Este proyecto de la Coordinadora Paz para la Mujer ofrece educación, acompañamiento y servicios que promueven el desarrollo de la población femenina en la zona y en sus comunidades. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Alana Feldman, fundadora de Centro Paz para Ti, junto a su inseparable Diana. Serpenteando por la carretera 135 de Adjuntas encuentras la antigua escuela elemental en el barrio Yahuecas que hoy alberga el Centro Paz para Ti, proyecto de Coordinadora Paz para la Mujer dirigido a fortalecer factores psicosociales de las féminas en la zona rural, para que maximicen sus recursos al enfrentar problemáticas diversas. Tres proyectos principales destacan en la agenda del Centro: apoyo a pequeñas empresarias, el mercado con sus bancos de siembra y las promotoras comunitarias. Diana te recibirá con amor, una perra cariñosa y dócil, que siempre vuelve a su dueña, Alana Feldman, experimentada líder del Tercer Sector que se trasladó a Adjuntas para comenzar desde cero esta iniciativa. Tras lograr el traspaso de la abandonada escuela a la organización, desde marzo de 2019 el espacio sigue siendo fuente de aprendizaje y crecimiento, aunque ahora las alumnas sean mujeres de la ruralía y lo que germinen sean plantas que luego venden en mercados locales. “Trabajamos mayormente con temas relacionados a la sostenibilidad alimentaria, independencia económica y la prevención e intervención en violencia de género”, explica Feldman y añade que se seleccionó dicha zona para implantar el proyecto debido al “vacío de servicios” que experimenta. “Hay un aislamiento geográfico que es común al área de la montaña, pero si miras el mapa de las organizaciones integrantes de la Coalición Puertorriqueña en contra de la Violencia Doméstica y la Agresión Sexual (Coordinadora Paz para la Mujer), vas a ver que hay un vacío de servicios y de recursos disponibles en esta área. Servimos en Adjuntas, pero también atendemos mujeres de Lares, de Utuado, del norte de Ponce, nos llegan de Castañer y de otras áreas que también son rurales y circundantes”, menciona Feldman. “… tenemos la contradicción de mujeres sobrevivientes de violencia de género que necesitan vivienda, pero necesitan discreción”. La falta de ofrecimientos sociales es amplia y se traduce, por ejemplo, en la ausencia de servicios de intervención en situaciones de violencia de género, tema clave para la coalición Coordinadora Paz para las Mujeres. “Si necesitamos referir a alguien para servicios legales, para servicios psicológicos, para vivienda transitoria, para albergarse, la gran mayoría de esos servicios tendrían que ir fuera del área. Aquí en Adjuntas el mayor proveedor de servicios de salud es el Hospital de Castañer, así que hacemos muchos referidos al hospital, pero no dan abasto para todas las necesidades. Además, muchas veces el mantenerte muy cerca para los servicios que estás buscando relacionados a violencia de género hace que todo el mundo sepa que eres sobreviviente de violencia de género y eso en un pueblo pequeño también tiene su estigma. Así que, tenemos la contradicción de mujeres sobrevivientes de violencia de género que necesitan vivienda, pero necesitan discreción”, propone. Algunas integrantes del grupo de promotoras comunitarias. Desde la izquierda: Alana Feldman, Annie Pérez, Milagros Vargas Pagán, Jesenia Vega Pagán y Omayra Olán. Hace dos meses la Casa Protegida Julia de Burgos abrió sus instalaciones en Ponce, lo que es celebrado como un nuevo recurso en la zona. Antes de eso, el albergue más cercano estaba en Vega Alta. “La gran mayoría de las mujeres, a pesar de que necesitaban vivienda, no querían ir tan lejos porque eso quería decir que no estaban cerca de familiares, de hijos e hijas. Muchas veces es igual para servicios psicológicos, para servicios legales, tenemos que buscar fuera del área. Desde que está el Centro Paz para Ti, esos servicios los hemos