Sube a escena este fin de semana, “¿Y los pasteles? Ópera jíbara en dos actos”, luego de ganar una subvención de prestigioso programa estadounidense. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Johanny Navarro compuso la ópera durante el 2020. Foto / Suministrada La pregunta es seria, ¿dónde están los pasteles? Y la respuesta la encontrarás en la puesta en escena de “¿Y los pasteles? Ópera jíbara en dos actos”, de la compositora boricua Johanny Navarro, que tras su posposición debido al repunte de contagios por COVID-19 el pasado mes de enero, finalmente subirá a escena este 28 y 30 de julio, a las 8:00 p.m., en la Sala de Drama René Marqués del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré, en Santurce. Teatro de la Ópera y ProArte Musical unieron esfuerzos para que subiera el telón para la pieza que contará con libreto del primer actor, José Félix Gómez. Voces puertorriqueñas dan vida a la historia y destacan las sopranos Carla Vargas y Zulimar López Hernández, el tenor Jehú Otero Mateo, el barítono Martín Alicea y la mezzosoprano Anamer Castrello. Completan el elenco jóvenes talentos de la escena lírica como Nasha Padilla Ramírez, Camille Robles, Alberto Pérez Morales y José Camuy, bajo la dirección de Yabetza Vivas Irizarry. Egresados y estudiantes del Conservatorio de Música de Puerto Rico, así como integrantes de nuestra Orquesta Sinfónica, conforman la orquesta para la velada y a ella se unen la percusión, el güiro y el bongó. El diseño de escenografía y luces será obra del maestro José “Checo” Cuevas y la dirección escénica estará a cargo de la bailaora y artista multidisciplinaria, Jeanne D’Arc Casas. La joven compositora Johanny Navarro desarrolló la ópera gracias a una subvención del programa Opera Grants for Female Composers de Opera America otorgada en el 2020. Cuando se sometió la versión original, exhortaron a la compositora a que explorara más posibilidades y recomendaron que añadiera el segundo acto. Dado que nuestra música autóctona es la base de este trabajo, espera encontrar los distintivos seises y aguinaldos, pero con una nueva proyección. LA MÚSICA José Camuy integra el elenco. Foto / Suministrada La pieza artística combina dos ingredientes de forma innovadora: ritmos autóctonos con interpretación sinfónica. Navarro logró compartir la propuesta que sonaba muy bien en su cabeza. “Cuando decidimos la temática de la obra y ubicarla en el contexto navideño, yo quería utilizar todas estas melodías de los seises y los aguinaldos, pero interpretadas por instrumentos sinfónicos y en las melodías de los cantantes. De repente ellos están haciendo una línea melódica y es un seis, o inspirada en un seis, y así mismo está en la partitura puesto, ‘seis bombeao’, ‘seis enramada’. Voy utilizando todas estas melodías de la música jibara puertorriqueña para ambientar y darle forma sonora a la ópera. Fue interesante hacer esa combinación que fluye de forma tan orgánica en el contexto de la obra, me parece fascinante”, revela Navarro. “Cuando uno presenta una pieza nueva hay muchos elementos pasando, pero lo importante es que la audiencia pueda adentrarse a ese mundo que José Félix y yo hemos pintado, porque eso es lo que hacemos con la ópera, creamos un mundo aparte e invitamos a la gente a que en esos 90 minutos sean parte de la ópera. Como compositora de ópera mi enfoque es que el público se envuelva, que se lo disfrute”, confiesa la creadora musical. LA TRAMA Camille Robles, joven cantante lírica. Foto / Suministrada Las tradiciones festivas boricuas sientan la pauta en este trabajo. La protagonista de la ópera es Chica, una universitaria recién graduada, que invita a sus amigos a celebrar una tradicional fiesta navideña en el campo. Su madre, Doña Tere, se opone tenazmente porque no hay pasteles y, a su juicio, “sin pasteles no hay Navidad”. Ese no es el único dilema que enfrenta Chica puesto que a la fiesta llegan John, un enamorado que aspira formalizar su relación con ella, y Nando, un empleado del cafetal de los padres de Chica, quien se ocupó de que la joven se enamorara del cultivo del café, floreciendo el amor en el proceso. Por supuesto, los invitados a la fiesta toman bandos entre los dos enamorados. La compositora afirma sentirse “honrada” de trabajar el proyecto “con instituciones importantes y con un elenco puertorriqueño”. Destaca que cuentan con veteranos con experiencia en el entorno operático local, así como con “cantantes que hacen su debut operático con nosotros”. “Tenemos una gama interesante de colores de voz y de visuales. Quiero que el público asista a la obra y me diga qué le pareció, si la ópera y la música autóctona combinan, si el argumento les convenció, si rieron o lloraron”, culmina Navarro. También sería bueno saber si en algún momento aparecen los pasteles en la fiesta. Puedes comprar los boletos en el portal de Ticketera y en la boletería del Centro de Bellas Artes. Fotos / Suministradas
