El programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado que la Fundación Ángel Ramos instauró antes del paso del huracán María en el 2017 para garantizar ayuda extra a las organizaciones sin fines de lucro, ya ha logrado la movilización de más de 15 mil voluntarios. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Astrid Morales acompañó a las organizaciones en el proceso de identificar sus debilidades y fortalezas. Archivo FAR / Javier del Valle El progreso es complaciente: de 355 voluntarios movilizados mediante nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado establecido en el 2017, en este extraño 2020 marcado por la pandemia la cifra alcanza los 7,095. Mejor aún, si contamos los cuatro años en que se ha laborado con organizaciones para que desarrollen estructuras que formalicen sus relaciones con el voluntariado, el total comprometido es de 15,634. En el marco del Día del Voluntariado (5 de diciembre), festejamos la labor del programa y de su clase 2020. Apoyo académico en PAEC El proyecto Ciudadanía Activa se desprende de este programa y nació poco después del paso de huracán María, aprovechando la ola de solidaridad que arropó a la isla. Consciente de que las exigencias de servicio para las organizaciones serían mayores y las condiciones muy precarias, la iniciativa buscaba garantizar ayuda extra para éstas. ¿Cómo? Capacitándolas para que formalizaran y fortalecieran sus relaciones con el voluntariado, aliado indispensable para cumplir con sus misiones. “Lo bonito que ha ido pasando es que no es un modelo genérico el que impone la Fundación Ángel Ramos si no adaptar el modelo de manejo de voluntarios desde el contexto y la necesidad de cada organización; esa es la contribución más significativa. Si unes todas las organizaciones y miras el macro, te das cuenta de que hay un impacto en el país. Del 2017 hasta hoy tenemos un ejército de voluntarios generando esperanza en la isla, que se han movilizado y han aportado”, señala orgullosa Astrid Morales, quien lidera el programa y el proyecto Ciudadanía Activa. Preparación de alimentos en Iniciativa Comunitaria. Foto / Javier del Valle Cada año, una clase compuesta por representantes de varias organizaciones sin fines de lucro, se capacita para trabajar con su voluntariado de otra manera. Reciben talleres sobre cómo atraerlo, entrenarlo y retenerlo. De igual manera, en asociación con AARP Puerto Rico, parearon un recurso en cada organización que funge, todavía en varias de ellas, como coordinador de voluntariado. También se ofrecieron sesiones de mentoría individual para echar a andar los proyectos. Información suministrada por Morales refleja que el 44% de las organizaciones incorporó el voluntariado como un lineamiento estratégico y que el 100% de éstas documentan consistentemente el impacto del voluntariado y han involucrado a su equipo de trabajo en la atención de voluntarios. LA CLASE 2020 Si bien la clase del 2020 es menor que en años anteriores y ha estado marcada por la incertidumbre de la pandemia, se ha mantenido activa a la distancia. Participaron Bill’s Kitchen e Iniciativa Comunitaria, en San Juan; Proyecto La Nueva Esperanza, en Aguadilla; PAEC, en Aguada; Hogar Santa María Eufrasia y Hogar Santa Teresita, en Arecibo. “Típicamente tienes en el programa de voluntariado formas para capitalizar el de tipo corporativo, universitario o comunitario, que son gente de la comunidad que se acerca a servir. Todas las organizaciones participantes capitalizaron en un voluntariado distinto porque era el área en que se querían centrar”, detalla Morales. “Cuando existen proyectos como este para documentar, visibilizar y subirle el volumen a su labor, podemos empezar a ver el impacto”. Morales indica que Bill’s Kitchen prestó más atención a su voluntariado corporativo que le permite asegurar la alimentación de los 1,700 participantes que sirven. Al culminar su experiencia de servicio, el voluntario tiene la oportunidad de evaluarla. En el caso de Iniciativa Comunitaria, aprovecharon