ido desarrollando poco a poco, especialmente con las promotoras comunitarias”. Las promotoras comunitarias son definidas por Feldman como mujeres “lideresas en la comunidad” que han sido adiestradas en el tema de violencia de género y llevan el mensaje a su comunidad donde “ya tienen la confianza de las personas a su alrededor”. “Lo más probable es que las personas se están acercando a ellas no porque son promotoras comunitarias, sino porque son reconocidas como gente que se mueve en su comunidad a las que le estamos dando un adiestramiento adicional. En el Centro Paz para Ti ellas son la puerta hacia otros servicios que podemos conectar”. APRENDER PARA MEJORAR El Centro Paz para Ti ha estado brindando talleres de agroecología y realizando mercados mensuales para que las mujeres empresarias generen ingresos independientes. También, brindan adiestramientos, cursos, clases y acompañamiento en el fortalecimiento de pequeñas empresas, entre otros servicios. Para ello utilizan las zonas exteriores de la antigua escuela y sus salones. “A través de las diferentes actividades que llevamos a cabo las personas en la comunidad llegan preguntando ‘¿qué es esto?’, ‘¿a qué se dedican?’, ‘¿qué están haciendo?’, ‘¿cuál es el servicio?’ y dicen ‘yo quiero coger yoga’, ‘yo quiero venir a ese taller de bisutería’, ‘me interesaría incorporar mi organización ¿me podrías orientar sobre cómo hacer solicitudes de fondos?’ y ahí vamos regando la voz sobre qué hacemos y a qué nos dedicamos”, dice Feldman. En el mercado predomina la cosecha del huerto del Centro, pero además hay espacio para unas 20 mujeres que venden desde alimentos y artesanías, hasta manualidades, servicios de uñas o de grooming para mascotas. El Centro cuenta también con 15 bancos de siembra que integran a su huerto comunitario. “Tenemos mujeres voluntarias que vienen a ayudar a sembrar, a trasplantar, a cosechar, a desyerbar. Los productos que están en el huerto se venden en el mercado, pero también se ponen a la disposición de la comunidad y de las mujeres voluntarias que están aquí”, explica Feldman mientras muestra la sección de plantas medicinales. Los bancos de siembra se expanden con el intercambio de semillas y plantas con las voluntarias. “Yo traigo un bejuco de poleo y ellas traen uno de yerba lumbre, yo no tengo manzanilla, pero tengo Juana la blanca, te doy de la mía y tú me das de la tuya. Así esta sección ha ido creciendo”. No solo el huerto crece, el Centro Paz Para Ti se desarrolla a la par con sus integrantes. Entérate en sus redes sociales cómo puedes unirte a su misión: en Facebook, Centro para ti o en Instagram como Cparati. También, puedes llamar para información o para hacer donaciones al 787-380-6106. Fotos y vídeo: Javier del Valle
Las promotoras comunitarias del Centro Paz para Ti de Adjuntas viabilizan oportunidades de cambio en sus aisladas comunidades. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Edith Ortiz Cuando escuchas hablar a las promotoras comunitarias del Centro Paz para ti en Adjuntas, te queda la sensación de que las comunidades de dicho pueblo rural se han acostumbrado a vivir aisladas y sin acceso a servicios básicos como agua potable, energía eléctrica o transportación, por prolongados periodos de tiempo. Las carencias las conocen de primera mano porque Milagros Vargas Pagán, Jesenia Vega Pagán, Omayra Olán, Annie Pérez y Edith Ortiz viven en las comunidades que sirven y alcanzan otras. Milagros Vargas Pagán “Yo trabajo en la comunidad Juan González y Pueblo y la mayor preocupación de las mujeres y de todo el grupo que encontramos en ese sector es la transportación, el agua potable y la luz, debido a que muchas personas todavía no cuentan con servicio de luz y esa comunidad solamente se nutre de pozos y cisternas de agua, nunca ha tenido agua potable”, sostiene Milagros. En el barrio Portugués, ubicado entre Ponce y Adjuntas, vive Jesenia