Tras 17 años frente al Proyecto Nacer, Anayra Túa López ahora lidera el Instituto del Desarrollo de la Juventud. ¿Cuáles son sus metas? Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé El pasado 2 de diciembre, Anayra Túa López puso un pie como directora en el Instituto de Desarrollo de la Juventud (IDJ), ubicado dentro de la sede del Boys & Girls Club en San Juan. A Túa le preceden 17 años liderando el Proyecto Nacer en Bayamón. “Como reto nuevo me atrajo el tema de la pobreza que es de raíz e incide en tantas situaciones que tiene nuestro país y, por otro lado, la posibilidad de hacer un impacto más general a nivel de población. En Proyecto Nacer trabajamos con familias de Bayamón y áreas limítrofes, pero poder promover que haya cambios a nivel de país, junto al equipo del Instituto, eso fue lo que me voló la cabeza”, comparte Túa. La líder siempre se ha percibido como “una promotora de cambios significativos, que hagan el bien a la mayor cantidad de personas”. “Yo soy una salubrista con los tenis puestos, ¿qué hay que hacer, voy para allá”, describe su usual acercamiento al trabajo la egresada de Walden University, donde completó su maestría y doctorado en Salud Pública, y del Recinto de Ciencias Médicas, institución en la que logró un posgrado en Investigación Traslacional. Reformar el sistema gubernamental para atender mejor a las familias vulnerables y en pobreza en la isla es una de las prioridades del IDJ. Ahora presentaron un Plan de 100 días para que el gobierno viabilice su propuesta de reducir la pobreza de los menores en la isla. El IDJ ha presentado planes de trabajo a 3, 5 y 10 años para lograr la meta. “Hay cuatro áreas principales”, explica la nueva directora del IDJ como comprometer tanto al gobernador Pedro Pierluisi como a la legislatura a atender esta situación como prioridad, echar a andar el plan mediante política pública y órdenes ejecutivas, y no desperdiciar fondos federales especializados. “Según estudios del Instituto, nosotros podemos a tres, cinco y hasta 10 años, reducir la pobreza infantil en 50% en el país y eso es con los recursos que tenemos; lo importante es priorizar”, insiste. La política pública que impulsan, indica Túa, persigue remover barreras para que las familias puedan obtener un empleo “que les remunere suficiente para lograr su movilidad económica y que haya optimización de recursos a nivel de gobierno y agencias que permitan que eso se pueda dar en diez años”. El constante trabajo investigativo y de medición que realizan tiene como fin “proveer medios científicos que están validados y ajustados a nuestra población en el país que realmente responden a las necesidades de las familias en pobreza”. “Por eso compartimos la información, porque el Instituto solo no va a lograr esta meta. El Instituto es un medio y un promotor de que esto ocurra en términos de liderazgo sobre el tema”, detalla. LA FOTO DEL SIGLO PASADO Cuando hablábamos de pobreza en Puerto Rico, los puertorriqueños solían pensar en fotos en blanco y negro de arrabales urbanos y rurales a inicios y mediados del siglo pasado. Después del paso del huracán María, en el 2017, las postales de la carencia están por todas partes. Los terremotos y la pandemia solo recrudecieron lo que ya era máxima vulnerabilidad. “Basta la pérdida de un empleo, un divorcio o la muerte de uno de los padres para que los nenes en el país queden en nivel de pobreza; con la pandemia lo hemos visto. Creo que hay una diferencia muy marcada en cómo percibimos la pobreza ahora porque muchas personas que podían pensar que eso les pasaba a otros han visto de primera mano que han tenido que entregar casas, que no tienen la seguridad de los alimentos, etc. Todo el mundo se está dando cuenta, y si no se están dando cuenta, están a puntito de entender que nuestro país tiene que atender este problema con prioridad”, subraya Túa. “Mis expectativas las puedo resumir en una palabra: colaboración”. “Ahora es un buen momento para que empiece todo el mundo a colaborar desde la base y que la familia, las comunidades, todos hablemos el mismo idioma y nos movamos para que ocurran estos cambios que son significativos y sistémicos, que van a beneficiar a la mayor parte en la isla”. Las semanas de inmersión que lleva en IDJ le