“Nuestro Premio: 25 años de trayectoria y labor” fue realizado para la Fundación Ángel Ramos por la cineasta Arleen Cruz junto a Zapatero Films. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé ¿Cómo capturar la huella del Premio Tina Hills a lo largo de 25 años? Ese fue el reto para el equipo de comunicaciones de la Fundación Ángel Ramos, Filme Zapatero y su cineasta Arleen Cruz. El equipo se valió de entrevistas a directivos de FAR y, sobre todo, de las impresiones de participantes de organizaciones que han recibido el galardón para presentar una pieza fílmica que relata su historia. Titulado “Nuestro Premio: 25 años de trayectoria y labor”, la obra de poco más de 26 minutos fue estrenada durante la ceremonia de entrega del Premio Tina Hills 2022, celebrada el pasado 15 de noviembre -Día de la Filantropía- en el Museo de Arte de Puerto Rico. En la edición resultó ganador el Centro María Mazzarello Alespi y finalistas el Centro de Microempresas y Tecnologías Agrícolas Sustentables (CMTAS), el Programa del Adolescente de Naranjito (PANI) y Plenitud PR. Disfruta el vídeo que compartimos contigo.
Conoce la labor de la organización ganadora del Premio Tina Hills 2022. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Laura López, directora ejecutiva de FAR; CPA Roberto Santa María, presidente de FAR; religiosas a cargo del Centro María Mazzarello ALESPI; Diego Suárez, presidente del Comité de Desarrollo Organizacional de FAR y licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente de la Junta Directiva de FAR. Foto / José "Pepe" Pérez Sor María Ofelia Pérez siempre repitió que en el Centro María Mazzarello ALESPI no dejarían de evolucionar hasta que su labor les hiciera merecedores del Premio Tina Hills. “Eso sería para tocar trompeta y decirle al mundo que vale la pena”, dijo entre risas la fundadora hace unas semanas. Llegó el momento de tocar la trompeta y de celebrar, porque la organización sin fines de lucro ubicada en el barrio Sana Muertos en Orocovis fue seleccionada ganadora del Premio Tina Hills 2022. En el 1981, las Hijas de María Auxiliadora, salesianas de Juan Bosco, fueron llamadas a servir en Orocovis y en el 1987 se hicieron cargo del Colegio San Juan Bautista, ubicado en el casco urbano y fundado en el 1958. La necesidad de mayor espacio para ampliar los servicios que ya sobrepasaban a la comunidad estudiantil los llevó a buscar una nueva sede. Gracias a la donación de un terreno de Ramón González -y del apoyo de otros colaboradores para construir la sede-, en el 2008 se mudaron al espacio que ahora ocupan entre montañas y aire puro. Desde ahí opera el colegio y ofrecen servicios sociales, educativos y deportivos a la comunidad vecina, así como a otros pueblos cercanos. “La comunidad que servimos es muy linda, es necesitada, alegre, disponible, muy festiva y tímida. Hemos aprendido de ella un montón de cosas, hemos aprendido que el acercamiento es lo más importante para la gente, para los niños. Yo entre los muchachos me siento joven, puedo pasar el día entero sin acordarme ni que tengo que comer ni siento cansancio porque los muchachos a uno le dan vida”, destaca Sor Ofelia. En tantos años de labor educativa y comunitaria, la religiosa se enorgullece de “poder llevar a nuestros muchachos a la universidad”, que muchos sean profesionales y “que se han mantenido en los caminos de Dios”. “Cuando nosotros vemos las cosas difíciles, la respuesta que tenemos es la educación que es lo que va a transformar el mundo, es lo que va a poner esto bueno. Una educación integral eso es lo que nos mueve, yo por la educación doy la vida”, agrega. Para Araceli Reyes Díaz, directora ejecutiva del Centro ALESPI, es importante que tanto el Premio Tina Hills como otras instituciones “puedan mirarnos como personas que con poco hacemos mucho”, como “aliados” y “manos que ayudan”. “Es importante que reconozcan -en este momento de la historia donde hay una emergencia educativa, donde millones de niños se quedaron sin el pan de la enseñanza, luego y durante la pandemia-, que, junto con la fe, la educación es la que transforma. En esta emergencia es la que puede dotar a estos destinatarios a ser mejores