quien define su comunidad como “aislada”. A los problemas mencionados por su compañera añade el reto de educar a los residentes. Omayra Olán “Muchas personas ni siquiera tienen su cuarto año, hay muchas madres solteras con múltiples muchachos”, dice y agrega que el carro público que transitaba por la antigua carretera 10 descontinuó la ruta. “Trato de ir a los lugares que más hay necesidad, donde sean personas mayores o mujeres, a llevarles ropa. Junto a mis compañeras siempre estamos compartiendo pampers, toallas sanitarias o comida para llegar al más necesitado”, agrega Jesenia. Omayra pertenece a la comunidad Tanamá Majagual, donde en la mañana de nuestra entrevista se reportaron fuertes vientos y lo siguiente fue la pérdida de energía eléctrica. Annie Pérez “En la labor que nosotras realizamos con las mujeres he encontrado que existe mucho temor de hablar de sus situaciones personales; si están pasando por alguna situación, ellas lo disimulan muy bien y se nos hace un poquito difícil. Nosotras tenemos que ir poco a poco para tratar de ganarnos la confianza de cada una de estas mujeres, para que ellas nos cuenten sus historias porque son buenas”, describe Omayra. Hace un año comenzaron a capacitarse con talleres para manejar situaciones y canalizar ayudas, entre otros servicios, y desde entonces las interacciones comunitarias reflejan mayor asertividad. Jesenia Vega Pagán “Ha sido una experiencia muy buena, enriquecedora, porque nosotras hemos tenido que desaprender y aprender. Debemos tener mucha empatía con esas mujeres porque ellas pasan muchas situaciones y más aquí en la montaña; los servicios esenciales ya son un problema, añádele tener una situación familiar, por ejemplo, vivir violencia. Ya eso es mucha carga para las mujeres y nosotras nos estamos capacitando para buscar que salgan, para que se sientan que no están solas, que hay un grupo aquí de mujeres para darle a ellas estas herramientas para que salgan de ese ciclo”, añade Omayra. El sector Ballajá Annie lo describe como una comunidad familiar “con muchas familias de edad avanzada y personas encamadas”. “Como mis compañeras, trato de ayudar. Como promotora comunitaria en violencia doméstica y agresión sexual se hace bien difícil hablar de estas situaciones y sobre todo bregar la situación porque a veces no quieren que hagas nada. Tú le das opciones y ellas tienen ese miedo que no las deja tirar un pie adelante, pero nosotras no nos quitamos, seguimos ahí porque tenemos que acabar con esto de la violencia”, enfatiza Ani. ROSTROS CONOCIDOS La cercanía de las promotoras con los integrantes de la comunidad ayuda a que les confíen sus dilemas o reciban las ayudas que canalizan. “Muchas personas, cuando te ven llegar, entonces tienen un alivio, dicen ‘mira, llegó fulana que nunca se detiene y siempre está buscando y por lo menos trae algo’”, dice Milagros quien lo mismo ayuda con el despacho de medicamentos recetados que con visitas al supermercado o mitiga la falta de útiles y alimentos. “Mi sueño sería que en Adjuntas existan albergues, y yo creo que el de mis compañeras también”. “Ahora uno tiene más información y sabe por dónde podemos educar. Podemos buscar tips para poder llegar donde estas mujeres, para que se puedan abrir y compartir la historia y tener una manera de ayudarlas y empoderarlas”, menciona Jesenia e insiste que, como sobreviviente de violencia doméstica, sabe que las víctimas deben sentirse acompañadas y valoradas. La promotora comunitaria asegura que la labor del Centro Paz para Ti puede crecer según alleguen más fondos económicos. “Mi sueño sería que en Adjuntas existan albergues, y yo creo que el de mis compañeras también, porque si ahora mismo a mí me llama una mujer a las tres de la mañana y me dice ‘me pasó algo’, me gustaría tener algo de emergencia donde yo pueda decirle ‘aquí puedes estar segura’”, indica Jesenia. Aprender nuevos oficios y prácticas, redescubrirse y valorarse, lograr independencia emocional y económica son pasos vitales para romper ciclos de violencia de género. Las promotoras comunitarias lo han comprobado. “¿Hasta dónde puede llegar una mujer si tiene las herramientas apropiadas? No hay límites”, manifiesta Jesenia positiva y esperanzada. Fotos y vídeo: Javier del Valle