el voluntariado juvenil, profesional y universitario que se acerca cada vez más, gracias a la atención que le ofrecen dos coordinadoras de la organización. PAEC reforzó el voluntariado comunitario, especialmente con un líder de la zona que se ha dedicado a coordinar la rehabilitación de una escuela abandonada y cedida por el gobierno a la organización, para convertirla en un centro de resiliencia para eventos de emergencia. Brigada comunitaria remoza un espacio en Arecibo. Foto / Javier del Valle Proyecto La Nueva Esperanza aprovechó el conocimiento de la vulnerabilidad de adultos mayores que ya tenía y, gracias al voluntariado, le sirvió en la pandemia para entregar alimentos y artículos a domicilio. Hogar Santa Teresita aprendió a estructurar su programa de voluntariado de manera que se cubran las necesidades fijas de la población que sirven y Santa María Eufrasia adoptó la documentación del impacto del servicio voluntario para convertirlo en impacto económico. El último reporte presentado por las organizaciones fue en agosto del 2020. El mismo consigna 230 mil horas de servicio voluntario y $3 millones en contribución ciudadana. Entrega de alimentos coordinada por Proyecto La Nueva Esperanza en Aguadilla. Foto / Facebook “El proyecto ha ido masificándose y le pusimos la lupa encima a organizaciones porque en el país no hay quien reseñe la transformación ciudadana por servicio voluntario. Cuando existen proyectos como este para documentar, visibilizar y subirle el volumen a su labor, podemos empezar a ver el impacto. Si lo cuantificamos por las 6 mil organizaciones que hay en el país, sabemos que son millones de voluntarios sirviendo aquí”, dijo Morales. Para ella resulta fundamental entender que, sin esas manos voluntarias, “no existiría el impacto de la labor que realizan las organizaciones, porque aumenta el alcance del servicio”. “Sin ellas sería menor el impacto que tenemos hoy, en momentos en que tanto lo necesitamos”, concluye Morales. Foto / Archivo FAR / Javier del Valle Conoce más de las seis organizaciones participantes: Bill’s Kitchen Hogar Infantil Santa Teresita Hogar Santa María Eufrasia Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Sandra Torres, directora ejecutiva de Bill's Kitchen. Foto / Javier del Valle Que un patrono done un día pago de labor de sus empleados en esta organización que sirve a una población VIH positiva de 1,700 personas, ha sido un logro significativo para su programa de voluntariado. “La experiencia con el voluntariado corporativo en esta nueva etapa fue distinta porque tuvimos que desarrollar unas herramientas para atraer estas personas cuyo día de trabajo era en la organización y tenían varias para escoger. Para nosotros significó un trabajo de tú a tú con la plantilla gerencial de estas compañías, para que pudieran ver el valor añadido para sus empleados en este proceso de insertarse a trabajar voluntariamente en la organización que eligieran”, afirma Sandra Torres, directora ejecutiva de Bill’s Kitchen. Carmín Rivera, voluntaria de la organización. Foto / Javier del Valle El beneficio sería mutuo, tanto para el empleado y el programa de recursos humanos de su compañía, como para la organización sin fines de lucro. En tiempos de alta tensión laboral, la oportunidad que tienen las personas de conocer las necesidades de otros grupos poblacionales y de ponerse en los zapatos de los empleados del tercer sector, amplía sus percepciones de vida. “La salida de esa persona a realizar labor voluntaria en una organización no solamente da satisfacción personal. El acercarse y poder tener esa experiencia de mirar dónde estoy yo y descubrir que hay un montón de gente que no tiene acceso a los servicios y bienes materiales que uno tiene, y ver empleados que están tratando de ayudar a estas personas bajo condiciones de mucha dificultad, te permite aprender y echar una mirada, aunque momentánea, a la situación socioeconómica de vulnerabilidad en nuestro país. Con esas nuevas experiencias nada más, ganas”, dice