han dejado un buen sabor. “Me encanta, entro con una bola que ya ha empezado a rodar. Desde Proyecto Nacer había colaborado con el Instituto, pero estar de primera mano en momentos en que se siente que los proyectos están más cerca de darse es súper emocionante”, confiesa Túa, quien además integra la junta directiva del Child Welfare League of America. “Mis expectativas las puedo resumir en una palabra: colaboración. Fomentar esa colaboración a múltiples niveles para que la agenda se pueda mover y pueda realizarse; impactar desde el gobierno estatal y los congresistas hasta las familias que viven en Aguas Buenas”, culmina. Conoce más sobre el IDJ accediendo a: juventudpr.org. Foto / Suministrada
La organización sin fines de lucro, La Perla del Gran Precio, procura atender a su comunidad desde el amor y la empatía. Su fundadora repasa el camino recorrido. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Lissette Alonso convirtió su interés en ayudar a las mujeres VIH positivas en un propósito de vida. Foto / Javier del Valle A Lissette Alonso no le digan que, por difícil, algo es imposible de lograr. Lo pensará, lo consultará con Dios y con otros mortales, le dará la vuelta al dilema y encontrará una respuesta. No hay de otra, así ha sido desde que en el 1986 comenzó a ver madres infectadas con VIH sin lugar a dónde ir y se le ocurrió albergarlas. ¿Dónde? Ya vería. “No teníamos ni un centavo”, recuerda esos años en los que bajaba a repartir comida con amigos voluntarios hasta los hospitalillos de la comunidad La Perla en el Viejo San Juan. “La experiencia con la comunidad fue maravillosa, siempre nos respetaron. Los del punto nos decían ‘¿quieres Blanca Nieves? ¿Cocodrilo?’. Y nosotros ‘no, somos cristianos’ hasta que se acostumbraron a lo que hacíamos”, recuerda sin obviar algún mal rato con los líderes del trasiego de drogas ilegales. Varias terapias permiten encaminar la salud de las residentes del albergue. Foto / Javier del Valle Después de todo, no era La Perla del éxito musical “Despacito”, ni la de las barras de moda actuales. Había peligro y enfermedad. Eran los años de la pandemia del VIH, época en la que no sabíamos a ciencia cierta las formas de contagio y el rechazo a los pacientes era la orden del día. “Vi tantas mujeres con úlceras por la enfermedad, que tenían que prostituirse, que eran usadas por los hombres, sin bañarse, con bebés en cochecitos. Era bien triste”, relata. Alonso era propagandista médico, no tenía dinero, pero se encontró ofreciéndole comprar una casita en el Barrio Nuevo, una zona rural en Bayamón, a un matrimonio mayor. “Me dijeron que, con el terreno, costaba $90 mil y les dije ‘se las compro en $50 mil, les doy $3 mil el viernes, $30 mil en tres meses y en un año se las saldo’. Después pensé, ‘ahora me dirán que no’”. “Al momento nadie se nos ha contagiado con COVID-19: ni los niños, ni las mujeres, ni los empleados, porque seguimos todos los protocolos. Estamos viviendo de nuevo un ciclo bien parecido al del SIDA”. Pero le dijeron que sí. Y Alonso recurrió a todas las personas que conocía, a los médicos que visitaba, a iglesias hermanas hasta que logró su meta. Así nació una organización sin fines de lucro, La Perla del Gran Precio, que provee albergue de emergencia y transitorio a mujeres VIH, en etapa SIDA, usuarias de drogas y con problemas de salud mental. Se incorporaron oficialmente en el 1990. A esa casa fueron las primeras mujeres. “Yo sabía que tenía que proveer un lugar para ellas. Era una época difícil en la que el único medicamento era el AZT, así que se me murieron muchas, pero con dignidad, con amor y limpiecitas”, dice con orgullo. Y LLEGÓ JOSHUA Área de juegos en el Hogar El Pequeño Joshua. Foto / Javier del Valle Cuando al albergue de mujeres llegó una mujer con su esposo y con Joshua, su hijo de un año, la organización no los rechazó. Alonso ubicó al esposo en un hogar para varones, adquirió la casa vecina -de una familia preocupada porque sus hijos se podrían contagiar con VIH- y estableció “Hogar El Pequeño Joshua”, para albergar a los menores de las mujeres que vivían en el albergue. “La meta de ese proyecto era ‘que el SIDA no nos separe’, y logramos mantener a las madres y a los hijos juntos”, indica sobre el hogar que hoy atiende a 17 menores. “Joshua es una lindura, vive en Pensilvania”, declara sobre el entonces niño, “me iba a traer a su bebé, pero llegó el COVID-19”. Tráiler con ducha para el aseo de personas sin hogar. Foto / Javier del Valle Ahora viven otra pandemia y la enfrentan fortalecidos por el conocimiento de la que ya vivieron con el VIH. “Al momento nadie se nos ha contagiado con COVID-19: ni los niños, ni las mujeres, ni los empleados”, celebra, “porque seguimos todos los protocolos. Estamos viviendo de nuevo un ciclo bien parecido al del SIDA”. A sus tareas añadieron la entrega de alimentos, entre 100 y 130 de lunes a viernes, en comunidades como Los Peña, Barrio Obrero o el casco urbano de Río Piedras, entre muchas otras, y la realización de pruebas diagnósticas de COVID-19 entre poblaciones sin hogar, en alianza con otras organizaciones sin fines de lucro o agencias gubernamentales. También, cuentan con un tráiler que provee ducha para aseo de personas que viven en la calle, a las que le ofrecen ropa limpia. MUCHO MÁS QUE HACER Deliris Rivera, directora del Hogar El Pequeño Joshua. Foto / Javier del Valle Cuando las mujeres albergadas en Bayamón entran a etapas estables, pasan a otra sede adquirida en Hato Rey. Se trata de la casa intermedia y allí se les prepara para que se inserten a la sociedad desde el estudio o el trabajo. En Santa Rita y en Caparra Terrace trabajan otros dos hogares permanentes para incapacitados sin hogar, con apoyo de programas gubernamentales. Entre todos los albergues atienden 100 personas. “Yo creo en el ser humano, en la rehabilitación y en Dios. Los adictos no nacieron para estar así y yo quiero que sean felices, que vivan fuera de ese infierno”, dice Alonso sobre una de las poblaciones que atiende. Calor de hogar en uno de los albergues. Foto / Javier del Valle La fundadora de la organización identifica como detonantes de la drogadicción en las mujeres el abuso sexual de personas cercanas, en los varones la falta de apoyo familiar y, en ambos, la pobreza y la salud mental. Su meta para el 2021 es lograr la certificación de la Comisión Conjunta para acceder al programa federal “Family First”. “Todo ha valido la pena, soy una mujer satisfecha y feliz”, acaba Alonso. Fotos / Javier del Valle
La pandemia impulsó la renovación del sitio de la Sala de Exhibición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR), que ahora equipara la experiencia de visitar físicamente el espacio de exhibiciones. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Si extrañas tus visitas a la Sala de Exhibición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR) para apreciar las pinturas, las esculturas, las instalaciones y las fotografías, entre otras propuestas, creadas en la isla por distintos artistas, no esperes al fin de la pandemia para retomarlas. Ahora SalaFAR cuenta con una galería virtual que puedes visitar a todas horas y desde cualquier lugar. Remozada y ajustada a las exigencias de la época, SalaFAR virtual traslada a su nuevo sitio la experiencia de observar las obras exhibidas físicamente en la sala ubicada en el vestíbulo del edificio Ángel Ramos en Hato Rey. Y no solo verás las obras, sino que encontrarás detalles significativos de la exhibición reunidos en el escrito curatorial, así como entrevista con el artista e información sobre el componente educativo que acompaña cada muestra, entre otros contenidos. Diseñada por Kike Estrada y Rosi Mari, de Aurora Communicación, la galería virtual cuenta con nuevo logo y más información. La muestra fotográfica de la artista Tari Berozi, La isla invisible, estaba físicamente en SalaFAR cuando inició la pausa que causó el nuevo coronavirus. Por eso, sus piezas encabezan la propuesta de contenido del espacio virtual. “Nuestro compromiso con Tari es exhibir su obra y nadie estaba pudiendo verla, así que nos movimos al soporte virtual”, cuenta Irene Esteves, coordinadora de SalaFAR, historiadora de Arte y directora del Museo y Centro de Estudios Humanísticos Josefina Camacho de la Nuez. El Comité SalaFAR aprobó la propuesta de Esteves de “crear un espacio distinto y renovar su diseño”, de modo que la página cuenta con una “sutil apertura” que captura la particularidad del espacio físico que ocupa SalaFAR, una zona de