La Banda Comunitaria de San Sebastián celebra 20 años de trayectoria con un concierto en el que reconocerá el legado de la afamada Banda Municipal que le precedió. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé La Banda Comunitaria de San Sebastián cuenta con 22 músicos de todas las edades. Foto / Javier del Valle Si de algo se precia San Sebastián del Pepino es de su herencia musical. “San Sebastián es música”, describe Gualberto Aymat Rivera, presidente de la Junta directiva de la Banda Comunitaria de San Sebastián. Heredera de la disciplina y la tradición artística de la Banda Municipal de San Sebastián, la agrupación comunitaria celebrará veinte años de labor con un concierto que presentará el próximo sábado 7 de mayo, a las 7:00 p.m., en el Teatro Benito Fred del pueblo pepiniano. La entrada será libre de costo. Ali Antonio Torres Alberty, director de la banda y profesor de piano. Foto / Javier del Valle “A mediados del 1975 desapareció la Banda Municipal de San Sebastián que, de 1895 en adelante, fue muy importante en Puerto Rico. Este era uno de los pocos pueblos donde había una banda musical y tocaba en las retretas de las fiestas patronales de toda la zona. Muchos músicos se formaron aquí. La banda empezó bajo el liderato de Ángel Mislán Huertas”, recuerda Aymat acerca de los comienzos que contaron, posteriormente, con el liderato de Jesús Figueroa, patriarca del conocido clan musical Familia Figueroa y de Juan F. Acosta, prolífico compositor y fundador de 25 bandas municipales alrededor de la isla. Grupo de percusión adscrito a la banda. Foto / Javier del Valle El vacío musical acabó el 20 de mayo de 2002. Un esfuerzo en conjunto de varios ciudadanos comprometidos con la música y la Casa Pepiniana de la Cultura, resultó en el nacimiento de la Banda Comunitaria de San Sebastián. El proyecto cultural no se limita a ofrecer conciertos a través de la banda, sino que también brinda clases de música en su escuela, mantiene otras agrupaciones como la San Sebastián Jazz Band, compuesta por 13 músicos, y otro grupo de bomba y, además, ha lanzado dos publicaciones culturales que recopilan la historia de la Banda Municipal de San Sebastián (2020) y de Juan F. Acosta (2010), creador de la famosa danza, Bajo la sombra de un pino. “Una de las cosas fundamentales de la Banda Comunitaria es que sus integrantes puedan leer música, que puedan entender la partitura completa. Una composición musical puede tener de 10 a 12 arreglos musicales diferentes, por eso es importante saber leer música y no solo conformarse con el primer arreglo musical que hizo el compositor porque siempre hay que ver las variantes; eso enriquece”, asegura Aymat. “Ellos le dieron la música a San Sebastián y parte de nuestro compromiso con la cultura pepiniana es que no queden en el olvido”. La Banda Comunitaria de San Sebastián comenzó con nueve músicos y hoy cuenta con una formación de 22. Su repertorio es variado y es dirigida por el maestro Alí A. Torres Alberty. Un Comité de Amigos se ocupa de las presentaciones de la agrupación y está integrado por seis miembros de la comunidad y un músico. “Nuestro concierto del 7 de mayo estará dedicado a las madres y a honrar a pasados músicos de la Banda Municipal de San Sebastián. Ya conseguimos unos quince músicos, incluyendo algunos de la época de Juan F. Acosta que fue en los ‘50. Ellos le dieron la música a San Sebastián y parte de nuestro compromiso con la cultura pepiniana es que no queden en el olvido y poder recrear esos momentos de antaño para que las nuevas generaciones