Torres sobre la oportunidad de redescubrir el programa de voluntariado en un proceso que inició hace año y medio. Ahora buscan la manera de mantener activos los servicios en la pandemia. Si antes entregaban 100 compras y alimentos con los requisitos nutricionales de su población VIH positiva, en tiempos de COVID-19 ese número se elevó a 350. El aumento de trabajo ha sido brutal y la reducción de voluntariado por el temor al contagio se ha sentido, pero aún apoya la gestión de la organización. En agenda queda, para todas las organizaciones, tocar las puertas nuevamente de los voluntarios que se han distanciado a causa de la pandemia para construir juntos una nueva normalidad. Fotos / Javier del Valle Otras organizaciones participantes: Hogar Infantil Santa Teresita Hogar Santa María Eufrasia Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé La directora del Hogar Santa María Eufrasia, Raquel González, acepta que el tema de voluntariado “me atraía”. “Pensaba que era algo necesario y que no lo teníamos”, confiesa. Lo que en realidad quería era poder estructurarlo para alcanzar mayores metas. “Y cuando lo haces bien, te vas dando unos resultados que no imaginaste”, dice la líder de la organización con base en Arecibo. Antes de la pandemia, por primera vez celebraron el Día del Voluntariado para reconocer aquéllos que se habían mantenido comprometidos. “Pensé ‘a lo mejor no viene nadie’, y la casa se me llenó. Sus testimonios me sorprendieron porque había voluntarios de hace 20 ó 30 años y cuando llegaron a la actividad contaron sus experiencias. Una llevaba 30 años, se retiró y después de la actividad se volvió a unir y no ha fallado”, destaca González. Para la directora, el voluntariado “es una necesidad real” para las organizaciones sin fines de lucro porque sin ellos “es bien cuesta arriba” cumplir con todas las necesidades. “No hay para pagar tantos empleados y eso nos ayuda. A veces el empleado está tan agotado y tener esa ayuda o esa palabra de ánimo que surge crea un espíritu de amor hacia uno también, porque a veces los empleados se queman”. Al momento cuentan con 15 voluntarios que laboran de forma consistente en tareas fijas como arreglar el patio, recibir y clasificar donaciones, archivando, contestando el teléfono o en las clases de manualidades con las participantes. La organización tiene capacidad para diez menores y ahora atiende tres adolescentes y dos bebés, removidos de sus hogares por el gobierno, a quienes les ofrecen servicios variados para superar los traumas vividos. “Cuando uno suma todas esas horas de trabajo voluntario, uno se da cuenta de cuánto valor tiene. En la pandemia tuvimos que restringir sus visitas y una de las participantes les pidió a las cuidadoras que hablaran conmigo para que, ‘por favor’, dejara que la voluntaria de manualidades y de zumba entrara a atenderlas”, destaca la directora los vínculos desarrollados. Otras organizaciones participantes: Bill's Kitchen, San Juan Hogar Infantil Santa Teresita Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Apoyo educativo ofrecido en el Hogar. Foto / Javier del Valle “Yo entendí que el voluntariado es mucho más”, asegura Melva Arbelo, directora de la organización establecida en Arecibo. “A pesar de que por muchos años hemos tenido voluntarios en el hogar, casi siempre en el área de recaudación de fondos, a través de la experiencia con el programa de formación me di cuenta de que el voluntariado tiene un valor más grande del que uno le da. Nos ayudaron a cuadrar las hojas de asistencia, lo que me ayudo a entender el valor monetario de cada persona que entra aquí y eso fue bien especial”, explica Arbelo. Celebró además que las coordinadoras que se adiestraron en el tema “están más comprometidas y animadas porque ellos pueden hacer muchas cosas en pro de la organización”. “Nos ha tocado vivir una época difícil”, reconoce la directora que alberga 15 niños víctimas de maltrato entre las edades de 3 a 8 años. Melva Arbelo, directora ejecutiva de la organización y