cristianos, mejores ciudadanos y agentes de cambio. En esta emergencia educativa, que el premio nos mire es tener más recursos para poder impactar las vidas no solo en lecto escritura, en el conocimiento, si no en su salud mental, en su capacidad de relación con el mundo, con su familia, en que ellos puedan crecer en resiliencia y ver los retos de la vida como oportunidad, no solamente para ellos sobrevivir si no para ser agentes de cambio en la sociedad y en sus familias”, expresa Sor Araceli. Menciona los ofrecimientos de educación formal y no formal que brindan en el Colegio San Juan Bautista y en programas que destacan el liderato y el amor a la tierra como “Tardes en ALESPI”, “Movimiento Siempre alegres” y “Policultivo ALESPI,” así como las clases artísticas y deportivas. Los niños, adolescentes y jóvenes que sirven son descritos por Sor Araceli como “el tesoro de toda sociedad” y al trabajar con ellos alcanzan además “a sus familias y a sus vecinos”. “Nuestro trabajo social y compromiso con pueblos cercanos y lejanos, también esa es la comunidad donde servimos. Nosotros hemos servido a 18 pueblos al inicio, y este año alcanzamos siete donde le preparamos el corazón de estos niños, adolescentes y jóvenes para que se vayan transformando”, dice sobre la obra realizada en Orocovis, Morovis, Ciales, Manatí, Vega Baja, Barranquitas, Aibonito y Corozal, aunque han llegado hasta Guayama y Ponce. Partidarios de “tocar la vida del ambiente que nos rodea”, han alterado sus estrategias de servicios. “La gente a lo mejor piensa ‘ah, el Centro María Mazzarello es de dar clases, de llevarlos a buen término a nivel universitario’, pero nosotros para lo que los preparamos es para la vida. Estos seres son dinámicos, la vida les ha cambiado. Por lo tanto, nosotros hemos cambiado la manera de verlos, de cómo llevarlos para que aprendan capacidades, para que puedan seguir afrontando la vida. Después del huracán María, del terremoto, de la pandemia, hemos abierto el horizonte de nuestros corazones y es que servimos las necesidades de las comunidades, necesidades que van más allá del pan de la enseñanza”, dice sobre la entrega de suministros y la reconstrucción de hogares que han realizado, muchas veces, junto a los estudiantes. “En Orocovis no hay muchos accesos a muchas comunidades, así que la pobreza es mucho más invisible. Nosotros estamos allí tratando de dar la capacidad para que ellos puedan luchar por su futuro y por su bienestar”, subraya Sor Araceli. La directora destaca que la filosofía de Juan Bosco invita a prever, no a reaccionar, por eso apuestan a las destrezas aprendidas en el Policultivo ALESPI para enfrentar una emergencia alimentaria. “Renovamos la energía porque Dios nos llamó a esto. Queremos ser Jesús hoy, ir por el mundo como Jesús lo hizo, haciendo el bien”, acaba Sor Araceli. Vídeo: Javier del Valle
Conoce la labor de las organizaciones finalistas al Premio Tina Hills 2022. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé CPA Roberto Santa María, presidente de FAR; Laura López, directora ejecutiva de FAR; Áurea Berríos, directora ejecutiva de PANI; Diego Suárez, presidente del Comité de Desarrollo Organizacional de FAR y licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente de la Junta Directiva de FAR. Foto / José "Pepe" Pérez Donde antes leía “Felipa Sánchez Cruzado”, ahora destaca un inmenso mural que alude a la vulnerabilidad y al apoyo. Una escuela en el sector Cuatro calles, del Barrio Cedro Abajo de Naranjito, es la casa hace dos años del Programa del Adolescente de Naranjito (PANI), desde donde la organización sin fines de lucro ha ampliado sus servicios psicosociales y educativos que propician una mejor calidad de vida para sus participantes. Hace 33 años atiende a comunidades vulnerables en Naranjito y pueblos limítrofes. “Nosotros servimos a niños, adolescentes, a adultos mayores y a sus familias, y a familias vulnerables que se distinguen porque la mayoría son de escasos recursos, de muchos factores de riesgo como violencia intrafamiliar, desempleo, rezago educativo. La criminalidad abunda en esas comunidades y los factores de riesgo hacen que esas personas sean