Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Sandra Torres, directora ejecutiva de Bill's Kitchen. Foto / Javier del Valle Que un patrono done un día pago de labor de sus empleados en esta organización que sirve a una población VIH positiva de 1,700 personas, ha sido un logro significativo para su programa de voluntariado. “La experiencia con el voluntariado corporativo en esta nueva etapa fue distinta porque tuvimos que desarrollar unas herramientas para atraer estas personas cuyo día de trabajo era en la organización y tenían varias para escoger. Para nosotros significó un trabajo de tú a tú con la plantilla gerencial de estas compañías, para que pudieran ver el valor añadido para sus empleados en este proceso de insertarse a trabajar voluntariamente en la organización que eligieran”, afirma Sandra Torres, directora ejecutiva de Bill’s Kitchen. Carmín Rivera, voluntaria de la organización. Foto / Javier del Valle El beneficio sería mutuo, tanto para el empleado y el programa de recursos humanos de su compañía, como para la organización sin fines de lucro. En tiempos de alta tensión laboral, la oportunidad que tienen las personas de conocer las necesidades de otros grupos poblacionales y de ponerse en los zapatos de los empleados del tercer sector, amplía sus percepciones de vida. “La salida de esa persona a realizar labor voluntaria en una organización no solamente da satisfacción personal. El acercarse y poder tener esa experiencia de mirar dónde estoy yo y descubrir que hay un montón de gente que no tiene acceso a los servicios y bienes materiales que uno tiene, y ver empleados que están tratando de ayudar a estas personas bajo condiciones de mucha dificultad, te permite aprender y echar una mirada, aunque momentánea, a la situación socioeconómica de vulnerabilidad en nuestro país. Con esas nuevas experiencias nada más, ganas”, dice Torres sobre la oportunidad de redescubrir el programa de voluntariado en un proceso que inició hace año y medio. Ahora buscan la manera de mantener activos los servicios en la pandemia. Si antes entregaban 100 compras y alimentos con los requisitos nutricionales de su población VIH positiva, en tiempos de COVID-19 ese número se elevó a 350. El aumento de trabajo ha sido brutal y la reducción de voluntariado por el temor al contagio se ha sentido, pero aún apoya la gestión de la organización. En agenda queda, para todas las organizaciones, tocar las puertas nuevamente de los voluntarios que se han distanciado a causa de la pandemia para construir juntos una nueva normalidad. Fotos / Javier del Valle Otras organizaciones participantes: Hogar Infantil Santa Teresita Hogar Santa María Eufrasia Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Apoyo educativo ofrecido en el Hogar. Foto / Javier del Valle “Yo entendí que el voluntariado es mucho más”, asegura Melva Arbelo, directora de la organización establecida en Arecibo. “A pesar de que por muchos años hemos tenido voluntarios en el hogar, casi siempre en el área de recaudación de fondos, a través de la experiencia con el programa de formación me di cuenta de que el voluntariado tiene un valor más grande del que uno le da. Nos ayudaron a cuadrar las hojas de asistencia, lo que me ayudo a entender el valor monetario de cada persona que entra aquí y eso fue bien especial”, explica Arbelo. Celebró además que las coordinadoras que se adiestraron en el tema “están más comprometidas y animadas porque ellos pueden hacer muchas cosas en pro de la organización”. “Nos ha tocado vivir una época difícil”, reconoce la directora que alberga 15 niños víctimas de maltrato entre las edades de 3 a 8 años. Melva Arbelo, directora ejecutiva de la organización y Lizybeth Faría, coordinadora de voluntarios. Foto / Javier del Valle “Comenzamos con las puertas abiertas y se fueron cerrando por la pandemia. Aún así, cada vez que hay una necesidad, la coordinadora de voluntariado coordina con personas para cumplir con el requisito que nos ayude. Se ha quedado con nosotros, siempre nos monitorea, es parte del equipo de trabajo, da su vueltita, llega y pregunta cómo