entiendan lo que fue la música en nuestro pueblo”, explica Aymat. REVIVE UNA ESCUELA Jóvenes de la comunidad asisten a sus cursos de música. Foto / Javier del Valle La Banda Comunitaria luchó para disponer de una escuela elemental abandonada, la Mínima Oronoz Anexo, y hace quince años lo lograron. Con apoyo de la comunidad y de diversos auspiciadores la convirtieron en su sede y en una escuela musical. Poco a poco han logrado adaptar sus cinco salones a las necesidades que la educación en música impone. Después de las cuatro de la tarde, acaba el silencio en la escuela. “Cámara y Senado aprobaron una resolución para que la escuela pasara a la banda. Estaba perdida, pero la fuimos rehabilitando a tono con lo requerido para nosotros, tenemos salones insulados, acústica, aire acondicionado y un área de estacionamiento. Ya tenemos tres cuartas partes terminadas y esperamos acabar la última fase para diciembre”, explica Aymat. Gualberto Aymat Rivera, presidente Junta Directiva de la Banda Comunitaria de San Sebastián. Foto / Javier del Valle No solo la banda ensaya en el lugar de lunes a jueves, sino que 35 estudiantes se benefician de clases de música a lo largo de toda la semana. El grupo de percusión tiene 17 alumnos de siete años en adelante. También hay ofrecimientos en teclado, guitarra, saxofón, flauta y trompeta, entre otros instrumentos. Los experimentados músicos, José Rodríguez y Jonathan Matos, integran la facultad de la escuela. “Hemos logrado que diez estudiantes que han estado con nosotros consigan becas en la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla y en Mayagüez. Otro de nuestros alumnos se graduó del Conservatorio de Música de Puerto Rico. No todos nuestros alumnos estudian música en el futuro, pero la música les ayuda porque está comprobado que ayuda en el intelecto. La música es como si fuera una clase de Matemáticas”, asegura. Aymat reflexiona sobre el aniversario que se avecina. “Que lleguemos a los veinte años significa mucho para nosotros, es importante mantener nuestra cultura porque un pueblo sin cultura no se identifica. San Sebastián siempre ha tenido grandes músicos y eso le da la oportunidad a la comunidad de recrearse, de divertirse y de disfrutar de nuestras presentaciones libre de costo”, culmina entusiasmado con las posibilidades futuras. ALGUNOS ARTISTAS DE SAN SEBASTIÁN Sophie Hernández, cantante Rafael Scharron, requinto Rosa Haydee Rosado, cantante Hermelindo Ruiz Mestre, guitarrista clásico *Fuente: Gualberto Aymat Rivera
En una zona apartada de la Hacienda La Esperanza en Manatí, abejas obreras, nodrizas, zánganos y reinas laboran en las condiciones ideales que le procuran Willy y Stephanie de Para la Naturaleza, organización custodia de la reserva. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé En el laboratorio verás vitrinas repletas de abejas laboriosas. Foto / Javier del Valle Ni un chispito tienes que saber sobre el universo de las abejas para disfrutar del trabajo que se realiza en el Apiario de Hacienda La Esperanza, adscrito a la organización Para La Naturaleza. En un apartado espacio dentro de las 2,400 cuerdas que posee la Reserva Natural Hacienda La Esperanza, las abejas viven a su ritmo y en su ambiente óptimo con el esmerado cuidado que desde el primer día le brindan William Burgos Domínguez y Stephanie Camacho Bonaparte, quienes comenzaron en la organización en el programa voluntario de “Ciudadano Científico”. “Aparte de hacer la polinización del territorio y de que tengamos abejas en el área, uno de los principales objetivos del apiario es generar la mayor cantidad de abejas reinas nativas -acostumbradas a nuestro clima y flora- para distribuirlas entre apicultores del país y que no tengan que traerlas del exterior con contaminantes”, explica Burgos mientras maneja una guagua en dirección al apiario establecido en el 2017. Stephanie Camacho Bonaparte y William