Proyectos de sustentabilidad agrícola, alimentaria y en la construcción sientan la pauta de esta organización. Conoce sus tareas. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Rebeka Sánchez Cruz, directora del Programa de Agricultura. Foto / Javier del Valle Como los diligentes trabajadores de la tierra que son, el equipo de la organización Plenitud PR ha desarrollado la paciencia para esperar a que los frutos germinen y por los cambios que buscan propiciar entre la población que sirven en Las Marías. La calma sienta la pauta en las 15 cuerdas que acogen la labor de la organización en el barrio Alto Sano de dicho pueblo. A donde se escape tu mirada, se topará con un exuberante paisaje verde repleto de posibilidades para ojos alertas. “Nuestros tres pilares son el servicio, la sustentabilidad y la comunidad. Nos dedicamos a compartir destrezas en agroecología, agricultura, bioconstrucción y recogido de agua de lluvia, esos son nuestros programas más técnicos. También, tenemos otros más sociales como “Amo a mi Abu” en el que apoyamos a nuestras personas vulnerables envejecientes, y a la niñez y a la juventud en “Crezco en Plenitud”, que es un programa de educación holística y provee oportunidades extracurriculares de agricultura, ecología, cocina natural, salud y bienestar”, explica Paula Paoli Garrido, codirectora junto a Owen Ingley de la organización que nació en el 2008. Estudiantes voluntarios Natalia Hernández Maldonado y Pablo Andrés Figueroa. Foto / Javier del Valle Las Marías no fue su casa inicial. Un grupo de egresados boricuas de la Universidad de Florida, decidió regresar a la isla y poner en práctica sus ideas para vivir en armonía con la naturaleza. Comenzaron su labor en una finca en Morovis que fungió de base para crear jardines urbanos y comunitarios alrededor de Puerto Rico. Las alianzas fueron el cimiento para el crecimiento de Plenitud PR y en el 2011 llegó a Las Marías, donde establecieron la base de su Centro de Sustentabilidad Vivencial. Unos 50 voluntarios conforman la red que permite maximizar el alcance de la Finca Plenitud, la cocina, eventos y proyectos comunitarios, así como la agricultura sustentable. Cultivan ¼ de cuerda de terreno donde entrenan a futuros agricultores. Paula Paoli Garrido, cofundadora de Plenitud PR. Foto / Javier del Valle “El equipo de servicio aquí somos como 30. Esta comunidad es súper rural, aislada y muchos de los recursos no llegan y nosotros llenamos un nicho de educación holística para la niñez, cosas tan sencillas como proveer la seguridad alimentaria en la región; a pesar de que es agrícola y hay monocultivos de café y chinas. Ahora mismo estamos alimentando más de 92 familias con lo que cosechamos y apoyamos agricultores con herramientas. Colaboramos mucho con la Universidad de Puerto Rico ofreciendo internados a los estudiantes y tenemos un impacto directo ayudando a que la comunidad sea más sustentable”, explica Paoli. Se refiere al centro comunitario que gracias al apoyo de varias fundaciones está equipado para manejar emergencias, a la energía solar y al agua de lluvia que utilizan, y a la cocina comunitaria equipada para servir 1,000 plantos de comida al día si fuera necesario. Parte del equipo de trabajo y voluntarios de Plenitud PR. Foto / Javier del Valle “Gracias a las alianzas hemos podido estar preparados para cualquier emergencia”, afirma Paoli. Pablo Andrés Figueroa Rosario estudia en el programa de Horticultura, de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez y se unió a Plenitud PR “porque amo la agricultura y es mi propósito de vida”. Allí produce hortalizas frutales y se interesa por el desarrollo