bien ansiosas, padezcan de depresión y tienen muchos problemas emocionales”, describe Áurea Berríos Sáez, directora ejecutiva. Armados de un equipo de psicólogos, trabajadores sociales, manejadores de casos y coordinadores, brindan terapias, talleres y actividades “que le van a ayudar a ellos a salir de esa situación”. La oferta abarca poblaciones que antes no atendían, como los adultos mayores, que se incorporaron a su trabajo luego del huracán María. “Nos dimos cuenta de que había mucha población adulta mayor que estaban solos, que se sentían maltratados, que estaban cuidando nietos, pero con depresión y se sentían con una ansiedad tremenda. Desde ahí decidimos tocar nuevas puertas para nosotros también poder impactar y ofrecer servicios psicosociales a esta población. Gracias a Dios, hace tres años contamos con el servicio a la población adulta mayor. Identificamos el problema y actuamos rápidamente para mejorar la situación que surge en la comunidad”, expone Berríos. La respuesta positiva hacia los servicios de la organización se debe en parte a que “nuestra entidad les ha dado la confianza a ellos para solicitar nuestros servicios”. “Están buscando superar las situaciones por las que están pasando, nosotros nos damos con mucho compromiso y responsabilidad a mejorar su calidad de vida”, detalla la directora. El estudio de necesidades que realizan con frecuencia ha sido clave para comprobar la vigencia de sus servicios. “En estos momentos lo hemos actualizado, lo que ha sido muy bueno, porque nos hemos dado cuenta de qué es lo que ellos necesitan y de acuerdo con eso nosotros solicitamos, escribimos propuestas y trabajamos”. “Actualmente vamos trabajando el problema de violencia intrafamiliar debido a situaciones de crisis en Puerto Rico. Esa propuesta ha sido un éxito tanto en escuelas como en comunidades, la demanda de servicios es grande, pero gracias a Dios también hemos podido aumentar el equipo de trabajo que se mantiene constantemente adiestrándose con técnicas nuevas. Actualmente, parte del equipo se está adiestrando con la aceleradora Pivot Cohorte 4, aprendiendo cómo mejorar la cultura de datos para tomar mejores decisiones y para que nos ayude en la sostenibilidad de nuestra entidad”, expone. Los participantes no lo tienen claro en sus momentos de confusión y debilidad, pero en PANI saben que con ayuda pueden retomar el control de sus vidas. “Nosotros tenemos muchos casos de éxito, pero voy a compartir dos jóvenes que me han llegado al corazón. Uno sufrió de mucho maltrato, cuando terminó el cuarto año se recluyó en su hogar, por la ansiedad y la depresión que tenía no quería ir ni a la universidad. Sin embargo, cuando logró entrar a nuestra organización y el equipo de trabajo empezó a darle los servicios terapéuticos se motivó a estudiar; una de nuestras psicólogas lo acompañó a la universidad a matricularse como parte del proceso de terapia. Actualmente, es un técnico de farmacia exitoso, está bien, emocionalmente estable, estudió y trabaja”, relata. Cuenta además sobre una participante que llegó mientras cursaba escuela elemental. “Su mamá estaba preocupada porque la niña fracasaba en las clases, no hablaba, era muy tímida y comenzó a recibir servicios terapéuticos de nuestro equipo de trabajo. A medida que fue pasando el tiempo logró ser parte del cuadro de honor, se graduó con buenas notas. Actualmente, está estudiando en la universidad y ha desarrollado un pequeño negocio. Su mamá, en agradecimiento a la organización, trabaja con nosotros de forma voluntaria. A nosotros nos llena de satisfacción ver el éxito de nuestros participantes”, confiesa. Si hay crisis en el país, PANI traslada sus servicios psicosociales donde sean requeridos. Berríos menciona que el equipo de psicólogos y terapistas de la organización asistió en Guánica tras los terremotos del 2020. Su remozada sede cuenta con un sistema de placas solares -obtenido en alianza con Casa Pueblo- que tras el reciente paso del huracán Fiona permitió a los participantes y vecinos cargar equipos, guardar medicamentos en neveras o darse terapias respiratorias. “Pudimos dar ese servicio y mantener las facilidades abiertas a toda la comunidad”. Para Berríos, la importancia del Premio Tina Hills radica en que “les da credibilidad y más visibilidad a las entidades”. “Es el tercer sector el que acude inmediatamente y ofrece servicios en las crisis que ocurren en Puerto Rico. Como los principios morales, éticos y sociales de doña Tina Hills, los fundadores de PANI tenían esa visión de ayudar a las comunidades necesitadas a lograr que tuvieran un mejor futuro. Estamos muy honrados de ser parte del Premio Tina Hills”, puntualiza Berríos. Vídeo: Javier del Valle