Burgos Domínguez. Foto / Javier del Valle La polinización es una parte fundamental en los esfuerzos de reforestación que realiza Para la Naturaleza en la isla y el apiario se suma a ellos. “Reforestamos las áreas circundantes al apiario. En vez de pasto nada más hemos ido sembrando más de 10 mil árboles: ceibas, palmas maga, retama, roble, jagüey, cupey, palma sabar. Empezamos de cero; no todos los árboles florecen todo el tiempo, la idea es que las abejas tengan comida todo el año, que tengan variedad”, añade Burgos. La mañana calentaba y el cielo lucía brillante y despejado cuando comenzamos a vestirnos con el uniforme protector requerido para acercarnos a las colmenas de abejas. Usarás un mameluco grueso con elástico en las extremidades para evitar el ingreso de abejas, un sombrero con velo y malla, para proteger cabeza y cuello, así como guantes. Debes calzar zapatos cerrados. Pensarás que pareces un astronauta en ruta a la luna, pero luego agradecerás contar con ese escudo. “Es como una urbanización, pero de abejas. Son 24 cajas y cada caja, si están llenas, podrían tener sobre 100,000 abejas”. Luego verás un área poblada por 24 casitas blancas cuyas entradas están abarrotadas, en algunos casos, por abejas. Se trata de colmenas y las hay de distintos tamaños. En su interior transcurre la ordenada y laboriosa vida de las abejas. Un diagrama en el exterior del lugar te permite entender la acción dentro de la colmena; esas casitas tienen varias cámaras de cría con múltiples bastidores donde los huevitos se desarrollan, mientras que las abejas nodrizas, zánganos, obreras y abejas reinas aseguran que el ciclo de vida y producción de cera y miel no se detenga. “Es como una urbanización, pero de abejas. Son 24 cajas y cada caja, si están llenas, podrían tener sobre 100,000 abejas”, detalla Burgos. EL LABORATORIO Entrada a la zona de colmenas en el apiario rodeada del seto vivo. Foto / Javier del Valle Las colmenas están protegidas de la dirección del viento por un seto vivo integrado por más árboles como mangle botón, icaco y tintillo, que además ofrece resguardo adicional a los visitantes. En la zona se ubican algunas trampas para abejas perdidas. Más arriba hay un espacio de madera cerrado, llamado el laboratorio, y en su interior puedes ver a través de vitrinas la acción dentro de la colmena. Los guías te explican la labor de cada tipo de abeja. Las colmenas están repletas de hexágonos formados con la cera que las abejas producen y en ellos ocurre el milagro de la vida: se alimentan, ponen huevos, los cuidan. Resulta emocionante presenciar el orden y la eficiencia en la colmena, así como ver la espesa miel que genera. Prepárate además para ver desde la ventana del laboratorio una de las vistas más bonitas de la Hacienda La Esperanza. Colmenas repletas de bastidores, cámaras de crías y abejas. Foto / Javier del Valle Antes de que te lo preguntes, te cuento que no nos picó ninguna abeja durante la visita. ¿Qué provoca esa reacción a la que Burgos y Camacho están muy acostumbrados? Hay una regla de oro: “si no las molestas, no te pican”. Molestarlas incluye ruidos fuertes, percepción de peligro o que te ubiques frente a la piquera, la entrada a la colmena. Solo pican las abejas obreras y las reinas, los machos no. Las personas caminan por la hacienda o corren bicicleta con libertad. La señalización les advierte la presencia de abejas en los alrededores del apiario; por supuesto, ni te asomes al área si eres alérgico a ellas. Así luce el interior de una colmena. Foto / Javier del Valle El apiario continúa preparándose para recibir visitas del público general. Por el momento, recaban la ayuda de voluntarios. “Estoy trabajando con voluntarios líderes de otros proyectos que se han interesado en la apicultura y con estudiantes del programa “Be a bee”, de Saint John’s School. Una de las tareas es revisar las colmenas, la miel, el polen, así como