está todo. Ella sigue cuadrando nuestras listas, sigue su asistencia y su compromiso con la institución; en la repartición de alimentos traía su equipo para desinfectar alimentos”, dice sobre Lisibeth Farías. Arbelo la reconoce como “tremenda aliada”. “Ella es mi mano derecha, la que me ayuda a trabajar los resultados de las necesidades del hogar”, reconoce. Otras organizaciones participantes: Bill’s Kitchen Hogar Santa María Eufrasia Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Desde la izquierda: Neysha Burgos, líder de voluntarios; Omar Pérez, voluntario y Yorelis Rivera Amador, directora ejecutiva de Iniciativa Comunitaria. Foto / Javier del Valle Esta organización que atiende las necesidades de personas sin hogar contaba con un programa de voluntariado cuando se sumó a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado. Conscientes de que tenía “sus áreas débiles”, como reconoce su directora ejecutiva, Yorelis Rivera Amador, comenzaron un exhaustivo proceso de brindar “una mirada 360 a qué estábamos haciendo bien para continuar y qué debía ser mejorado”, de modo que la experiencia entre la organización y el voluntariado fuera de beneficio mutuo. Indagaron entre el voluntariado activo y antiguo para refinar el pareo entre las necesidades de la organización y sus habilidades. Desde que en septiembre de 2019 comenzaron el proceso de formación, ya han recibido 480 voluntarios. Hace nueve años Neysha Burgos se sumó como voluntaria a la organización. Foto / Javier del Valle “Nuestros voluntarios van desde estudiantes referidos de las escuelas, hasta un grueso bien grande de voluntariado universitario, mayormente de la Universidad de Puerto Rico y también de la Universidad del Sagrado Corazón. Entre agosto y diciembre del 2019 tuvimos entre nuestros voluntarios a 165 estudiantes universitarios”, detalla Rivera. En plena pandemia, entre enero y agosto del 2020, trabajaron con 228 voluntarios de los cuales 150 son universitarios. “Para nosotros el voluntariado ha sido una pieza clave en el servicio desde el principio, sé que es vital para mi operación, lo que me ayudó este proceso fue a estructurarlo para retenerlo y también para motivarlo de manera que cuando se vayan a otro lugar, hagan el trabajo voluntario con el mismo amor que lo hicieron aquí. Sabemos que muchos se están hospedando y vuelven a sus pueblos así que hay que seguir cultivando esa chispa de servir hasta en tu barrio”, destaca la directora. Y Rivera no deja de celebrar “la entrega brutal que tienen mis líderes por guiar el esfuerzo del grupo de voluntarios”. Mediante el incentivo de FAR se ocupan de esta labor Lizaura Gómez y Dielmarie Negrón y, además, Kamille Camacho, a quien Rivera Amador define como “súper mujeres”. “Son chicas que lo dan todo como si fuera un trabajo remunerado económicamente, para ellas no es cuando sobre el tiempo, es su compromiso full, es parte de sus responsabilidades y eso tiene un valor hermoso y les agradezco el compromiso. Este es un trabajo duro en contextos violentos al ser en altas horas de la noche en comunidades de alto riesgo por el tráfico de drogas y la violencia, se lo decimos a nuestros voluntarios, saben a qué van y lo agarran con un compromiso brutal. Los voluntarios conocen las necesidades de las personas en la calle y van con un alto grado de conciencia, prevención y seguridad, asumen el amor y el servicio para llevarlo a las personas sin hogar”, celebra Rivera. Otras organizaciones participantes: Bill's Kitchen, San Juan Hogar Infantil Santa Teresita Hogar Santa María Eufrasia Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé La directora del Hogar Santa María Eufrasia, Raquel González, acepta que el tema de voluntariado “me atraía”. “Pensaba que era algo necesario y que no lo teníamos”, confiesa. Lo que en realidad quería era poder estructurarlo para alcanzar mayores metas. “Y cuando lo haces bien, te vas dando unos resultados que no imaginaste”, dice la líder de la organización con base en Arecibo. Antes de la pandemia, por primera vez celebraron el Día del Voluntariado para reconocer aquéllos que se