Conoce la labor de las organizaciones finalistas al Premio Tina Hills 2022. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Laura López, directora ejecutiva de FAR; CPA Roberto Santa María, presidente de FAR; Wanda Santiago, directora ejecutiva de CMTAS; Diego Suárez, presidente del Comité de Desarrollo Organizacional de FAR y licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente Junta Directiva de FAR. Foto / José "Pepe" Pérez Cerquita del casco urbano de Yauco está el Barrio Quebradas. Allí, el Centro de Microempresas y Tecnologías Agrícolas Sustentables (CMTAS) se ha afincado como una activa organización sin fines de lucro dirigida a estimular el crecimiento económico de la comunidad. Y las soluciones que propone están en la tierra. Aprovecharon una escuela en desuso que convirtieron en su sede en el 2010 y en ella ofrecen cursos en diferentes prácticas agrícolas, tienen una mini clínica, un comedor comunitario, una biblioteca y espacio de reuniones. Sus participantes ponen en práctica lo aprendido en la finca agroturística de 72 cuerdas donde cuentan con un bosque tropical, un hidropónico y 60 cabezas de ganado que estimulan la producción de biodigestores anaeróbicos y de biogás. La tierra provee tanto para la seguridad alimentaria como para el desarrollo económico a través de microempresas agrícolas. “La escuela elemental que fue abandonada aquí en el barrio nosotros la restauramos y estamos operando en esas facilidades dando talleres de agricultura sustentable, de energía renovable, todo lo que tiene que ver con agricultura, para las comunidades de las áreas rurales de Yauco, Guayanilla, Peñuelas y nos hemos expandido. Ahora estamos en el área de Cabo Rojo y de Guánica, dando diversos servicios con la creación de microempresas comunitarias”, explica Wanda Santiago Torres, directora ejecutiva de CMTAS. Por lo general, sus participantes son “agricultores y personas desventajadas económicamente” que buscan cómo “fortalecerse y mejorarse diariamente para fortalecer sus familias”. En CMTAS el desarrollo puede comenzar desde un sueño o una semilla. Han educado a sus participantes, les han provisto las herramientas y las oportunidades de crecimiento para que emprendan un nuevo camino. “Tuvimos varios casos donde le dimos todas las herramientas, los educamos, estuvieron en la finca en un proyecto de composta que se desarrolló y se movió a otro lugar. Otro de los casos fue una maestra que quedó desempleada después del huracán María. Ella se capacitó con nosotros, le habilitamos un espacio, dio tutorías para niños y ahora está en un espacio más grande. De esas comunidades nosotros hemos aprendido la fortaleza, la voluntad, el deseo de luchar y seguir hacia adelante”, menciona Santiago. Varias veces han debido hacerlo. La zona sur del país añadió a las secuelas del huracán María, la secuencia sísmica de los terremotos vividos en el 2020 y el reciente huracán Fiona como impedimentos a su desarrollo. “Tuvimos que dejar un poquito al lado nuestra misión y visión para ayudar a las comunidades en el momento de catástrofe brindándoles suministros, alimentos calientes, buscando organizaciones que pudieran dar apoyo a esas familias, así que fuimos cambiando a lo que hoy tenemos. Además de las prácticas de agricultura, tenemos la mini clínica donde damos servicio de manejo de ansiedad, servicios de enfermería que visitan personas encamadas”, detalla. La llegada de diversos apoyos económicos les han permitido emplear a diez personas de la zona. “Eso es uno de los logros, tener de la misma comunidad personas trabajando en nuestro proyecto para tener el desarrollo económico y