las reinas, y todas las necesidades que vamos apuntando en un registro. También, trabajamos en el mantenimiento de las áreas verdes alrededor del apiario y en la limpieza de materiales y trampas. Lo importante es que tengan compromiso”, afirma Camacho, quien junto a su colega vive cómoda entre abejas. Si te interesa unirte como voluntario al apiario, comunícate como Stephanie Camacho Bonaparte llamando al 787-722-5834, extensión 261, o escríbele a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. document.getElementById('cloak1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94').innerHTML = ''; var prefix = 'ma' + 'il' + 'to'; var path = 'hr' + 'ef' + '='; var addy1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94 = 'stephaniec' + '@'; addy1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94 = addy1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94 + 'paralanaturaleza' + '.' + 'org'; var addy_text1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94 = 'stephaniec' + '@' + 'paralanaturaleza' + '.' + 'org';document.getElementById('cloak1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94').innerHTML += ''+addy_text1f85ca40254abdf88cd33202ab809f94+''; . Hacienda La Esperanza, Manatí -En el Siglo XIX fue una hacienda azucarera. -Su dueño fue José Ramón Fernández y Martínez, mejor conocido con el Marqués de La Esperanza. -El Fideicomiso de Conservación la adquirió en el 1975. Fotos y vídeo: Javier del Valle
La alianza entre la Coordinadora Paz para la Mujer y la Fundación Ángel Ramos ha logrado cubrir parte de la falta de servicios de intercesoras legales que sirven a víctimas de violencia de género en los tribunales de Mayagüez y Aguadilla. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Las organizaciones que atienden la zona oeste, Casa Protegida Julia de Burgos y Siempre Vivas, entre otras, levantaron bandera: los tribunales de Aguadilla y Mayagüez necesitaban más intercesoras legales que pudieran servir los crecientes casos de violencia de género que se reportan en el área. De ahí surgió la alianza de la Coordinadora Paz para la Mujer con ambas organizaciones y con la Fundación Ángel Ramos, para mejorar las oportunidades de las mujeres que arriban en busca de ayuda para escapar del abuso doméstico. Para esto se creó un fondo de $100,000. El proyecto de intercesoras para los Tribunales de Aguadilla y Mayagüez está activo desde el pasado mes de diciembre del 2021 y han antendido más de 70 casos. La iniciativa resulta bien recibida en momentos en que el gobierno estatal declaró un estado de emergencia por violencia doméstica. Hasta abril de este 2022, se han reportado seis feminicidios en el país. “Inicialmente el proyecto piloto empezó en Mayagüez y luego llegó a Aguadilla. Ya se han atendido más de 70 casos”, afirma Coraly León Morales, directora ejecutiva de la Casa Protegida Julia de Burgos. El proyecto cuenta con la experimentada intercesora legal, Ángela Jiménez, como mentora del nuevo grupo de trabajo. Cuando comenzaron la etapa de reclutamiento, se toparon con que hay insuficiencia de intercesoras legales certificadas en el país, proceso que completa la Oficina de la Procuradora de las Mujeres. Una intercesora legal es un recurso del que puede disponer una víctima cuando inicia un proceso legal contra un agresor, el cual le orienta, le asiste, le apoya emocionalmente, canaliza ayudas y anticipa riesgos. La Ley 54 del 15 de agosto del 1989 fue enmendada para añadir un inciso que reconoce la figura de la intercesora legal y estipula sus funciones. “Al no haber flexibilización en la certificación de las intercesoras legales hay escasez, así que tuvimos que ampliar la mirada para buscar también trabajadoras sociales. Así conformamos un equipo de tres profesionales que está activo. Para lograrlo visitamos los tribunales e hicimos una alianza con la Oficina de Administración de Tribunales para que