tránsito en el edificio. En esta nueva galería virtual, se adoptó la costumbre de hacer disponible al usuario todas las obras que integran la exposición, el texto curatorial, la entrevista publicada en Oenegé y la realizada en vídeo. Además, podrán apreciarse fotos de las obras en sala, para que se distinga su tamaño y se aprecie el montaje. El contenido generado por exposiciones previas migrará a la galería virtual. En la pestaña, “Exposiciones”, ya puedes ver catorce exhibiciones que fueron vistas en SalaFAR. “Estoy bien contenta con la estética que logramos que nos pone a la par con espacios expositivos, no solo locales sino internacionales, que están conquistando hace tiempo el soporte y que quieren estar a la vanguardia de distintas maneras”. Además, tendrás información sobre los “Artistas” y cuándo expusieron en SalaFAR, aspectos de las convocatorias -incluidos los criterios de elegibilidad- y sobre la “Bienal SalaFAR”, el gran evento que reúne el trabajo de los artistas en una sala del Museo de Arte de Puerto Rico. “La Bienal es uno de nuestros fuertes, así que tenemos información sobre el evento siguiendo el mismo formato que con las demás pestañas, además del catálogo que genera el museo”, describe Esteves. “La satisfacción es enorme. Estoy bien contenta con la estética que logramos que nos pone a la par con espacios expositivos, no solo locales sino internacionales, que están conquistando hace tiempo el soporte y que quieren estar a la vanguardia de distintas maneras. Este es un proyecto en constante evolución”, agrega. SalaFAR no ha dejado de cambiar desde que comenzó hace diez años. EL CAMBIO COMO NORMA La proyección inicial de SalaFAR de dar a conocer la obra de artistas que crean en la isla se ha cumplido, como evidencian sus continuas exposiciones, y la evolución del proyecto ha sido constante, en parte gracias a que mantienen el oído en tierra. “Es interesante porque ha sido muy orgánico, es como si nos estuviera llevando una especie de marea; muchas veces hemos dicho lo haremos así, pero nos vimos interpelados en el proceso a hacerlo asá. Tenías una meta y de repente no la lograrás porque ya está obsoleto”, dice la coordinadora aludiendo, por ejemplo, a los catálogos impresos que tradicionalmente se realizan para documentar cada exposición. En su rol de historiadora del arte, a Esteves le complace que “la nueva página de SalaFAR se convierte en un repositorio de información, muy necesaria y valiosa para los investigadores”. “La realidad es que entro a la página nueva (de la galería virtual) y encuentro toda la información que necesito sobre la exposición y el artista. De ahora en adelante este estilo se va a seguir, especialmente con la documentación fotográfica que no tenemos de las exposiciones anteriores”, explica sobre información visual que faltará en algunas entradas. Le resulta igual de importante que en la pestaña de “Convocatorias”, se identifiquen los integrantes del Comité SalaFAR, responsables de la selección de la oferta de cada ciclo. “Para un artista emergente, que esas personas con experiencia te escojan para exhibir en SalaFAR, hace las veces de un premio”, dice. En agenda queda para el 2021 el rediseño físico de SalaFAR, cuyo diseño fue propuesto por una estudiante de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Ana G. Méndez. “Yo pienso en el arte como una tríada: está la obra, quien la hace y quien la recibe. El artista crea para que su trabajo sea recibido por alguien, así sea una persona nada más. Esta es una forma en que cumplimos nuestra misión principal de darle visibilidad al trabajo que están haciendo nuestros artistas y nuestros curadores, tenemos que fomentar ese desarrollo paralelo de ambos. La ganancia principal es seguir proyectando ese arte y que sea accesible de otras formas”, culmina Esteves. Visita la galería aquí.
Con este gimnasio exclusivo para personas VIH positivas, la organización La Perla del Gran Precio atiende de forma innovadora sus necesidades específicas de salud. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé ¿Se llevan bien el VIH y el ejercicio? En la organización La Perla del Gran Precio la respuesta es sí. Para consentir y procurar el bienestar de la población de pacientes VIH positivos que atienden, establecieron un gimnasio que ofrece un programa de ejercicios adaptado a sus necesidades y un área en medicina suplementaria alternativa. Está ubicado en Hato Rey. “Atendemos a mujeres, a hombres y a transexuales con VIH que tengan bajos ingresos, todos son bienvenidos. Nosotros tenemos el único gimnasio especializado en esto en Puerto Rico, en el Caribe y hemos buscado por Estados Unidos y todavía no hemos encontrado uno igual”, indica Lissette Alonso, fundadora de la organización. “La particularidad es que aquí vienen las personas VIH con enfermedades como naturopatía, condiciones de la piel como lipodistrofia o son operados de la espalda. Otros tienen algún tipo de condición mental. Tenemos una neurosicóloga que trabaja con ellos, dos terapistas físicos y entrenadores, y les hacemos un programa según la necesidad física del participante. No es que tu vienes aquí a ‘echar pepa’ en los músculos, digo, también pasa”, dice Alonso entre risas. Sin embargo, uno de los logros más impresionantes es ver cuando los participantes que llegan en sillas de ruedas comienzan a mejorar sus dificultades de movilidad y dependen menos de ella. “En tres meses ya empiezas a ver el cambio, cómo caminan mejor”, subraya sobre el posible resultado. MEDICINA ALTERNATIVA Para alcanzar el bienestar de sus participantes, el gimnasio cuenta además con un área de medicina suplementaria alternativa que complementa el tratamiento médico que reciben. “Tenemos unas personas expertas en esto y diferentes técnicas, modalidades y equipos para darles un tratamiento no convencional, pero sin quitarle su tratamiento médico regular. Para comenzar tenemos que evaluar su caso, por eso tienen que traer todas sus pruebas médicas de VIH y de su sistema inmunológico porque trabajamos chequeando todo eso”, añade Alonso. Debido a la pandemia por COVID-19, el gimnasio no puede recibir participantes a todas horas y libremente. “Ya no pueden llegar en bonche a usar el gimnasio, lo estamos haciendo por cita y atendemos entre 35 y 40 personas diarias”, indica. Alonso es fiel creyente en la rehabilitación y en el acompañamiento de personas con VIH, con problemas de drogadicción o de salud mental; tres condiciones que suelen presentar los participantes que sirven. “Tú tienes que tener fe de que esa persona que tú estás ayudando lo logrará, que podrá estar un poco mejor. No puedes darle la ayuda o el détox y dejarlo solo porque se le hará muy difícil sin apoyo. Ellos saben que nuestras puertas están abiertas”, culmina. Fotos / Javier del Valle
La sorpresiva muerte de Carmen “Tita” Rodríguez deja un vacío en United Way Puerto Rico, así como entre colegas del tercer sector que compartieron sus luchas. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé La fragilidad humana vuelve a recordarnos que no somos eternos. Con pesar nos enfrentamos hace ya varias semanas al fallecimiento de Carmen “Tita” Rodríguez, una de las voces principales de la organización United Way de Puerto Rico, estrechamente vinculada a la Iniciativa Preescolar de la Fundación Ángel Ramos. “No te puedes imaginar lo duro que ha sido para nosotros, para mi en lo personal”, reconoce Samuel González, director de United Way, fundación establecida en la isla desde el 1966. “Tita era mi hermana y los hermanos se pelean, se corrigen y se quieren, era una relación mucho más profunda que la de un empleado a lo largo de todos estos años”. Anteriormente conocida como Fondos Unidos, Rodríguez comenzó a laborar en United Way de Puerto Rico en el 1989. Se acercó luego del paso del huracán Hugo por nuestra isla, decidida a convertir la organización en su plataforma de ayuda al prójimo. Su experiencia positiva y su desempeño la llevaron a aceptar la oferta para integrarse al equipo como ejecutiva de cuentas en el Departamento de Campañas, desde donde trabajaba en esfuerzos de recaudación de fondos. De ahí pasó al antiguo Departamento de Presupuesto y Admisiones, desarrollando los Centros de Información y Referido -proyecto que evolucionó al actual “2-1-1 de Puerto Rico”-, la iniciativa de voluntarios “Haciendo Más”, así como el club “Me Importas Tú”, integrado por jóvenes de escuela superior que respondieron a su llamado para apoyar comunidades en necesidad. Recientemente se desempeñaba como directora del Departamento de Inversión y Estrategias Comunitarias y su trabajo fue instrumental para el desarrollo de todos los beneficios que recibe la comunidad en las propuestas y alianzas con el Departamento de Salud y en el programa “BienEstar”, que persigue promover buenos hábitos de alimentación en la niñez y estilos de vida saludables a través del movimiento. El programa APRENDO, que integra la Iniciativa Preescolar de la Fundación Ángel Ramos, fue otro de sus más atesorados proyectos. “El legado de Tita sobrepasa United Way y lo que es APRENDO. A ella la llamaban para pedirle opinión de todos los sitios; del gobierno, de la legislatura, de otras fundaciones. Hubo un cuatrienio que la Oficina de Donativos Legislativos le pidió ayuda y ella se trajo a la persona para acá y estuvo como un mes aprendiendo. También, ella participó del programa en la Universidad del Sagrado Corazón que tan buena educación ha traído a personas del sector. Tita es irremplazable, yo no veo cómo la vamos a sustituir, pero hay que seguir. El legado de ella nos lo impone”, asegura González. Porque con todas las dificultades que trae la pandemia, United Way Puerto Rico debe seguir sin ella, pero con sus enseñanzas. “Ella nos deja el amor hacia nuestras organizaciones y hacia las personas que ellas sirven. Eso es algo que siempre le preocupaba y las decisiones que tomaba, y las que me convencía a mi de tomar, llevaban a tener una visión bien amplia de que no se trata de un nombre, es una persona recibiendo servicios. A veces uno pierde esto de vista porque lo ve fríamente como X o Y organización, pero detrás hay 40 deambulantes o viejitos recibiendo comida, por ejemplo. Ella nos recordaba que el servicio no son nombres nada más”, subraya González. LO QUE SIENTEN SUS COMPAÑEROS El post en redes sociales de United Way Puerto Rico para anunciar su deceso refleja el sentir de sus compañeros ante su partida. “Quienes tuvimos el privilegio de conocerla, quererla, respetarla, admirarla y compartir días de trabajo, estamos seguros de que su existencia no ha terminado, ni se ha extinguido con su inesperada partida, pues deja un indeleble legado en actuales y nuevas generaciones. Quizás no hayamos podido, tenido, ni buscado la oportunidad de agradecerle todo lo que hizo por su país, pero siempre habremos de reconocer con sinceridad todos sus esfuerzos y gran apoyo dedicado al apoyo de nuestra comunidad”, lee el mensaje. Sus colegas en el tercer sector sienten de igual modo su partida física. Uno de ellos, José J. Oquendo Cruz, presidente y principal oficial ejecutivo P.E.C.E.S. agradeció a Dios “por la vida” que les regaló. “Tita fue una mujer incansable, con gran tesón, con gran compromiso con las obras sociales. Como educadora, luchó por el desarrollo educativo desde la niñez temprana hasta la vejez”, dijo Oquendo. “Nos deja un legado de amor al prójimo, servicio, compromiso con la palabra empeñada y, sobretodo, una ejemplar vida de integridad y verticalidad. Ella se enfocaba en infundir un espíritu transformador en las organizaciones en las que cifraba sus esperanzas, para que se produjera el cambio social anhelado. Agradezco la guía, el carácter y la disciplina de Tita", añadió el líder de PECES. A mediados de los 80’s, Rafael Torrech San Inocencio conoció a Tita. Recuerda que “su sonrisa constante y su chispeo de ojos” delataban su “aguda inteligencia”. “Es difícil calcular el impacto de la querida Tita en el tercer sector puertorriqueño, es prácticamente imposible. Desde el necesario cuestionamiento de un error de operación en una monitoría, seguido por una amplia sonrisa y la inmediata oferta de ayuda para arreglarlo juntos, hasta la cuidadosa selección de temas y recursos para adiestramientos y foros -a veces compulsorios (“porque lo necesitas”), Tita fue responsable de la capacitación de cientos de organizaciones locales. Esa capacidad adquirida se multiplica exponencialmente, por campos y ciudades del país, en una fortaleza institucional que deriva más y mejores servicios a los sectores que más los necesitan”, destaca Torrech. “Esa te la debemos, Tita. Gracias por tu recia perseverancia aún cuando tu salud te limitaba. Sabemos que, en esa otra dimensión, ya estás con alguien más que agradecido por tu obra”, culmina.