el fortalecimiento”, menciona. Para Santiago, cada persona ama la tierra a su manera y ese amor vive “en un rinconcito guardado en su corazón”. Cuando los participantes arriban al entorno verde de CMTAS pueden tener una idea más clara de que “pueden echar hacia adelante, pueden crear proyectos”. Un proyecto emblemático son los biodigestores anaeróbicos y cuentan con tres en la finca; fermentan el excremento del ganado para crear fertilizantes orgánicos y biogás. En alianza con la Asociación de Pescadores en Playa Santa, en Guánica, ubicaron allí un biodigestor al igual que en el sector La Chorra en Mayagüez. “Ya comenzamos también en el área de Santa Isabel y en el área de Peñuelas, en una porqueriza que estamos permitiendo que a ese porcinocultor no le cierren la facilidad gracias a lo que estamos haciendo con el biodigestor”. El aspecto turístico de la finca permite la exploración de la diversidad de cultivos, el uso de un gacebo como aula abierta o área de reuniones, así como el alquiler del domo geodésico, una estructura resistente que se construye para ubicar personas tras emergencias de la naturaleza. “El futuro luce prometedor con más desarrollo económico, con más proyectos como son los biodigestores anaeróbicos en las comunidades, con las alianzas que estamos creando con las diversas organizaciones buscando el desarrollo económico en la comunidad. Vamos a ir diversificando en otras áreas de energía renovable”, adelanta la directora. Para Santiago, el reconocimiento como finalista del Premio Tina Hills significa una oportunidad para difundir el quehacer de CMTAS.“…Para que conozcan de nuestro entorno, de nuestras comunidades, de nuestra gente, cómo somos, qué estamos haciendo para fortalecer nuestro entorno y a nosotros mismos con la diversidad de cosas que estamos haciendo. Este premio permite visibilizar todo lo que las organizaciones estamos haciendo por nuestras comunidades. Lo que a nosotros nos hace seguir es la pasión y el amor que sentimos por lo que hacemos. A cada uno en el grupo de trabajo que nosotros tenemos en CMTAS le gusta la tierra, le gustan las personas, les gusta la naturaleza, le gusta la comunidad y ayudar a otros; estamos satisfechos, felices con todo lo que nosotros estamos haciendo”, culmina Santiago. Vídeo: Javier del Valle
Conoce la labor de las organizaciones finalistas al Premio Tina Hills 2022 Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Laura López, directora ejecutiva de FAR; CPA Roberto Santa María, presidente de FAR; Rebekah Sánchez, directora de Agricultura y Owen Ingley, co director, ambos de Plenitud PR; Diego Suárez, presidente del Comité de Desarrollo Organizacional de FAR y licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente de la Junta Directiva de FAR. Foto / José "Pepe" Pérez El amor llama y Plenitud PR respondió con iniciativas a la medida de la comunidad de la que ya son parte en el barrio Alto Sano en Las Marías. La organización sin fines de lucro comenzó a servir en el 2008 en Morovis y luego se mudó a una finca marieña de 15 cuerdas, donde enseñan técnicas de agricultura sustentable, entre otros proyectos educativos y sociales. “Plenitud PR se enfoca en servicios, en comunidad y sustentabilidad. Nosotros damos talleres de lo que tiene que ver con sustentabilidad, con construcción ecológica y la bioconstrucción, la siembra de alimentos ecológicos y la recolección de agua de lluvia. También, tenemos otros servicios a los niños, a la juventud y a los ‘abus’ de la comunidad”, menciona Paula Paoli Garrido, quien junto a Owen Ingley comparten la dirección de la organización. Su inicio estuvo marcado por el deseo de servir de un grupo de personas “determinadas a hacer algo para la comunidad” y para aprender de ella. “Fue un comienzo de sueños, no teníamos recursos ni dinero, pero sí el compromiso y el deseo de seguir y mantenernos juntos. Esto ha sido a base de muchas manos de voluntarios y voluntarias que nos han apoyado”, agrega Paoli. Han evolucionado como organización, en parte gracias al aprendizaje que reciben en sus interacciones con la comunidad. “Le servimos a una comunidad bien diversa. Este espacio es una finca escuela y