habían mantenido comprometidos. “Pensé ‘a lo mejor no viene nadie’, y la casa se me llenó. Sus testimonios me sorprendieron porque había voluntarios de hace 20 ó 30 años y cuando llegaron a la actividad contaron sus experiencias. Una llevaba 30 años, se retiró y después de la actividad se volvió a unir y no ha fallado”, destaca González. Para la directora, el voluntariado “es una necesidad real” para las organizaciones sin fines de lucro porque sin ellos “es bien cuesta arriba” cumplir con todas las necesidades. “No hay para pagar tantos empleados y eso nos ayuda. A veces el empleado está tan agotado y tener esa ayuda o esa palabra de ánimo que surge crea un espíritu de amor hacia uno también, porque a veces los empleados se queman”. Al momento cuentan con 15 voluntarios que laboran de forma consistente en tareas fijas como arreglar el patio, recibir y clasificar donaciones, archivando, contestando el teléfono o en las clases de manualidades con las participantes. La organización tiene capacidad para diez menores y ahora atiende tres adolescentes y dos bebés, removidos de sus hogares por el gobierno, a quienes les ofrecen servicios variados para superar los traumas vividos. “Cuando uno suma todas esas horas de trabajo voluntario, uno se da cuenta de cuánto valor tiene. En la pandemia tuvimos que restringir sus visitas y una de las participantes les pidió a las cuidadoras que hablaran conmigo para que, ‘por favor’, dejara que la voluntaria de manualidades y de zumba entrara a atenderlas”, destaca la directora los vínculos desarrollados. Otras organizaciones participantes: Bill's Kitchen, San Juan Hogar Infantil Santa Teresita Iniciativa Comunitaria Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC) Proyecto La Nueva Esperanza
Líderes de las seis organizaciones sin fines de lucro que se sumaron a nuestro Programa de Formación y Desarrollo de Voluntariado, comparten las ganancias del proceso. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Brigada comunitaria trabaja en el acondicionamiento de la escuela abandonada que se convertirá en centro para emergencias. Foto / Javier del Valle “Desde el inicio hemos tenido en alto valor a nuestros voluntarios”, afirma María de los Ángeles Hernández, directora del Programa de Apoyo y Enlace Comunitario (PAEC), sobre el grupo que cuenta con poco más de 50 integrantes. Y ahora atienden esa interacción con renovado énfasis ya que, según la directora, nos ha permitido dar visibilidad al proyecto de recuperación comunitaria para desastres e involucrar personas de la comunidad. Una escuela abandonada fue cedida a la organización y la pasión de un líder comunitario, Francisco Poueymirou ha sido instrumental en la meta de habilitarla para las necesidades del vecindario. Estudiante aprovecha el internet para cumplir con sus tareas. Foto / Javier del Valle “Ese coordinador de voluntariado se unió a los miembros del staff y ahora pasó a ser empleado para seguir la gestión del proyecto”, dice Hernández. PAEC tiene como meta promover un entorno sano y seguro, brindando factores de protección y resiliencia en individuos, familias y comunidad desde la prevención y la intervención. Atienden 110 familias víctimas del crimen con servicios variados que van desde asistencia y tutorías, hasta conexión de internet para realizar trabajos escolares, prevención de uso de sustancias controladas y desarrollo de liderazgo, todo con el apoyo de adultos que colaboran en la gestión. María de los Ángeles Hernández, directora ejecutiva de PAEC. Foto / Javier del Valle “El COVID-19 no nos ha ayudado, ahora no podemos interactuar como antes de marzo, pero sí hay la expectativa de que cuando pase todo esto tenemos un lugar donde todo es de todos”, subrayó Hernández. La líder destacó que el programa de formación y desarrollo de voluntariado le permitió remunerar a un integrante de la comunidad, quien coordinó los trabajos de mejoras a la estructura física del proyecto. Otras organizaciones participantes: Bill’s Kitchen Hogar Santa María Eufrasia Hogar Infantil Santa Teresita Iniciativa Comunitaria Proyecto La Nueva Esperanza