de bosques comestibles y frutales. “Desde que comencé mis estudios en el recinto, estudiante del cambio climático, quise ver de qué forma podía impactar la situación. Durante el COVID empecé a sembrar porque sentí que era una de las formas más inmediatas que podía actuar y en ese viaje me interesó cómo podíamos producir alimentos que no impacten negativamente el clima y nuestra salud. En esa investigación llegué a Plenitud. Mi parte favorita del trabajo es ese contacto con la tierra, esa vida en el suelo”, menciona Figueroa y subraya su admiración por “el diseño maestro que existe en la naturaleza”, el cual busca replicar “para que nos beneficie”. AGRICULTURA SÍ, PERO ¿CUÁL? Rebeka Sánchez Cruz, directora del programa de Agricultura, destacó que en la organización favorecen prácticas de permacultura y agroecología. “Son dos escuelas de pensamiento que utilizan el modelo natural como guía para desarrollar nuestras siembras de una manera sustentable. Cuando los participantes de nuestros cursos vienen a la finca por primera vez, muchas veces no han visto cómo crecen muchos cultivos que ellos consumen en su día a día y siempre están bien emocionadas cuando logran cosechar después de tres meses su repollo, su cilantrillo, sus tomates y se los comen en su casa y dicen ‘wao, esto no sabe a nada de lo que yo pruebo cuando compro en el supermercado’”, relata Sánchez. Luego de procesos de mentoría y cursos, múltiples participantes se aventuran con proyectos que van desde los huertos caseros hasta las siembras comerciales. “Se dan cuenta de que no está tan lejano el poder uno sembrar y cosechar cantidades grandes dentro de espacios pequeños y poder alimentar a su núcleo familiar y luego hasta participar en los mercados. Con la comunidad que servimos en Las Marías y en Puerto Rico, nosotros estamos reaprendiendo a comer”, dice Sánchez aludiendo al dominio de productos enlatados y procesados. “¿Qué es eso? ¿Cómo se cocina? ¡Wao, tienes acelgas, no las he visto en años en Puerto Rico!”, son algunos de los comentarios que reciben y evidencian la desconexión de los boricuas con la tierra. “Estamos educándonos en conjunto con ellos para que volvamos a consumir lo que estamos produciendo en la tierra”, afirma Sánchez quien confiesa que se interesó por la agricultura ante la realidad de que en la isla “casi todo se importa”. En Plenitud PR, finca y cocina trabajan de la mano y se vive “una soberanía alimentaria que puede ocurrir en Puerto Rico”. “Queremos que esto se siga regando a través de todo el archipiélago y que podamos tener esa vida saludable, sustentable, en armonía con la naturaleza y en comunidad”, dice Sánchez esperanzada. Infórmate sobre los servicios de la organización en su página https://es.plenitudpr.org o en Facebook, PlenitudPR. Fotos y vídeo: Javier del Valle Plenitud PR y Las Marías 82% de la niñez y la juventud participante vive bajo niveles de pobreza 61% es el nivel de pobreza promedio en la región de Las Marías y pueblos limítrofes 51% de los hogares con menores que sirven, uno o ambos padres están sin empleo. Fuente: Plenitud PR
Las restricciones para evitar contagios con COVID-19 se relajan y el país redefine su forma de vida y trabajo con un virus que no tiene intenciones de desaparecer. ¿Cómo lo hace el tercer sector? Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Sor Faustina Rodríguez Vargas junto al equipo de colaboradores y participantes de Centro Ferrán. Foto / Facebook Pregúntale a cualquier boricua y te enumerará con orgullo sus planes de contingencia establecidos para eventos catastróficos a escoger: huracanes, terremotos y pandemia. Luego de lo vivido en los últimos cinco años aprendimos a prepararnos con tiempo, pero en el caso de la pandemia por COVID-19 los protocolos siguen cambiantes, puesto que con el virus seguiremos viviendo. Al igual que el sector público y el privado, las organizaciones sin fines de lucro han debido rehacer nuevamente sus protocolos de trabajo para ingeniar modos que les permitan seguir siriviendo a sus participantes y comunidades. Dos años después del cierre total en marzo de 2020, ha pasado tiempo suficiente para saber cuáles procesos funcionan y cuáles deben descartarse. El centro Ferrán continúa sirviendo a la comunidad. Foto / Facebook “Nosotros empezamos a abrir al público en noviembre de 2020 y con horario especial. Los empleados se mantuvieron en trabajo híbrido. El museo es bastante grande y somos pocos empleados así que, en términos del espacio, no nos sentíamos en riesgo. Siempre mantuvimos el protocolo estricto, especialmente el uso de la mascarilla que todavía es requerida. El público empezó a llegar poco a poco y fuimos añadiendo días al horario para visitas. Ahora todos los empleados estamos trabajando de forma presencial”, explica María Ángela López Vilella, directora del Museo de Las Américas, ubicado en el segundo piso del Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan. Los turistas llegaron primero y luego los estudiantes, cuando las escuelas retomaron la educación presencial. “Ya estamos recibiendo más grupos escolares y hemos notado un incremento en el turismo sanjuanero, que es el que nosotros recibimos porque somos una de las opciones de visita en la isleta. Con los empleados ya tenemos el horario que teníamos antes de la pandemia”, explica López. El cambio en el horario de las tutorías permite mayor atención individualizada a los estudiantes. Foto / Facebook No han experimentado contagios con el virus entre los empleados, pero a la directora no le preocupa que alguna cuarentena afecte el funcionamiento del museo, ya que el inicio de la pandemia les sirvió de “simulacro”. Si la salud lo permite, pueden trabajar de forma remota. “Ya un contagio no es una cosa de espanto y de salir corriendo, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Aún así, seguimos cuidándonos”, señala. “Creo que ahora estamos más fortalecidos como institución porque añadimos un protocolo que no teníamos para este tipo de emergencia porque nunca habíamos pasado por una pandemia. Esa transición de trasladar toda nuestra programación y hasta los talleres al mundo cibernético ha sido una forma de crecimiento increíble y apresurada. Teníamos varios programas empezados en esa dirección, pero la pandemia nos obligó a ir de manera más rápida. En el tercer sector somos muy creativos y eso nos ayuda a sobrellevar la pandemia”, menciona la directora y destaca la acertada aportación a la salud mental de la población realizada por el circuito cultural durante el confinamiento. Las comunidades tuvieron otra oportunidad de comprobar que “el tercer sector es resiliente y siempre está ahí”, dice López. NUEVOS ALIADOS El regreso a clases presenciales trajo de vuelta los estudiantes al Museo de las Américas. Foto / Facebook El Centro de Servicios Ferrán, situado en la comunidad con igual nombre en Ponce, atiende mensualmente unos 300 participantes para brindarles servicios de trabajo social, sicológico, tutorías, talleres y servicios de biblioteca. Hace más de cinco décadas es manejado por las Hermanas Dominicas de Fátima. “El COVID-19 nos cambió la rutina drásticamente”, dice Sor Faustina Rodríguez Vargas, directora del Centro. “Como todo el mundo empezamos a ofrecer los servicios de forma virtual y luego en días alternos para mantener el distanciamiento físico. En principio tuvimos la locura en que se volvió todo porque se limitaba la cantidad de participantes que podíamos atender por hora, pero lo positivo podría ser que ahora con los horarios estamos más tranquilos, aunque nosotros aquí siempre estamos aquí corriendo”. Como ejemplo menciona los servicios de tutorías. “Al ponerlos por hora hay más trabajo especializado porque si antes se tomaban cien nenes, pues era más difícil para el maestro darle el tiempo y el servicio especializado que necesitaba. Al estar por día y por hora ahora los maestros pueden tener mejor relación con ellos, ofrecer un servicio mejor”, explica Sor Faustina. “Ya nos acostumbramos a que si llama alguien a decir que se enfermó hay que hacernos la prueba, tenemos que desinfectar y seguimos trabajando aunque el otro no esté”. El primer año no vivieron ningún contagio entre los empleados, pero este semestre “ha sido bien fuerte”. “Han salido con COVID-19 los empleados, gracias a Dios las monjitas no y yo digo que estamos inmunes porque con tanta gente que viene aquí. La buena limpieza que se hace aquí ayuda mucho. Ya nos acostumbramos a que si llama alguien a decir que se enfermó hay que hacernos la prueba, tenemos que desinfectar y seguimos trabajando aunque el otro no esté. De los niños y las participantes de los talleres no han salido muchos con COVID. El reto más grande con el protocolo son los adultos porque los niños se acostumbran más fácil, ellos mismos se desinfectan las manos con alcohol”, agrega. La directora del Centro Ferrán opina que el público “no está aceptando esto de que el COVID-19 se va a quedar”. “Llevamos dos años con esto, hemos educado bastante, y todavía hay gente que no quiere echarse alcohol en las manos o entran sin mascarilla y hay que recordársela”. La exhibición "Transiciones en el tiempo", del artista ecuatoriano Olmedo Quimbita, está abierta al público en el Museo de Las Américas. Foto / Facebook Los trabajos del Centro no se han limitado y otras puertas se han abierto para conocer nuevos socios filantrópicos. “Por ejemplo el Programa Mano Amiga, de la Fundación Plaza del Caribe, nos ayudó con un proyecto para repartir alcohol y desinfectante de manos, Fondos Unidos nos ayudó a impactar sectores y comunidades que hace años el Centro no visitaba como Los Chinos o El Tamarindo”, dice. El Centro Ferrán es un vecino más en la comunidad. “Estamos aquí pa’lante y seguimos dando nuestros servicios y reiventándonos también para seguir ayudando a las comunidades”, proclama entusiasmada Sor Faustina. Sigue la obra del Museo de Las Américas y del Centro de Servicios Ferrán en Facebook bajo Museo de Las Américas y Centro de Servicios Ferrán y Punta Diamante.
La organización apoya la educación de poblaciones infantiles, juveniles y adultas para que se relacionen saludablemente con la agricultura, al igual que propone nuevos modelos de vivienda. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Ingeniera Laura García, desarrolladora del Programa de Bioconstrucción. Foto / Javier del Valle La petición que la organización Plenitud PR recibió en el 2015 fue inesperada. Un maestro llamó al portón de entrada de su sede localizada en el barrio Alto Sano en Las Marías pidiendo ayuda; quería expandir su salón de clases fuera de las cuatro paredes tradicionales y crear un huerto en el patio de la escuela. Así nació el programa Crezco en Plenitud, con el que la organización ofrece educación holística para la niñez y juventud de la zona. “Vengan a nuestras escuelas, necesitamos ayuda”, cuenta Paula Paoli Garrido, que le dijo el maestro de la escuela Raúl Ibarra de Maricao y, poco después, otra maestra de una escuela en Las Marías. “Ellos tenían muchos niños con problemas de atención y querían tener un ambiente más conducente para que aprendieran. Entre un 20 y un 30% de la niñez que atendemos tienen problemas de diversidad funcional, se les hace difícil aprender en un salón de clases porque no hay recursos, no hay asistente de maestro con ellos y hay una terapeuta ocupacional para todas las escuelas. Ese maestro nos seguía por Facebook y empezamos la alianza”, cuenta Paoli. Paula Paoli Garrido, cofundadora de Plenitud PR. Foto / Javier del Valle De ahí comenzó también la relación con dos escuelas elementales más en Las Marías, en los barrios Consumo y Anones, y con una escuela superior en Añasco. Plenitud PR ayudó en la creación de huertos en los planteles y comenzó a acudir una vez a la semana a brindar lecciones. Prepararon kits de aprendizaje de temas como agricultura, recolección de agua o alimentos saludables. Una vez por semestre, invitan a los estudiantes a la finca donde conocen prácticas de sustentabilidad, les muestran los procesos de agricultura, ayudan en la preparación de alimentos saludables que consumen y hasta reciben clases de bomba en el Centro Comunitario, una cancha abandonada que el municipio autorizó su renovación y uso por parte de la organización. “Queremos exponerlos a la experiencia”, describe Paoli sobre la oportunidad de retomar el control de la agricultura y la calidad de los alimentos que se consumen, “aprenden a cultivar sus alimentos, practican el diseño del huerto hasta germinar la semilla, trasplantarla, cosechar y cocinar con los productos, lo que los lleva a abrir su paladar e incluir más vegetales en su dieta porque ellos lo cultivaron y lo están procesando”. Vistazo al interior de Clementine, una de las áreas de siembra. Foto / Javier del Valle Las lecciones son aprovechadas también por los maestros, quienes una vez al mes reciben talleres de agricultura ecológica, sobre autocuido y salud emocional. “Ellos están con los estudiantes 24/7 y nosotros solo una vez en semana, así que nuestra meta es que los maestros abracen estos principios de educación holística y usen el huerto otros días en sus clases”, señala. Y las lecciones parecen no olvidarse. Paoli cuenta la historia de José, quien comenzó en el programa cuando estaba en segundo grado. “José probó una batida de cúrcuma con guineo y leche dorada, y un veggie burguer. Cuando ya se graduaba de la escuela todavía recordaba lo que comió aquí y lo incorporó en su vida. Empezó a sembrar cúrcuma, su papá sembraba con químicos y él, que aprendía con los manuales de agroecología, lo convenció para que sembrara sin veneno y lo ayudamos a mercadear los productos”, comparte Paoli. Uno de los programas técnicos que ofrecen comenzó el pasado enero y acabó en junio. Quince jóvenes acudieron todos los viernes a Plenitud PR a reforzar destrezas agrícolas que ahora van a replicar en sus comunidades. “Queremos hacer nuevas alianzas para hacer incubadoras y cuando esos participantes estén listos, empezar a apoyarlos en el emprendimiento para que tengan menos dolores de cabeza”, señala. El proyecto de Agua Segura floreció luego del huracán María y permitió la instalación de 40 cisternas en Las Marías, gracias a una subvención de la Fundación Comunitaria de Puerto Rico. De igual manera, el Banco de Alimentos de Puerto Rico les ha ayudado a darle continuidad a la iniciativa “Amo a mi Abus”, mediante la cual reparten alimentos saludables a adultos mayores solos que les ayuden a mejorar su salud. Ésta comenzó durante la pandemia de COVID-19. “El servicio es uno de los principios que más nos guía a servir a la comunidad y a empoderarla”, afirma Paoli. Igual piensa Natalia Hernández Maldonado, graduada del programa de Agronegocios de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, quien llegó a Plenitud PR para participar del Programa Agroecológico, El Josco Bravo. “Quedé enamorada con el proyecto y decidí voluntariar; la realidad es que no he visto proyecto similar, me encanta trabajar aquí. Lo más bonito es levantarme todos los días y llegar a un espacio donde en comunidad trabajamos con la agricultura. De mis labores favoritas es aportar al material educativo, lo que le llevamos a la población, educarnos sobre la agricultura, sobre formas de cómo comer para llevar una dieta saludable y sana apoyando a lo local, y que lo que hacemos aquí es saludable, es bueno, es fresco”, sostiene Hernández. LAS CASAS La Finca de Plenitud PR también es una escuela de bioconstrucción con la que buscan presentar soluciones a la crisis de vivienda en el país. A lo largo de 10 años, el Programa de Bioconstrucción de Plenitud PR se ha dedicado a instruir sobre el uso de técnicas y materiales ecológicos y resilientes. “A través de nuestro programa hemos llegado a entrenar alrededor de 500 personas en estas oportunidades. Hemos recibido todo tipo de personas, en los últimos años hemos hecho talleres e internados específicamente para arquitectes, ingenieres y profesionales en la industria de la construcción para seguir regando esta semilla de construcción sostenible, resiliente y, sobre todo, económicamente accesible. La técnica principal que utilizamos es el Súper Adobe”, explica Laura García, ingeniera civil y desarrolladora del programa de Bioconstrucción. El Súper Adobe consiste en sacos rellenos de tierra con un poco de cemento. “Esta es una técnica que no solamente es económicamente accesible y fácil de aprender, sino que es sumamente segura y con un impacto ambiental mucho menor que la construcción convencional”, puntualiza García. Con este método aspiran a entrenar a más de 30 personas anualmente, para que puedan construir “sus proyectos y sus hogares de una manera mucho más fácil y sencilla”. Para información sobre los talleres que ofrece Plenitud PR accede su página https://es.plenitudpr.org o encuéntralos en Facebook como, PlenitudPR. Fotos y vídeo: Javier del Valle
“Observando con la NASA” estará tres meses en el Centro de Ciencias y Visitantes Fundación Ángel Ramos del Observatorio de Arecibo. ¿Qué presenta? Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Las fotos del espacio profundo nos encantan. Nos maravilla la oportunidad de ver agujeros en galaxias de tonos brillantes que parecen algodón, la formación de estrellas o el viento galáctico que sopla polvo y gas. La nueva exhibición que presenta el Observatorio de Arecibo comparte las herramientas y los datos que usan los expertos para lograr esas imágenes capturadas en la inmensidad del espacio. Se llama “Observando con la NASA” (OWN por sus siglas en inglés) y es una de las 10 exhibiciones que la NASA diseñó para compartir con 30 museos afiliados al Instituto Smithsonian durante el verano. En el Centro de Ciencias y Visitantes Fundación Ángel Ramos, ubicado en el Observatorio de Arecibo, la muestra permanecerá a lo largo de tres meses. La exhibición es interactiva. Su pantalla táctil te permite conocer las herramientas, los datos y las habilidades que los científicos espaciales de la NASA, y los expertos en visualización de datos, utilizan para crear las imágenes de los objetos del espacio profundo que tanto nos gustan. Prepárate porque podrás controlar telescopios robóticos, recibir sus datos de imágenes por correo electrónico y comparar sus propias imágenes con datos reales de la NASA. Los científicos de la NASA transforman los datos crudos de los telescopios en asombrosas astrofotografías para observar las formas, los colores y el movimiento de objetos en el universo; hasta la luz que es invisible para los ojos humanos, como la infrarroja o los rayos X, se puede convertir en imágenes coloridas. “Esta exhibición provee la oportunidad de no tan solo solicitar a uno de los Micro Observatorios de NASA en tierra que tomen una foto dirigida por el visitante, sino que les brinda la oportunidad de editar fotos tomadas por otros telescopios de NASA”, destacó Yasmin Santiago, directora Asociada del componente educativo en el OA. “Utilizando las herramientas que provee, permite resaltar áreas en los cuerpos celestes que no se ven a simple vista, facilitando el proceso de aprendizaje de nuestro público cuando hablamos del espectro electromagnético”, añade Santiago. APROVECHA TU VISITA Debes saber además que la exhibición interactiva “Sol, Tierra y Universo” ya regresó al Centro de Ciencias y Visitantes, luego de estar un año en el Centro Criollo de Ciencias y Tecnología del Caribe (C3Tec) de Caguas, tras la colaboración educativa entre ambas instituciones. “Estamos muy agradecidos del C3TEC y la Fundación Ángel Ramos por el apoyo y compromiso con el OA, que luego del colapso del telescopio nos abrieron las puertas para continuar la misión educativa que el OA tiene con Puerto Rico”, afirmó el doctor Carlos Padín, director ejecutivo del componente educativo del OA. “Sol, Tierra y Universo” incluye exhibiciones interactivas para visitantes de todas las edades. Sigue la secuencia de diseño-construcción-prueba de ingeniería para construir un modelo de nave espacial para tu propia misión al espacio. Puedes girar un cilindro que contiene 10,000 piezas, representando todas las estrellas que podemos ver desde la Tierra para localizar nuestro Sol, al igual que revelar imágenes ocultas con las mismas herramientas que los científicos de la NASA utilizan para explorar la fuerza y la energía del universo, que de otro modo serían invisibles. También incorpora el juego de mesa “Tu Misión al Espacio” que ayuda a los más chicos a conducir “rovers” a través de la mesa de la superficie de Marte. Estas divertidas experiencias presentan a los visitantes la investigación en curso de la NASA en los campos de heliofísica, ciencia de la Tierra, ciencias planetarias y astrofísica, y le ayudan a imaginar lo que depararía el futuro de la ciencia de la Tierra y el espacio. El Observatorio de Arecibo es operado por la Universidad Central de Florida (UCF) en alianza con la Universidad Ana G. Méndez, y Yang Enterprises Inc., bajo un acuerdo cooperativo con la Fundación Nacional de las Ciencias (NSF, por sus siglas en inglés). Para más información sobre reservaciones, campamentos de verano y visitas de público general, puedes comunicarte al 787-878-2612, extensiones 341, 312 ó 346. Sigue al Observatorio de Arecibo en sus redes sociales para que te enteres de sus nuevos ofrecimientos y logros: Facebook- Arecibo.Observatory, Instagram - @areciboobservatory y en Twitter- @NAICobservatory. Fotos / Suministradas