recibimos personas de otros países, más Vieques y Culebra, que vienen a aprender y a compartir diferentes técnicas de sustentabilidad. En ese sentido servimos a una comunidad bien amplia y nuestra meta es servir (también) a la comunidad local. En Las Marías y Maricao servimos desde las personas mayores, hasta la niñez con el programa ‘Crezco en plenitud’ donde vamos a las escuelitas aliadas y ahí trabajamos con los niños desde kínder hasta cuarto año. Son personas con un corazón tan grande que nos han enseñado lo que es generosidad”, detalla Paoli. De otra parte, Ingley subraya las características de los participantes infantiles. “Tenemos unos niños y unas niñas bien lindas y responden muy bien a nuestras actividades. Están buscando más contacto con la naturaleza. Tienen sueños y lo que necesitan muchas veces es un poco más de acompañamiento y de esperanza”, dice el codirector. El distanciamiento social que provocó la pandemia por COVID-19 los llevó a mirar la comunidad con otros ojos. Ingley destaca que se percataron de que “la gente mayor estaba encerrada, con mucho miedo de hacer la compra”, lo que se convirtió en el detonante del programa de entrega de comida diaria, “Amo a mis abus”, que se mantiene. “Una de las cualidades de la organización es que respondemos a los llamados de amor que tiene la comunidad y lo mismo pasa con “Amo a mis abus”; nosotros aquí con abundancia de cosecha en la pandemia, viendo a vecinos comiendo enlatados. Estuvimos seis meses preparando comida vegetariana, comprándole a agricultores locales que no podían vender sus productos. Las ayudas no llegan tanto a esta área”, explica Paoli. “Nuestro enfoque era la sustentabilidad, y lo sigue siendo, y ser una escuela modelo para Puerto Rico junto a otros proyectos similares, el enfoque en la recolección de agua de lluvia, compartir técnicas para que todos tengamos seguridad de agua, alimenticia, vivienda segura, ahí tenemos las manos llenas”, dice Paoli. Pero a veces hay que hacer más. Paoli relata que un día en el 2015 llegaron dos maestras al portón de Plenitud PR pidiendo ayuda para variar la enseñanza en las aulas. Diseñaron un programa educativo que llevan a escuelas en Las Marías y Maricao. “Sacamos a los nenes del salón de clases a este espacio cocreativo a hacer arte, a sembrar”, describe Paoli. Para darle continuidad al programa educativo en la pandemia se valieron de vídeos y de kits que prepararon para que los 90 estudiantes que atienden, y sus familias, pudieran hacer sus huertos caseros. Una vez al mes, recogían sus bolsitas de tierra, perlitas, fibra de coco y semillas. “El programa dio un giro porque se integró la comunidad, el núcleo familiar y la familia extendida. Eso fue hermoso y al final del semestre nos enviaban fotos, fue un giro que no nos lo esperábamos”, relata Paoli. Servir de forma cabal y puntual guía sus pasos. “Somos muchos lo que hemos estado por años dedicándonos a este servicio, a veces con paga, a veces sin paga, y con la misericordia de Dios ha habido este entendimiento de que dar y recibir es lo mismo y que cuando uno da, uno recibe y muchas veces más de lo que damos. Creo que ese principio se vive en Plenitud, especialmente con nuestra comunidad. Aquí hay una desigualdad económica, hay mucho desempleo, pero hay una riqueza, una inocencia en la gente que te da de lo que no tiene” destaca Paoli. “El servicio es algo natural para cada persona”, sostiene Ingley, “y como Paula dice, que nos llena de una forma que el iPhone más nuevo no llena. A veces hay hambre del corazón y el servicio llena esa hambre de una forma que ningún objeto material puede”. Paoli agradece que el Premio Tina Hills propicie un espacio para reconocer la labor que realizan las organizaciones sin fines de lucro y expresa su deseo de que, en la era de redes sociales, “el servicio es algo que se debe ir viral”. “Cuando pienso en el tercer sector ese término funciona, pero también hay que recordar que detrás de eso hay personas que han dedicado su vida al servicio, muchas veces corriendo un riesgo, dejando atrás sus necesidades, preferencias, poniendo a otras personas primero y eso es algo que hay que celebrar”, culmina Ingley.