha, carece del color blanco. Cabrer lo añade aparte, entonces, al hacer la transferencia de pigmentos de la imagen fotografiada sobresalen los tonos que agregó. “Así que estoy combinado lo que es el impresionismo con lo que es el realismo, son cosas que hizo Oller. Él lo hizo pintando, si tomas la obra “El velorio” tienes impresionismo en el paisaje que ves a través de las ventanas y puertas mientras que todo lo que está pasando dentro del bohío es realismo. Igual que él hizo esa mezcla yo estoy haciendo otra, con otros resultados, pero es mi forma de rendirle homenaje a los dos movimientos”, propone. Dicha técnica de trabajo, Cabrer la califica como “inventos míos buscando accidentes” en su taller en Santurce el cual describe como “un laboratorio”. Con su muestra Palique, el creador aspira a “poder compartir lo que hago” y provocar “que alguien más se interese en el trabajo de Oller”. “Creo que es importante aprender de los maestros de esa generación. Si a la misma vez podemos definir el momento en que vivimos, porque las piezas tienen unos detallitos de la realidad nuestra, de las distintas influencias que hay en la vida de hoy día que son distintas a la de Oller, eso te obliga a conocer la época. Si uno motiva a la gente a conocer un poquito más de la cultura eso es importante. Yo estoy bien agradecido de la oportunidad; yo no pretendo ser Oller, esto sale de pura admiración a su trabajo. A Oller no le llego ni a los tobillos”, insiste. SalaFAR fue inaugurada en el año 2010 para mostrar al público el trabajo que realizan artistas plásticos en Puerto Rico. Tanto el acceso a la sala como al programa educativo que provoca cada nueva exhibición es gratuito para público de todas edades. Palique continuará abierta hasta mediados de noviembre. Para más información, llame al 787-763-3530. Fotos: Javier del Valle