aceptaran la compañía de las trabajadoras sociales en el proceso”, explica la líder de Casa Julia. La intercesora legal es una de las pocas figuras que puede acompañar a una víctima mientras navega en el usualmente desconocido y confuso proceso legal. “En ambos tribunales tuvimos conversaciones con coordinadores de sala y jueces administradores y estuvieron de acuerdo en aceptar el acompañamiento de trabajadoras sociales. Esa decisión queda a discresión de los jueces en cada tribunal, ellos reconocieron la necesidad de las sobrevivientes ser acompañadas y orientadas para salvaguardar sus derechos” expone León. Es difícil comprimir la labor de las intercesoras legales en una jornada tradicional de trabajo. Por ejemplo, en un solo caso, ellas orientan sobre el proceso de solicitud de la orden de protección, explican los derechos de las víctimas y los testigos del crimen, les ayudan a cumplimentar documentos requeridos en la orden de protección, canalizan las necesidades de las sobrevivientes y sus familias, y coordinan para que reciban las ayudas necesarias, entre otros servicios. “Esto puede significar días de trabajo. Los procesos se dilatan porque hay responsabilidad de la Policía y del Tribunal, puede significar muchas horas de trabajo y no hay horario porque la violencia de género no tiene hora”, menciona León. DESCONOCIMIENTO EN EL OESTE El centro de la Casa Protegida Julia de Burgos en la zona oeste atiende regularmente unas 130 sobrevivientes, sin incluir en la cifra a los menores a los que también les ofrecen otros servicios especializados. “En comparación con la zona metro, hay menos organizaciones ofreciendo servicios acá; está Alas a la mujer, Siempre Vivas y Casa Julia. Por eso hay menos conocimiento sobre los derechos de las víctimas. Ha sido fundamental estas alianzas formales con los tribunales para poder llenar esos vacíos de servicio. Antes de este proyecto había intercesoras legales en los dos tribunales, pero había horarios sin cobertura. Con este proyecto se están pudiendo ampliar los horarios y más ahora con el aumento en femenicidios y casos de violencia de género en el país”, indica León. Reconoce, además, el valor del programa porque “la falta de acceso a la justicia es uno de los problemas que enfrentan las víctimas”. “Que cuenten con el apoyo de una intercesora legal puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte”, aseguró la directora. “Sin romantizar el asunto, hemos salvado vidas”. “El proceso legal causa temor e inseguridad en la sobreviviente y más en el contexto de una experiencia dramática. Contar con alguien que domine los espacios, que identifique las necesidades y los niveles de peligrosidad en que está la víctima es vital”, sostiene León y celebra la alianza colaborativa entre organizaciones sin fines de lucro. “Esa siempre ha sido la apuesta y, en momentos de emergencia, esta solidaridad ha permitido la respuesta rápida y eficiente a situaciones novedosas y de necesidad específica”, explica. “Sin romantizar el asunto, hemos salvado vidas”, manifiesta, de otra parte Frances Hernández Rodríguez, especialista en Asuntos Programáticos y Administrativos de Coordinadora Paz para la Mujer. “Lo que hemos visto en los casos es que la presencia de la intercesora legal permite identificar aspectos de seguridad, como por ejemplo, a una sobreviviente no se le ocurre que le puedan vigilar el teléfono o que tenga que prepararse antes de huir de la relación o qué debe hacer luego de presentar una orden de protección. Esos 70 casos son un gran salto”, insiste Hernández. Acota también que el trabajo de la intercesora legal “hay que hacerlo”. “Es difícil, es complicado, pero se salvan vidas y tiene que seguir. Que una sobreviviente no esté sola hace toda la diferencia del mundo”, culmina. Si necesitas orientación puedes comunicarte con la Coordinadora Paz para la Mujer al 787-281-7579 o llamar al 939-266-8446.