Lizybeth Faría, coordinadora de voluntarios. Foto / Javier del Valle “Comenzamos con las puertas abiertas y se fueron cerrando por la pandemia. Aún así, cada vez que hay una necesidad, la coordinadora de voluntariado coordina con personas para cumplir con el requisito que nos ayude. Se ha quedado con nosotros, siempre nos monitorea, es parte del equipo de trabajo, da su vueltita, llega y pregunta cómo está todo. Ella sigue cuadrando nuestras listas, sigue su asistencia y su compromiso con la institución; en la repartición de alimentos traía su equipo para desinfectar alimentos”, dice sobre Lisibeth Farías. Arbelo la reconoce como “tremenda aliada”. “Ella es mi mano derecha, la que me ayuda a trabajar los resultados de las necesidades del hogar”, reconoce. Otras organizaciones participantes: Bill’s Kitchen Hogar Santa María Eufrasia Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Desde la izquierda: Neysha Burgos, líder de voluntarios; Omar Pérez, voluntario y Yorelis Rivera Amador, directora ejecutiva de Iniciativa Comunitaria. Foto / Javier del Valle Esta organización que atiende las necesidades de personas sin hogar contaba con un programa de voluntariado cuando se sumó a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado. Conscientes de que tenía “sus áreas débiles”, como reconoce su directora ejecutiva, Yorelis Rivera Amador, comenzaron un exhaustivo proceso de brindar “una mirada 360 a qué estábamos haciendo bien para continuar y qué debía ser mejorado”, de modo que la experiencia entre la organización y el voluntariado fuera de beneficio mutuo. Indagaron entre el voluntariado activo y antiguo para refinar el pareo entre las necesidades de la organización y sus habilidades. Desde que en septiembre de 2019 comenzaron el proceso de formación, ya han recibido 480 voluntarios. Hace nueve años Neysha Burgos se sumó como voluntaria a la organización. Foto / Javier del Valle “Nuestros voluntarios van desde estudiantes referidos de las escuelas, hasta un grueso bien grande de voluntariado universitario, mayormente de la Universidad de Puerto Rico y también de la Universidad del Sagrado Corazón. Entre agosto y diciembre del 2019 tuvimos entre nuestros voluntarios a 165 estudiantes universitarios”, detalla Rivera. En plena pandemia, entre enero y agosto del 2020, trabajaron con 228 voluntarios de los cuales 150 son universitarios. “Para nosotros el voluntariado ha sido una pieza clave en el servicio desde el principio, sé que es vital para mi operación, lo que me ayudó este proceso fue a estructurarlo para retenerlo y también para motivarlo de manera que cuando se vayan a otro lugar, hagan el trabajo voluntario con el mismo amor que lo hicieron aquí. Sabemos que muchos se están hospedando y vuelven a sus pueblos así que hay que seguir cultivando esa chispa de servir hasta en tu barrio”, destaca la directora. Y Rivera no deja de celebrar “la entrega brutal que tienen mis líderes por guiar el esfuerzo del grupo de voluntarios”. Mediante el incentivo de FAR se ocupan de esta labor Lizaura Gómez y Dielmarie Negrón y, además, Kamille Camacho, a quien Rivera Amador define como “súper mujeres”. “Son chicas que lo dan todo como si fuera un trabajo remunerado económicamente, para ellas no es cuando sobre el tiempo, es su compromiso full, es parte de sus responsabilidades y eso tiene un valor hermoso y les agradezco el compromiso. Este es un trabajo duro en contextos violentos al ser en altas horas de la noche en comunidades de alto riesgo por el tráfico de drogas y la violencia, se lo decimos a nuestros voluntarios, saben a qué van y lo agarran con un compromiso brutal. Los voluntarios conocen las necesidades de las personas en la calle y van con un alto grado de conciencia, prevención y seguridad, asumen el amor y el servicio para llevarlo a las personas sin hogar”, celebra Rivera. Otras organizaciones participantes: Bill's Kitchen, San Juan Hogar Infantil Santa Teresita Hogar Santa María Eufrasia Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza