Compartimos contigo la historia detrás de la tarjeta navideña anual de nuestra Fundación Por Ana Teresa Toro :: Oenegé Pocas tradiciones son más poderosas que la tradición epistolar. Escribir cartas, sin más. Ese ejercicio íntimo y compartido en igual medida a través del que hemos conocido recovecos de la historia a todos los niveles. No podríamos entender el interior de un frente de batalla sin las cartas que soldados y familiares intercambiaron, no seríamos capaces de invocar el asombro de quienes se aventuraron a explorar tierras desconocidas y, ante su desconocimiento de los nuevos escenarios encontrados, se dedicaron a nombrar el mundo a partir de sus referentes conocidos. No entenderíamos cómo es que crece el amor a distancia o lo importante que es contar lo grande y lo pequeño con la misma intensidad. Es decir, vale tanto narrar si tenía buen sabor el café de la mañana como contar que ha nacido un nuevo miembro de la familia. Porque la vida se compone del acontecimiento trascendental y de la vivencia cotidiana que con los años adquiere su trascendencia. Esta tradición fue la inspiración para la tarjeta de Navidad que este año hemos preparado para ustedes en la Fundación Ángel Ramos. Imaginamos una niña escribiendo su carta y lista de deseos para los Reyes Magos, esas figuras icónicas en nuestra tradición navideña. Imaginamos que es una de las tantas niñas cuyas vidas han sido enriquecidas por la labor de organizaciones sin fines de lucro en el país. Imaginamos una niña con ganas de estudiar, de aprender, de cuidar de su familia y, sobre todo, con muchas ganas de dar amor. Imaginarla no fue difícil, conocemos tantas niñas y niños así. Lo difícil fue editar la larga lista de ilusiones que fuimos acumulando. Entonces, elegimos hacer una carta y condensar en ese escrito los deseos que tantos niños y niñas han manifestado en sus distintas experiencias en organizaciones y en las múltiples interacciones que las entidades que apoyamos tienen con ellos. El resultado es esta carta a los Reyes Magos que presentamos este año haciéndonos eco del sentir de la niñez puertorriqueña. Y como no podía ser de otra manera, contamos con la voz de una niña extraordinaria, Violeta González Ortiz, de 9 años quien le impartió su toque personal y grabó como toda una profesional. Las imágenes son obra de Kike Estrada. El texto original es una colaboración del equipo de comunicaciones de FAR -con el toque de Violeta- y la voz fue grabada por Javier del Valle. Todos los años procuramos crear un concepto afín al sentir del momento y poniendo el oído en tierra. No nos cabe duda de que los anhelos y necesidades de la niñez deben ser asunto urgente para todo el país. Regalamos postales en Navidad como una especie de fotografía letrada del momento, como un objeto vivo que marque el paso del tiempo. Pero esta vez, queremos hacer eso mismo destacando las voces que como institución filantrópica son prioridad en nuestro quehacer. Quizás, con la ilusión de que en este 2025 escuchemos más a la niñez. Después de todo, el futuro es suyo y como dueños del porvenir tienen mucho que decirnos y muchos sueños para guiarnos en el camino. ¡Que la disfruten!
Alana Feldman, del Centro Paz para ti; Myrna Rivera de Pro-Arte Musical; y Nilda Morales de SER han encaminado a decenas de participantes y líderes del tercer sector, pero ¿quién las motivó a ellas? Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Alana Feldman, del Centro Paz para ti; Myrna Rivera de Pro-Arte Musical; y Nilda Morales de SER comparten sus experiencias de crecimiento y formación personal y profesional Un mentor puede encender la chispa por alguna pasión en un espíritu curioso. Detrás de cada líder y líderesa exitosa en el tercer sector, hay personas que incentivaron el desarrollo de sus mejores cualidades de servicio que tan útiles le han resultado al país. Y han tenido la suerte de que han sido muchas las personas que han aportado a su formación. Hoy conocemos quiénes inspiraron a tres veteranas en nuestro campo: Alana Feldman Soler, coordinadora del Centro Paz para ti; Myrna Rivera, presidenta de la Junta Directiva de Pro-Arte Musical; y Nilda Morales, directora de SER de Puerto Rico. Alana Feldman SolerCoordinadora del Centro Paz para ti “En cada espacio que he ocupado ha habido personas -a menudo mujeres- con más experiencia y sabiduría que me han ayudado a entender mi rol y a fortalecer mis destrezas. También me han permitido identificar y apoderarme de estrategias, acercamientos e ideas que luego me han acompañado a donde quiera que voy”, cuenta la gestora comunitaria Alana Feldman Soler, ahora radicada en Adjuntas desde donde sirve a la comunidad. Con 16 años ingresó a la universidad Carleton College, en Minneapolis, donde era una de dos estudiantes provenientes de Puerto Rico. Por primera vez vivía alejada de su familia y nunca había visto nieve. “La profesora Cynthia Shearer me acogió en el Centro de Idiomas Modernos, como hacía con muchos otros estudiantes cuyo primer idioma no era el inglés. Nos reclutaba como tutores, asistentes de clase, y facilitadores de laboratorio, pero era su interés personal en nuestra integración a la comunidad y su confianza en nosotros la que nos hacía amar nuestro espacio de trabajo”, rememora Feldman. Tan pronto culminó su bachillerato trabajó en un centro pre-escolar para menores de edad con historial de maltrato. “Allí la directora Sandy Heidemann siempre fue quien mantuvo puertas abiertas, evaluaciones participativas y diálogos sinceros con el personal. Al día de hoy, aún la considero una amiga y siento que llevo conmigo la paciencia, la interactividad y la sensibilidad que ella me reflejó en Southside Family Nurturing Center”, señala. Feldman fue voluntaria en el Cuerpo de Paz donde descubrió que “debía ser creativa al definir y enfocar mis esfuerzos, porque el reto principal siempre sería el de potenciar voluntades y maximizar recursos”. “Kevin Quiroa, un joven de descendencia Q'eqchí sigue siendo un amigo a quien admiro y con quien conspiro a distancia. Aunque nunca completó la escuela superior, su capacidad de reinvención es tan grande como su dedicación a utilizar sus talentos comunicativos y analíticos para lograr cambios sociales en su pueblo de Santa María Cahabón. De Kevin aprendí la diferencia que le hace a las personas que dependen de mí tener un líder perseverante, confiable y dispuesto a crear en colaboración. Definitivamente me ayudó a sentirme en comunidad en un ambiente nuevo”, comparte Feldman acerca de su amigo de los tiempos de voluntariado. Cuando Feldman llegó a la Oficina de Comunidades Especiales en Puerto Rico, por primera vez asumió el rol de supervisión. “El acompañamiento de mi gerente, Maritza Torres, fue indispensable para visualizarme en la posición y enfrentar con flexibilidad los retos. Manejar personas y personalidades siempre será complejo, Maritza siempre estuvo dispuesta acompañarme, a ofrecer retroalimemtación a mi desempeño y ayudarme a distinguir lo esencial entre la avalancha de tareas burocráticas y politizadas que abundan en los espacios gubernamentales. De ella aprendí a dar seguimiendo individualizado a las personas que componen mi equipo”, enumera lecciones recibidas. Y de su paso por Talle Salud, Feldman indica que “aún puedo escuchar a Jacqueline Cruz, Facilitadora Programática, trayendo reclamos justos y difíciles a las reuniones de equipo”. “Para mí ha sido un honor compartir espacios de trabajo con personas como ella que saben cuestionar posturas, acciones y expresiones desde el amor y no desde la disputa. Es una destreza que todavía lucho por dominar, pero su voz está conmigo recordándome que es importante saber separar a las personas de sus discursos”, subraya. Feldman reconoce qué tipo de persona y de lideresa es ahora. “Aquí estoy hoy: un caleidoscopio de quienes me han enseñado con su ejemplo”, acaba. Myrna RiveraDirectora Junta DirectivaPro-Arte Musical “Tomo muy en serio el tema de la mentoría, los ángeles que se presentan en tu camino -muchas veces sin esperarlos- que estimulan la búsqueda de tus destrezas, talentos y pasiones”, dice la fundadora de la firma Consultiva en el 1999. “Soy quien soy por ellos. Debo a ellos y a ellas mi lugar en el tejido social de Puerto Rico”. Myrna Rivera, presidenta de la Junta Directiva de Pro-Arte Musical Nacida en Coamo, llegó a la ciudad de Nueva York con solo 11 meses. Como primeros mentores identifica a sus “padres, tíos y abuelos, vecinos y buenos amigos de mis padres”, ya que apoyaron siempre “la creencia de que yo podía lograr lo que me propusiera, siempre haciendo el bien y con Dios por delante”. “Después llegaron mis maestros y profesores”, explica Rivera quien cursó de kínder a octavo grado en Nueva York y a los 14 años regresó a Coamo donde estudió de noveno a duodécimo grado. “Doy vuelta atrás en mi memoria hasta llegar a mi segundo grado, desde entonces los maestros propiciaron en mí la curiosidad y el sentido de maravilla ante nuevos conocimientos y experiencias, y con ello la búsqueda de ese equipo de talentos y destrezas con el que todos llegamos al nacer; para mí fue el talento artístico, el dominio de las matemáticas y la curiosidad por la historia de nuestro mundo y de la raza humana”, agrega Rivera. “Aún recuerdo los nombres de mis maestros de escuela elemental e intermedia en Nueva York, tal fue su impacto en mi psiquis: Sra. Friedman en segundo grado, Sr. Harris y Sra. Faletta en quinto y sexto grado, Sra. Carpenter, mi maestra de violín. En intermedia, el Sr. Rosenblatt de Estudios Sociales me presentó el mundo de manera fascinante, la Sra. Goldstein, mi maestra de química, también nos enseñaba estimulando la fascinación por lo desconocido”, recuerda. Rivera afirma que “el mundo de posibilidades se abrió de par en par con mis maestros de escuela superior y de universidad, -Ms. Cansobre, Ms. Feliciano, Ms. Rivera, Mr. Cruz, Ms. Santiago- quienes me impulsaron a pensar en estudios universitarios”. “En la Universidad de Puerto Rico me tomaron de la mano la Prof. Josefina Hernández, de español y el Prof. Winston Khan, de matemáticas, estimulando la nueva y desconocida idea de estudios posgraduados, lo que me llevó a Lehman College de CUNY y a una maestría en Matemáticas. El Prof. Jaime Medina, violinista de la Sinfónica de Puerto Rico, me recibía todas las semanas en la Escuela Libre de Música en Caguas y cimentó en mí, por siempre, el amor incondicional por la música y la sala de conciertos. Soy vivo ejemplo del impacto de la educación musical en la formación del ser humano: paciencia, disciplina, perseverancia, trabajo en equipo, solidaridad, empatía, amor a la belleza y entrega, dotes fundamentales para una sociedad saludable y emprendedora”. En su fomación profesional llegaron a su vida “colegas que me enseñaron cómo aplicar mis destrezas a los procesos que tenía ahora de frente, supervisores y clientes que notaron algo en mí y señalaron posibles caminos de desarrollo profesional que yo aún no veía, los que me inspiraron a entender que visualizar no cuesta nada”. Desde su primer empleo en Nueva York donde recuerda a Rich Baun, Bob Marcado, Bill Friend y Sandy Shawl quienes le enseñaron a “crear the last chapter first”, a visualizar resultados para encaminar inciativas eficientemente”. Con el paso del tiempo la inspiraron otros como Guardo Albani, Víctor Mena, Roberto Corretjer Piquer, Ariel Nazario, Pedro Grant Chacón, Luis Carrión, Germán Vázquez, Juan González Feliciano, Marcos Ramírez, José Ramón González, Salvador Casellas, Pancho De Jesús, Terry Wadsworth, Rafael Cortés Dapena y Angela Weyne Roig. “Soy quien soy por ellos. Debo a ellos y a ellas mi lugar en el tejido social de Puerto Rico”, asegura Rivera. No siempre se está dispuesto a escuchar, pero la consultora en finanzas reflexiona que, “si algo bueno he hecho en este camino, ha sido hacerle caso a la sabiduría y la experiencia de otros”. “Cuando ya te quitan las ruedas de entrenar de tu bicicleta, y vas pedaleando sola, te das cuenta de cómo se activan tu intuición, tus destrezas y esa confianza con la que cuentas porque tantos otros te animaron, en las buenas y en las malas, contra viento y marea, con amor, respeto y solidaridad”, señala. La líder siempre se ha sentido inclinada a compartir con otros la motivación recibida, esas vivencias que encaminaron su vida. “Quiero estimular a otros a aprender a pensar en lo posible. Hay tanto freno y aprehensión a hacer algo que es gratis y que puedes hacer sola: visualización. Es como un freno mental, como que no tenemos permiso para soñar y visualizar nuestras posibilidades”, advierte Rivera y asegura que desde ese plan que toma forma solo en la imaginación se parte para hacerlo realidad. Nilda MoralesPresidentaSER de Puerto Rico Para ser exactos, Nilda Morales lleva 49 años laborando en SER de Puerto Rico, entidad en la que comenzó como terapista ocupacional. Pero antes de asumir ese rol, varias personas la acompañaron en el camino. “Primero están mis mentores de raíces, ahí están mis valores, ahí están mi abuelo y mi papá”, confiesa Morales, criada en Cupey Bajo, “mi papá es quien sembró mi liderazgo, pero mi abuelo era un hombre tan excepcional, mis valores están en mi abuelo”. Se llamaba Leoncio Sandoval, era un carpintero que “levantaba casas” y le enseñó a “verte en el rostro del otro porque tú no eres próspero si tú no compartes”. Su padre, Víctor Morales, fue fundador de la Unión de Periodistas, Artes Gráficas y Ramas Anexas, (UPAGRA) en el periódico “El Mundo”. “En la adolescencia mi papá desarrolla en mí el liderazgo, la lectura, fue un líder obrero y me enseñó a buscar los puntos de encuentro, el que tú no compites, tú compartes”, recuerda Morales y agrega que al final de su vida, su padre le aseguraba que siempre fue “Sancho, tu escudero”, aludiendo al gusto compartido por la lectura de “El Quijote”. En el área de la filantropía menciona a Francisco Carreras, pasado director de la Fundación Ángel Ramos (FAR), como figura clave para ofrecer un servicio más eficiente. “La primera vez le entregué una propuesta bien mala y él me dijo, ‘tú tienes muchas ganas de ayudar, yo te voy a enseñar cómo vas a poder ayudar’. Y me dijo ‘la métrica es lo que te va a ayudar a que los demás te ayuden. Los resultados, ¿cómo los mides? No es con tu pasión ni con tu entusiasmo, dime qué propusiste, qué lograste y con cuánta costoeficiencia’”, recuerda la enseñanza y el apoyo recibido en la redacción de propuestas, siempre y cuando no fueran sometidas a FAR. Como terapista, Morales menciona a tres galenos importantes en su desarrollo profesional y en el nacimiento de SER, Herman Flax, Guillermo Atiles Moreu, y René Jiménez Malaret. Con el fisiatra Carlos Armstrong Recci, también vinculado a SER, hizo su práctica pediátrica y lo considera su mentor. Lo describe como “un hombre que se adelantó a su tiempo”. “Siempre me decía sobre los pacientes, ‘no es que caminen, Nilda, es que avancen en la vida”. De los especialistas médicos con los que trabajó aprendió “la personalización de los servicios, no es una receta que aplique a todo el mundo, tienes que conocer cada uno de tus casos” y a prestar atención a su trasfondo social. “El sueño de función es igual para todos y como SER va a atender a todos por igual, tienes que mirarlos a todos por igual”, indica otra lección recibida. En múltiples ocasiones enfrentaron casos con altos grados de severidad y a Morales le llamaba la atención el tesón de los médicos para encontrar soluciones. “Es ver más allá de lo que los ojos te muestran, eso yo lo aprendí del doctor Armstrong. Me decía ‘no te pongas peros, y si no te mojas los pies, no aprendes a nadar, ¡tírate!’. Y yo le preguntaba: ‘¿Y si me equivoco?’. ‘Pues, mija, rectifica’”, repite sus palabras. Una de sus frases, Morales la conserva como mantra: “Lo que nosotros sembramos es esperanza, porque de la esperanza es que nace la fe. No es al revés”. “Y eso es lo que yo hago en la institución, sembrar esperanza con cada programa; ya le importas a alguien y vamos a darte seguimiento. Yo solo soy facilitadora”, culmina Morales.
La organización gestiona el desarrollo de las artes circenses en el país, utiliza el arte como herramienta de desarrollo comunitario y fortalece el ecosistema artístico con sus estructuras administrativas. Conoce la labor de esta finalista al Premio Tina Hills 2024. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Maximiliano Rivas y Maite Rivera Carbonell, co fundadores de ACIRC Quizás los conociste cuando en el 2014 estrenaron el multitudinario evento de arte callejero, CircoFest, en el Viejo San Juan. Mucho ha cambiado desde entonces para la Asociación ACirc, organización sin fines de lucro que ha aprendido a navegar el incierto mundo de la gestión cultural hasta convertirse en fuente de apoyo para otros que buscan establecer sus proyectos culturales alrededor de la isla. Desde su sede en El Bastión, antiguo espacio del Instituto de Cultura Puertorriqueña que renovaron hace siete años, no sólo ofrecen espectáculos, sino que además reciben estudiantes que visitan su huerto, artistas que toman cursos, ensayan y presentan espectáculos o gestores culturales que aprenden a formalizar sus operaciones como han hecho ellos con disciplina. “Con los años nos dimos cuenta de que esta piedrita que habíamos empezado a generar y a pulir tenía más potencial y, hoy por hoy, ya nosotros hemos asumido el rol de buenos empresarios culturales que somos para poder pasar esa informacion a otras organizaciones culturales. Esto que nosotros hacemos, no somos los únicos; mientras más organizaciones surjan para conseguir que este fin se concrete, vamos a tener un país mejor, un mundo mejor”, explica el artista Maximiliano Rivas, cofundador del proyecto junto a Maite Rivera Carbonell. La influencia del arte en el desarrollo del ser humano lo conocían de sobra. El arte de administrar una entidad, no. Poco a poco fortalecieron la opertación de su organización para que fuera rentable y sus artistas no vivieran con carencias. “Muchas veces nos dicen ‘ustedes tienen más estructuras que algunas agencias gubernamentales’ y nosotros nos dimos cuenta con el tiempo que la estructura no está mal, al contrario, nos ha ayudado a seguir creciendo. Esa estructura es la que aspiramos a transmitirle a los colectivos cercanos, a artistas, técnicos, al mismo público. Gracias a la formación de Asesores Financieros (Comunitarios) es que hemos logrado que este proyecto -que sigue en su esencia siendo lo mismo-, sea uno vivo, que está atendiendo las necesidades de la comunidad artística y de la comunidad que recibe nuestros proyectos”, agrega Rivas. El Bastión en el Viejo San Juan pasó a convertirse en la sede de la organización que ha sido reconocida como finalista del PTH por segundo año consecutivo. Convertirse en “empresarios culturales” requirió tiempo. “Desarrollarnos fue un proceso”, admite Rivera, también artista. “Nosotros empezamos entre colegas, todo ad honorem, hacíamos todo gratis, hacíamos lo que podíamos. Después del segundo Circo Fest, nos dimos cuenta ‘espérate, es que nosotros tenemos una empresa cultural y tenemos que asumirlo’, y empezamos a hacer clic de cómo tenemos que organizarnos nosotros internamente y como una organización administrativa cultural”, agrega Rivera. Cuando Rivas escuchaba el cumplido de que eran “tremendos empresarios”, lo tomaba como una ofensa. “No tengo que ver con los empresarios, soy artista”, decía entonces. “Pero un día, un señor me lo dijo muy claro, ‘tienen la visión del empresario porque ustedes ven algo donde no existe nada y se enfocan en desarrollar ese algo, esa idea la concretan y se transforma en algo exitoso. Los proyectos de ustedes surgen de ustedes, no tenían un referente’. Ahí fue que dije ‘claro es verdad, si lo veo de ese lado, el empresarismo cultural tampoco está mal’. Si realmente nosotros cogemos la estructura de lo que es el empresarismo y lo llevamos a lo que nosotros necesitamos, que es tener la posibilidad de brindar trabajo a nuestro equipo administrativo, a nuestros colegas artistas, y a técnicos, podemos generar un movimiento económico a través de un buen producto cultural”, comparte Rivas el cambio de mentalidad. DE GIRA POR LA ISLA Merci Caraballo González es artista y diseñadora gráfica y trabaja en una residencia creativa en El Bastión con la obra “La danza”, inspirada en sus raíces puertorriqueñas y el arte circense. Poder identificar lo que sólo ven los artistas les viene como anillo al dedo en su trabajo comunitario, donde estimulan valores de crecimiento. ACirc también realiza una gira anual por varios pueblos de la isla, en la que no sólo ofrecen talleres en artes circenses y espectáculos, sino que además incentivan a los municipios a realizar iniciativas similares y a retomar sus plazas públicas como espacios de esparcimiento. “La Asociación comenzó con la idea del Circo Fest, que es un impacto directo a la comunidad y es un proyecto gratuito para todo el público, llegamos a la comunidad en primera persona. Logramos hacer exposición del arte de Puerto Rico y de los internacionales, que les dan talleres gratuitos a los artistas de acá. Tiene un impacto muy fuerte en la comunidad. Desde el inicio hacemos una gira, todos los años visitamos a Vieques o a Culebra, lo alternamos, damos talleres gratuitos a los estudiantes y hacemos un show con la comunidad. De ahí vamos a tres municipios más todos los años. Tenemos una necesidad de llegar a todo Puerto Rico. El impacto social es una de nuestras misiones, todo lo que nosotros hacemos, nuestro arte, que además genere un desarrollo económico en nuestros artistas. Nosotros queremos erradicar esa visión de que el artista tiene que vivir en precariedad, no queremos eso porque el arte también es una manera de ganarse la vida”, subraya Rivera. "Esto que nosotros hacemos, no somos los únicos; mientras más organizaciones surjan para conseguir que este fin se concrete, vamos a tener un país mejor, un mundo mejor”. Maximiliano Rivas, cofundador del proyecto junto a Maite Rivera Carbonell. ACirc no se limita a trabajar en la zona metropolitana. Rivas explica que por lo general visitan municipios “en el interior de la isla y las islas municipio, con la filosofía de que ellos también tienen que ser gestores y precursores de ese desarrollo que pretenden”. En la gira ya participan artistas locales. Cuando arriban a las comunidades, disfrutan ver la evolución en la mentalidad de los niños y jóvenes gracias a los talleres de arte. “Es una cuestión de filosofía, de cómo tú quieres ir por la vida, da igual si eres artista o agrónomo, cada vez me convenzo más de que da igual lo que decidas hacer en la vida dentro de tu función social, lo importante es que lo hagas con esa conciencia de que va a tener un impacto positivo para tu entorno”, opina Rivas. En estos años de labor, Rivera se ha percatado de que, por lo general, “la traba mayor está en la cabeza”, por eso insisten en la educación y su manera de enseñar es “haciendo”. “En el momento en que tú ves que algo va a mejor, tú observas y dices ‘¿qué ustedes hicieron?’. La gente se acerca y nos pregunta cómo hicieron esto y nosotros somos de libro abierto porque, como decía Maximiliano, queremos que esto se replique, que sea contagioso, que todo el mundo entienda que más allá de que tú seas artista o que tengas que ver con el arte, lo que quieras hacer puedes hacerlo, pero tienes que ponerte a hacerlo. Eso es lo básico dentro de la mentalidad para que la rueda empiece a rodar”, puntualiza Rivera. ACirc procura no depender de fondos o entidades exclusivamente, así que encaminan su solvencia económica sometiendo distintas propuestas y vendiendo sus servicios. “Brindamos talleres, espectáculos, damos charlas, hacemos team buildings, alquilamos el espacio, tenemos un huerto comunitario donde vendemos plantinos, nos fuimos diversificando para que cada acción tenga una vuelta. No todo es económico, también es que venga una escuela de bajos recursos a visitar el huerto y se lleven plantinos, pero siempre tenemos un proyecto”, asegura Rivas. ELEVANDO LA VARA Christopher Nomar Pellot, director ejecutivo de Ciudad Museo, conoció a ACirc como voluntario de su CircoFest y ha recibido mentoría para el desarrollo de la entidad cultural que lidera con sede en Añasco. Artista que regale su trabajo, no necesariamente honra sus horas de estudio, trabajo y atención al detalle. Rivera insiste en que es fundamental que el artista comprenda que “tu producto tiene un valor”, al gestionar su carrera. “Para eso está la Asociación, es una herramienta muy fuerte. En el momento que nos llegan contratos para hacer X actividad, sabemos que ya hay un presupuesto para que ese artista tenga un buen salario, es realmente hacer y buscar la manera de que ese círculo siga rodando para que salgan más actividades y estén dentro de un pago digno para los artistas”, propone Rivera. Por otro lado, Rivas reconoce que la práctica de salario justo para los artistas “es un proceso de educación para todos lados”. “Nosotros educamos a los clientes que nos llaman para hacer eventos privados en El Bastión. Nuestra fórmula es que los que tienen capital les cobramos, pagamos el salario de nuestros artistas, quedamos con un por ciento para la organización y nos ayuda a poder cubrir cuando tenemos un capricho y decimos ‘vamos a Culebra a poder dar talleres porque lo paga la Asociación’. Nos damos a la tarea de educar a los artistas para que ellos también levanten su listón de responsabilidad, de ejecución. Fue todo un trabajo de educar que ACirc paga bisemanalmente, es contra factura, si no tienes tu Registro de Comerciante no te va a pagar, tienes que tener tu documentación al día y no pagamos cash. Nos hemos dado a la tarea de generar esa estructura y traspasarla a ellos para que entiendan que, si trabajas con nosotros, nos paguen o no nos paguen, a ti te va a llegar el dinero a tu cuenta, porque eso nos pasa, tenemos contratos que pasan seis meses y no nos han pagado. Hemos levantado el listón, con lo poco que tenemos a veces. Damos adiestramiento para que tengan autonomía, para que confíen que lo de ellos vale y la estructura para llegar a esos acuerdos”, sostiene Rivas. Una entidad que ha disfrutado de la mentoría de ACirc es la organización sin fines de lucro Ciudad Museo, con sede en Añasco. Dedicada al muralismo, comenzó como un proyecto escolar en el 2015 y en el 2018 formalizó su gestión. Christopher Nomar Pellot, director ejecutivo de Ciudad Museo, conoció a ACirc como voluntario de su CircoFest y se familiarizó con “el legado y el trabajo que habían hecho”. “Yo sabía que necesitábamos la guía de personas que llevan más tiempo dentro de lo que es la industria creativa en Puerto Rico para aclarar muchas de las dudas que nosotros, como gestores culturales, no necesariamente sabemos. No hay un libro específico que te deje saber eso y nosotros, al igual que muchos otros gestores culturales, hemos aprendido a través del camino”, explica Pellot. Se reunieron con el objetivo de hacer una colaboración “para traer un proyecto futuro a Añasco, pero esa conversación evolucionó en toda una orientación por parte de ellos” que se extendió. “Han sido una guía muy importante porque nos han hecho ver luz donde en ocasiones nosotros no veíamos, y nos sirven de inspiración para entender que el sector creativo en Puerto Rico no es un sector cuyos servicios tienen que ser necesariamente regalados, en ocasiones tenemos esta perspectiva de que los artistas tienen que brindar su trabajo gratuitamente, que del arte no se puede vivir . Personas como ellos nos van a demostrar que sí se puede ser artista y que sí se puede vivir del arte, que es algo que todos los que nos dedicamos a esto aspiramos”, dijo Pellot. Además de la serie de eventos y talleres que ofrecen alrededor de toda la isla, mantienen una agenda artística y educativa en la sede en San Juan. En la imagen una presentación artística con telas colgantes, uno de los talleres que más atractivo tiene para el público. En el caso de Merci Caraballo González, la artista y diseñadora gráfico trabaja en una residencia creativa en El Bastión con el trabajo, “La danza”, inspirado en sus raíces puertorriqueñas y el arte circense. “La relación con ellos fue muy buena porque aprendí mucho, hasta treparme en una tela (acrobacia). Me gustó mucho el proceso, me gustó cómo cada cosa que se me ocurría ellos trataran de llevarme a quien me pudiera ayudar o ellos mismos explicarme”, relata la artista. Caraballo asegura que la experiencia fue “mucho más de lo que esperaba” y contribuye no sólo desde la ayuda económica que recibe por crear en El Bastión -“que siempre hace falta porque es tiempo que uno trabaja que no es remunerado”- hasta la garantía de poder enfocarse y dedicar sus energías solo a la creación. “Siento que he crecido, este tipo de trabajo me enseñó mucho. Yo trabajo en producción de cine, en el diseño gráfico, y he aprendido a cómo hacer de todo y eso me ayuda mucho, me da seguridad de que puedo aspirar a proyectos más grandes, más complicados, me da seguridad de que profesionalmente puedo trabajar con muchas cosas. Estoy más preparada que hace tres meses”, indica Caraballo. Con motivo del décimo aniversario de Circo Fest, trabajan en un documental sobre el impacto que ha tenido el evento. En agenda está el lanzamiento de dos publicaciones: una orienta acerca de cómo establecer una organización sin fines de lucro según sus vivencias y otra de aniversario. Además, trabajan en un espectáculo que combinará circo contemporáneo y teatro. “Nuestros proyectos se sostienen por el capital humano que lo vive, que lo utiliza, por eso nos da igual quién esté de turno, lo hacemos pensando qué comunidad estamos impactando”, agrega Rivas quien aprovecha para describir su organización. “Somos ACirc y brindamos esperanza de que se puede. Esas es la idea, es lo que queremos que la gente entienda, hay que poner la máquina en movimiento”, acaba Rivas. SER FINALISTAS DEL PTH 2024 “La Asociación ACirc está súper feliz de que nuevamente estemos finalistas en este premio, este alto reconocimiento para las organizaciones sin fines de lucro. Para nosotros es un honor poder mostrar nuestro trabajo a todos ustedes”, Maite Rivera. “Para nosotros es muy importante, al nivel de las organizaciones sin fines de lucro que nos dedicamos a esto, es un empuje para poder demostrar que hay una conciencia que genera el arte y la cultura dentro del crecimiento de nuestra sociedad. Para nosotros volver a estar en esta posición de finalistas es bien interesante porque todavía me acuerdo de que, en el 2013, recién arrancábamos, sometimos al Premio Tina Hills, no sabíamos bien lo que era y con el tiempo nos dimos cuenta de que era algo serio. Que ahora nos llegue la llamada de que ‘nuevamente están de finalistas’, nosotros hablamos mucho del por qué y el para qué hacemos las cosas. En realidad, nunca lo hacemos para que alguien nos reconozca, lo hacemos porque esa es nuestra filosofía, visión y misión; que llegue este tipo de aliciente es demostrar que venimos bien”, Maximiliano Rivas. Fotos y vídeo / Javier del Valle
La organización combate la violencia de género en sus diversas manifestaciones fortaleciendo a sus participantes que logran la anhelada independencia. Conoce la labor de esta finalista al Premio Tina Hills 2024. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Lenna Marielys Ramírez Cintrón, directora ejecutiva de Casa Julia recuerda que la organización es mucho más que un albergue y repasa su historia como entidad pionera en la región. Acompañada por dos adolescentes, Gloryvette Santiago González llega a la Casa Protegida Julia de Burgos repartiendo besos y abrazos. Nada parece indicar que cuatro años antes, su llegada a la sede ocurrió en circunstancias muy distintas. “Entré un agosto 15 de 2020, fue una fecha muy importante donde ese día logré mi libertad, logré mi independencia, logré mi paz. Llegué con mis hijos que en ese momento tenían siete y ocho años. Regresar hoy es alegría para mí, yo tuve un despertar, me conocí, vi mi valentía, vi mi fuerza, algo que no conocía”, dijo Santiago nostálgica acerca de los tres meses que vivió en el albergue. Recuerda que dejó “mi hogar, mis muebles, solamente llegué a Casa Julia con mis documentos personales y como cinco bolsitas de ropa nada más”. “Llegué vacía, pero me di cuenta que gané más perdiendo, gané salud para mis hijos, para mi, paz, tranquilidad y libertad”. En Casa Julia recibió servicios de trabajo social y sicológicos, y pasó al programa de vivienda transitoria del que se benefició por dos años. “Es un equipo muy profesional que me ayudó muchísimo en mi proceso. Yo llegué aquí desempleada, no tenía ningún tipo de sustento. Cuando me pasaron a vivienda transitoria, ahí comencé a recibir los servicios de las coordinadoras de cuidado de Casa Protegida Julia de Burgos donde ellas se hacían cargo de mis niños y yo pude lograr salir a buscar mi empleo, en el que hasta el sol de hoy llevo 3 años, continúo trabajando y he logrado independizarme. Yo me veo como una triunfadora victoriosa, logré echar hacia adelante a mis hijos y a mi misma”, relata satisfecha. "Casa Julia ha sabido evolucionar, ha sabido transformar sus proyectos para ser efectivos en atender las necesidades de las sobrevivientes, según se han ido transformando, y hemos logrado evolucionar... Casa Julia es muchas cosas, pero Casa Julia es poder, es libertad y esperanza". Lenna Marielys Ramírez Cintrón, directora ejecutiva de Casa Julia En las distintas instancias de su sanación conoció otras participantes con “un pasado difícil”, con las que compartía historias y desahogos. “Yo estoy bien agradecida por haber conocido a esas participantes que me ayudaron a aprender también. Si no hubiese venido a Casa Julia, no estuviera aquí; logró salvar la vida de mis hijos y la mía, y logró eso tan grande, ese deseo de despertar que yo tuve, de conocerme a mí misma, que puedo valerme por mí misma sin ningún tipo de maltrato. Yo vivo bien agradecida de Casa Julia, me acompañaron durante todo mi proceso y sé que continúa haciendo la misma labor de siempre. Es un equipo excelente, muy bueno”. Tras insistir en que “sí se puede” recomenzar porque “si yo pude, ellas pueden”, Santiago afirma que si en el 2020 hubiera visto cómo es su vida hoy se diría: “Lo lograste, bien hecho, eres una campeona”. UNA HISTORIA QUE TRASCIENDE Gloryvette Santiago González, exparticipante de Casa Julia, asegura que el haber llegado a la organización junto a sus hijos en el 2020 le permitió cambiar su vida positivamente y alcanzar la independencia económica e individual que tanto necesitaba. Si eres de los que piensa que la Casa Protegida Julia de Burgos es solamente un albergue para mujeres víctimas de violencia doméstica, debes leer esta historia. Su directora ejecutiva, Lenna Marielys Ramírez Cintrón asegura que “somos mucho más”. “Somos el primer albergue de Puerto Rico y el Caribe, brindamos esa seguridad, pero también entendemos la complejidad de la violencia, de las personas que llegan a nuestros espacios y cómo podemos maximizar ese potencial para que accedan a derechos fundamentales, pero también que logren esa autonomía y esa gestión que necesitan para empoderarse y vivir libres de violencia”, señala Ramírez, psicóloga con experiencia previa en la organización. La directora explica que el programa de albergue es uno de varios en Casa Julia y se enfoca “en ese momento de atender la emergencia y salvar vidas”. “Luego tenemos otros proyectos en los que seguimos fortaleciendo y desarrollando al máximo potencial la vida de las personas para que puedan salir de los ciclos de violencia. Una vez ellas salen de sus procesos están seguras, tienen la opción de pasar a nuestros programas de vivienda donde están acompañadas, siguen tomando talleres y hay un plan de servicio enfocado en sus necesidades y en sus intereses para que logren esa autogestión y esa autodeterminación”, explica la directora. El acompañamiento incluye además el programa de cuido de niños para que las participantes puedan aprovechar sus jornadas de trabajo o estudio, del que habló Santiago en su testimonio. Los especialistas de Casa Julia utilizan la oportunidad porque “sanamos la violencia en la familia en la niñez”. Si bien hace unos años llegó con mucho temor y viviendo uno de los peores momentos de su vida, Gloryvette Santiago González, hoy regresa a la sede de Casa Julia acompañada de sus hijos y con la alegría de saber que logró cambiar su vida. La organización mantiene sus programas no residenciales tanto en el área sur como en el oeste del país con los que se enfocan en la seguridad y en “llenar esos vacíos de servicios” que puedan detener el ciclo de violencia. “Creo que el acompañamiento aquí es la clave para lograr esas transformaciones que es lo que buscamos y que no regresen a los ciclos de violencia. Los programas residenciales tienen un acompañamiento que va desde antes de salir de las relaciones de violencia hasta que logran cumplir todas sus metas”, indica Ramírez. El año pasado, Casa Julia impactó a 504 personas entre participantes y sus hijos, y a más de 6 mil personas a través de distintas estrategias de educación y prevención en la comunidad. “Casa Julia es un espacio seguro, pero también es una bandera de esperanza para el país y un ente de acción que junta a muchas personas, a muchos sectores para lograr esa equidad de género y transformar esa violencia en esperanza, en alegría y en vida plena que es lo que merecemos todas las personas”, señala Ramírez. MUCHO MÁS QUE VIOLENCIA Cuando una víctima toca la puerta de Casa Julia en busca de ayuda, la organización atiende todas las ramificaciones que provocan la situación que vive. Marelsy Nieves utilizó los servicios ambulatorios de la organización en el 2015. “Llegué con una situación de violencia doméstica. El programa RAMA de Carolina me invitó a Casa Julia, me dijo que tenían programas de ayuda, con vivienda. Yo en ese momento me había quedado sin trabajo; justo el problema de violencia doméstica y me quedé sin trabajo, tremenda combinación. Mi nene tenía nueve años en ese momento y los dos mayores ya estaban en la universidad. Fue una situación bien difícil, no podía pagar la renta, los grandes estaban en universidad, el chiquito en la escuela, ahí entré al programa”, recuerda la sobreviviente. Marelsy Nieves utilizó los servicios ambulatorios de la organización en el 2015 y al día de hoy vive agradecida por el apoyo que le dieron para alcanzar su independencia económica y encaminar su vida hacia un futuro mejor. Nieves indica que, aunque tenía una orden de protección, su vida no corría riesgo por lo que no vivió en el albergue. “Fui directo a rapid housing, yo estaba en peligro de perder mi vivienda, vivía alquilada, no tenía ayuda del gobierno, yo era una empleada normal. Trabajaba en una compañía que les daba servicios a distintas escuelas. Del 1 al 10 mi nivel de desesperación estaba en 15”, explica Nieves su situación de entonces. Además del apoyo con vivienda, resultó clave en su estabilización el respaldo sicológico, el trabajo con su autoestima, “la ayuda de la sicóloga fue excelente, primordial, la continúo amando”. “El apoyo que me daban todo el tiempo, si tenía una duda, pregunta, un susto, un miedo, yo llamaba y ellas me contestaban a la hora que fuera. El que no sabe contestarte una cosa, te la contesta la otra. Lo que es la sicóloga, la coordinadora, la trabajadora social, el sicólogo de niños, son profesionales que tienen todas las contestaciones para las preguntas que uno tiene. De mi capacidad dudé, pero de los profesionales, nunca”, asegura Nieves. Mantiene amistad con participantes con las que coincidió en Casa Julia que han salido adelante, juntas aprendieron a defenderse y a apoyarse, “porque esto es algo de todos los días, no se queda aquí, te lo llevas y es para siempre”. Nieves recibió respaldo para desarrollarse como empresaria de productos de belleza, confiesa que es un “emprendimiento que siempre tuve en mi corazón”. “Quería ayudar a las mujeres en su autoestima, en el cuidado de la piel y aquí me lo dieron todo. Casa Julia me ayudó a que yo pudiera viajar a Texas para adiestrarme. Casa Julia me ayudó a comprarme el stock para yo comenzar. Casa Julia me compró lo que necesitaba para mercadear el producto. De ahí yo seguí y aún continúo, es lo que hago. Soy emprendedora, mi propia jefa, girl boss. Me siento feliz, realizada, muchas bendiciones desde aquí”, explica. Entre risas acepta que “ya me desteté” de Casa Julia, “pero al principio fue bien difícil”. “La despedida fue espectacular y con mi hijo olvídate, esos campamentos de verano, esas giras, en el colegio, uniformes, libros. (Les decía antes de partir) ‘ustedes tienen que pensar eso bien, yo creo que todavía necesito support’, pero me dejaron muy buenas amistades, muy buenos recuerdos y muy buen trabajo”, resume Nieves su experiencia en un lugar donde se sintió “demasiado segura”. La directora de Casa Julia puntualiza que la organización persigue empoderar a la sobreviviente que logra abandonar el ciclo de violencia. “Que ella pueda reconocer todo el potencial que existe y de esa manera es que logramos que esa vida se transforme porque atendemos la salud física, atendemos la salud mental, atendemos las oportunidades de desarrollo económico, atendemos todo lo que sea necesario para que se logren realmente esas metas de empoderamiento, de autogestión y de libertad”, indica Ramírez. Para que la transformación perdure, la líder identifica el acompañamiento del que suelen carecer las participantes cuando llegan a la sede como elemento vital en el proceso de cambio, especialmente “al navegar el acceso a servicios porque a veces son revictimizadas”. Ramírez señala que “somos esa barrera para defenderlas y para que ellas también vean que hay poder dentro de ellas”, dado que llegará un momento en que partirán de la organización. “Ese poder mirarlas como un todo, y también ver las condiciones de afuera que afecten su proceso, que les limitan en las oportunidades de realmente salir y también de lograr esa movilidad social, lo que queremos es que ellas logren un día seguir su camino, seguir su ruta como diría Julia de Burgos, y que no necesiten más de estos espacios”, comparte Ramírez su aspiración. CUANDO SE ES FEMINISTA… Como todas las organizaciones sin fines de lucro, Casa Julia continúa luchando con el reto de la sostenibilidad y el mantenimiento y fortalecimiento de sus servicios y de su sede. Garantizar la estabilidad económica en el cambiante Puerto Rico de estos años ha sido una tarea ardua para Casa Julia, una organización que se define como “feminista”, que no sólo ofrece servicios, sino que además “somos defensoras de los derechos de las mujeres, asumimos posturas en defensa de los derechos de la mujer”. “Eso tiene unos retos, además de reconocer que vivimos en un país en el que sus estructuras son machistas pues también tiene unas limitaciones. En estos 45 años la sostenibilidad económica ha sido un reto, reconociendo también todo ese componente de apoyo no solamente de profesionales sino también el apoyo económico que le damos a nuestras participantes para que logren también salir y mantenerse firmes fuera del ciclo de violencia. Sin embargo, Casa Julia ha sabido evolucionar, ha sabido transformar sus proyectos para ser efectivos en atender las necesidades de las sobrevivientes, según se han ido transformando, y hemos logrado evolucionar”. Ramírez alude a los ocho programas de servicio que mantienen activos, a la reapertura durante la pandemia por COVID-19 del albergue en la zona sur luego de ocho años cerrado, entre otros logros. “Hemos podido, a través del trabajo que hemos hecho, visibilizar la magia que sucede aquí dentro, conseguir alianzas que nos han permitido expandir servicios y llegar donde realmente hacen falta”. La lista de pendientes para el 2025 es extensa. Sus estrategias de comunicación han permitido que más sobrevivientes “sepan cómo acceder a nuestros servicios, que más gente se una para erradicar la violencia de género”. Han diseñado nuevas iniciativas “que nos emocionan muchísimo”. “Tenemos un proyecto para expandir los servicios de sicológicos de la niñez a través de todos nuestros programas, todos los años tienen su campamento de verano y además van a tener yoga sensible al trauma y arte terapia enfocada en poder sanar y romper esos ciclos para que no se continúen perpetuando. Tenemos un proyecto que se llama En ruta a mi libertad financiera, que vamos a comenzar pronto, son talleres financieros para nuestras participantes y estamos trabajando un proyecto con una organización de Estados Unidos para dar cursos de cosmetología aquí en el centro para las participantes que ese sea su deseo puedan emprender a través de la cosmetología. Este próximo año estaremos haciendo muchas actividades con nuestras participantes que nos emocionan y seguimos con la meta de seguir a donde nuestros servicios no han podido llegar, de seguir expandiéndonos”, propone. Para ello han diversificado sus fuentes de fondos, en busca de depender menos de donativos estatales. Siguen identificando distintas tácticas de recaudación de fondos y “estamos buscando estrategias para, a través de nuestros servicios, lograr estabilidad”. “Tenemos diferentes proyectos en ruta para poder llevar lo que ya hacemos a través de talleres, de educación con respecto a género, de cómo prevenir la violencia de género, estamos buscando esa manera de que nuestros servicios nos apoyen a esa sostenibilidad de la organización”. Ramírez destaca que las participantes llegan a Casa Julia en el que seguramente es “el peor momento de sus vidas” y poder “ver esa transformación, ese agradecimiento y cariño cuando se van” les resulta especial. “Realmente somos una organización que creamos comunidad y que sanamos en comunidad. Y ver cómo no solamente con nuestro personal, sino cuando salen a vivienda crean una comunidad de apoyo y eso es lo que las sostiene, estar juntas, el creer en nosotras y como ellas mismas decían ‘cuando ellas mismas no creen en ellas es importante que haya alguien que sí crea en ellas’. Eso es Casa Julia y ése es el poder de la comunidad de mujeres que sanan entre todas. Para mí es muy emocionante ver la alegría otra vez porque los agresores lo que nos quitan es esa sonrisa. Es muy gratificante ver a las participantes que vuelven a este espacio donde hay tanto dolor cuando llegan y ver que ese dolor se ha transformado en alegría, en sonrisas y en comunidad, es algo que no tiene un valor que le podamos dar”, afirma. El futuro promete. Algunas participantes integran la junta directiva de la organización, son socias aliadas de la Casa que llevan donativos o talleres para quienes hoy ocupan su lugar. “Casa Julia es muchas cosas, pero Casa Julia es poder, es libertad y esperanza”, culmina Ramírez. SER FINALISTA DEL PTH 2024 “Es una alegría muy grande porque somos un equipo que lo damos todo, reconocer sobre todo esos 45 años que cumplimos como organización que hemos crecido, que hemos evolucionado y que seguimos dando la lucha contra la violencia de genero yo creo que es momento de reconocer a todas esas mujeres valientes que fundaron la Casa y que han sostenido estos espacios seguros”. Fotos y vídeo / Javier del Valle
La organización cuenta con una compañía profesional de danza contemporánea y utiliza el baile como herramienta cultural y social en su programa Danza con Andanza. Conoce la labor de esta finalista al Premio Tina Hills 2024. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé El exbailarín de la compañía y profesor Eloy Ortiz imparte una clase en una escuela pública en Loíza como parte de la oferta educativa y cultural de Andanza. Los estudiantes de la Escuela Elemental Jobos, en Loíza, están a la expectativa de que comience el momento que una vez a la semana cambia su rutina escolar: la clase de baile con el profesor Eloy Ortiz, exbailarín y coordinador del proyecto “Danza con Andanza”, de la compañía de danza contemporánea, Andanza. “Como proyecto de danza tenemos un currículo, hay unas guías que se han preparado y las vamos revisando según van cambiando los asuntos. No todas las comunidades son iguales, no todos los alumnos tienen las mismas necesidades, pero nosotros tenemos unas guías establecidas donde se cubren ciertos temas desde diferentes técnicas de danza y también trabajamos la integración de currículos con las matemáticas u otros temas que sean necesarios reforzar. También trabajamos muchos temas de autoestima, trabajo en equipo y todos estos elementos que se necesitan para desarrollarnos mejor como persona”, dice Ortiz, quien hace 20 años comenzó como bailarín en Andanza. “Yo lo veo como una especie de respiro o aliento porque todo el mundo como que se vuelve alegre, los maestros se integran a las dinámicas, es una especie de pausa, de romper un poco las rutinas y traer unas dinámicas que resultan positivas y saludables. Cada vez que uno llega a la escuela los niños están súper contentos, no todos los días son iguales y uno no tiene la misma energía, pero por el simple hecho de pensar que venimos a la comunidad a trabajar con los niños y el amor que uno recibe, le cambia mentalidad, es una contaminación positiva”, asegura Ortiz. Reconoce que el programa Danza con Andanza “es sumamente importante para Andanza como institución y para mí”. “A través de todos estos años he visto el resultado que trae la contribución positiva en los niños. Yo fui un joven igual que ellos que de alguna manera u otra recibió ciertas herramientas y hoy día puedo pasar el legado a otros estudiantes; eso uno espera, tener una sociedad en la que nos vayamos ayudando unos a otros”, opina el profesor de baile. Desde sus comienzos en el 1998, Andanza cuenta con tres componentes principales desde los que opera: la compañía profesional de danza contemporánea, la escuela de baile y sus iniciativas comunitarias. “Son tres componentes que se complementan y que para nosotros son inseparables”, explica Lolita Villanúa, cofundadora de Andanza junto a María Teresa Robles, y enumera sus contribuciones. “La creación artística, aportar con coreografías, con partituras originales al patrimonio cultural de Puerto Rico, ese es el valor del arte en sí mismo. El trabajo de la escuela (Escuela Andanza) que Maritere dirige desde el principio, forma desde niños hasta gente bien mayor, de todas las edades, tamaños, extractos sociales, todas las personalidades. El tercer componente, que es el social, el programa “Danza con Andanza”, que ha ido evolucionando a través de los años, siempre estuvo presente porque nosotras también fuimos criadas con esa conciencia social y tenemos ese compromiso con el país, no veo cómo podrían estar separados. Ha ido creciendo, si al principio teníamos un grupo de becados en nuestra escuela, hoy día visitamos siete escuelas, más de 700 niños aprenden baile todas las semanas”, declara Villanúa. En San Juan, “Danza con Andanza” está activo en la Escuela Elemental Montessori Luis Llorens Torres, la Escuela Fray Bartolomé de las Casas, del residencial con igual nombre, la Escuela Manuel Elzaburu en Cantera y el Colegio San Gabriel de Niños Sordos. En Guaynabo, la Escuela Urbana; en Dorado, la Escuela Ecológica; y en Loíza, la Escuela Elemental Jobos. La iniciativa comenzó con visitas a las comunidades para ofrecer clases de baile y becas a talentos especiales que podían educarse en la sede de Andanza en Santurce. Luego optaron por desplazarse a los planteles escolares. Lolita Villanúa y María Teresa Robles, cofundadoras de Andanza, reflexionan acerca de los esfuerzos realizados para lograr mantener en pie la compañía durante más de 25 años. “Decidimos salir para que los estudiantes tuvieran danza accesible en sus centros desde el 2002. Comenzamos el proyecto “Andanza en la comunidad” y era parte de (Programa de) Comunidades Especiales. Comenzamos comunicándonos con líderes comunitarios para ir semanalmente a sus centros culturales, escuelas, a la marquesina de la casa de la líder comunitaria, a canchas de la comunidad”, señala Robles. Al integrarse a las escuelas, aprovecharon que “teníamos ahí cautivos a todos los estudiantes en un horario específico, y de esa manera podíamos impactar a una hora, mayor cantidad de estudiantes”, indica Robles. Las fundadoras de Andanza aspiran a redondear la formación general y la sensibilidad de los alumnos. “El objetivo básico es la exposición al arte de la danza y en general, adquieren un conocimiento musical increíble. Muchas escuelas ni tienen programa de educación física, así que no mueven el cuerpo de ninguna manera en su recreo, venimos a llenar ese espacio. El arte tiene beneficios físicos y emocionales increíbles, están haciendo ejercicio, desarrollo de coordinación motora, desarrollando su equilibrio, mejorando su postura, controlando su peso porque están haciendo ejercicios, la memoria también. La danza es una herramienta de expresión del manejo de emociones, nosotros hacemos dinámicas en las que ellos improvisan sobre distintos temas, por ejemplo, después de María era esa frustración, tristeza, incertidumbre por medio del movimiento”, explica Robles. La posibilidad de desarrollar el pensamiento crítico es otro legado notable, a juicio de Villanúa. “En las artes contemporáneas, que tienen tantas posibilidades de interpretación, nada está mal. (Les decimos) ‘no hay respuesta fija solo digan su interpretación, pero defiéndanla’; aprendes a pensar y a defender tus posturas con argumentos sólidos. Si vas a ver una obra de baile, hay mil formas de interpretar lo que estás viendo y el pensamiento crítico y desarrollo de la creatividad son dos aspectos esenciales en la sociedad. Ser creativos, capaces de inventar soluciones, de resolver, aprendes a respetar tu espacio, a escuchar al otro cuando se va a mover y a trabajar en equipo”, indica Villanúa que además es directora ejecutiva y artística de Andanza. CRECER A BUEN RITMO “Yo fui un joven igual que ellos que de alguna manera u otra recibió ciertas herramientas y hoy día puedo pasar el legado a otros estudiantes; eso uno espera, tener una sociedad en la que nos vayamos ayudando unos a otros”. Eloy Ortiz, profesor de Andanza Andanza se fundó en el 1998, aunque comenzó a operar en el 1999. Con el paso del tiempo, han realizado diversos ajustes administrativos no sólo para asegurar la permanencia del proyecto, sino también para abonar a su crecimiento. “Ha sido un proceso de aprendizaje para todos desde el principio, yo no sabía lo que era incorporar una compañía sin fines de lucro, o con fines, desde cero. Son 25 años de práctica, fuimos haciéndolo todo, desde lo más básico hasta las exenciones contributivas y todo lo que envuelve tener una empresa. Siempre lo vemos así porque, como parte de nuestra misión, queríamos aportar a la profesionalización del bailarín; ese es un gran reto, poder tener un bailarín en nómina, unos empleados en nómina, somos un equipo de 30 personas, la mitad está en nómina y reciben descuento de Seguro Social, beneficios marginales”, sostiene Villanúa, quien bailó con Andanza hasta el 2007. Ella recuerda que, en principio, “los bailarines no sabían lo que era el Seguro Social”. “Creamos esa conciencia de tu salario, de lo que es una quincena, eso es sumamente difícil para cualquier empresa cultural por la parte económica, porque sabemos que es una búsqueda de fondos constante. En Andanza no hay fondos especiales ni recurrentes, esto ha sido todos los años propuesta tras propuesta, además de lo que generamos por cuenta propia en nuestra escuela, en nuestros espectáculos y contrataciones. Es un orgullo, durante 25 años, haber podido mantener todo este equipo asalariado y a la vez ha sido bien retante y bien difícil, exige un nivel de compromiso y de trabajo indescriptible, pero que, gracias a que uno puede tener ese equipo, la labor se multiplica. Si tienes un equipo de bailarines trabajando de lunes a viernes, se desplazan a comunidades, puedes hacer muchísimas más cosas”, añade Villanúa. Incentivar el desarrollo económico del ecosistema artístico que integran ha posibilitado que los artistas vivan en mejores condiciones. “Nosotros aportamos a que esos bailarines, músicos, diseñadores, tengan unos honorarios que merecen y dignos del trabajo que hacen. En todos estos años, hemos tenido que organizarnos y seguir para adelante. Siempre para una empresa cultural va a ser uno de los mayores retos por como están constituidas las políticas culturales del país, no hay unas subvenciones fijas para muchas de las empresas culturales, para el trabajo que hacemos diariamente y que complementamos la responsabilidad que le corresponde al gobierno. Hemos ido creciendo, al principio éramos la compañía y los bailarines, eran los maestros, ya somos 30 personas, todo el tiempo hay que buscar formas de seguir adelante”, puntualiza Villanúa. Y Robles, quien bailó con Andanza hasta el 2008, resalta que “con todos los proyectos que tenemos, todavía necesitaríamos más personas”, ya que el equipo trabaja propuestas para solicitar fondos federales, diseña el componente programático de la organización y brinda apoyo a la compañía para que pueda crear. La joven Adriana Morales López, de 21 años, ingresó a la compañía en el 2022 como bailarina profesional luego de haberse formado dentro de los programas comunitarios de la organización. “Hacemos la labor de mucha gente, pero hemos podido llegar hasta aquí, 25 años después, y poder mantenernos como una compañía cultural y dancística y con la misma visión desde un principio de que Andanza sea un taller, una fuente de trabajo para bailarines, maestros, coreógrafos, y ese trabajo se refleja en la labor social”, asegura Robles. Desde el primer día confirmaron que vale la pena la labor artística y educativa que realizan. Además de las clases semanales, los estudiantes visitan el teatro para disfrutar de una presentación de la compañía profesional Andanza y luego, a final de año, les corresponde a ellos demostrar su talento en su espectáculo. “Se vuelven protagonistas, ese objetivo final es bien emocionante y para nosotros también. Ellos ven a sus maestros en escena y a otros bailarines, y el momento de subir al escenario en Bellas Artes (Santurce) y hacer su baile es el momento de gloria”, describe Villanúa. Las fundadoras declaran con orgullo que los maestros de los grupos que reciben talleres de Andanza reportan disminución de incidentes violentos y mejora en la concentración, lo que se traduce en mejores resultados en exámenes, entre otros beneficios. “Hay mucha información de maestros y niños que dices ‘vale la pena estar aquí todas las semanas’. Queremos ampliar los programas, hay listas de espera porque muchas escuelas que ya saben del éxito de “Danza con Andanza nos contactan y los tenemos pendientes, cuando tenemos otros maestros, los incluimos. Una meta permanente es replicar en diferentes lugares este programa, también ampliar el número de becas”, propone Villanúa CUANDO ERES PROFESIONAL Estudiantes de la Escuela Elemental Jobos de Loíza junto al profesor y coordinador del programa Danza con Andanza. La Escuela de Andanza ha becado alrededor de 200 estudiantes y algunos provienen de sus programas comunitarios. “Hemos visto el progreso, se han formado en la escuela con becas, han pasado al Taller Juvenil y han pasado a la compañía, como es el caso de Adriana Morales que tiene su trabajo con su salario, Carlos Sánchez o Miriam López. Ese proceso de formación, si vas a continuar, si quieres ser bailarín, tienes esa esperanza de entrar a una compañía profesional y que se vea que es una carrera posible. Si no quieres dedicarte a eso, siempre te van a quedar todas esas destrezas físicas y emocionales. Hay muchas carreras con las que nuestros niños y adolescentes pueden soñar”, dice Villanúa aludiendo al rol de coreógrafo, maestro, productor, gestor cultural, diseñador de escenografía o vestuario. Adriana Morales López tiene 21 años y en el 2022 dejó de ser estudiante al ingresar a la compañía profesional Andanza. “Yo empecé en Andanza a los cinco años”, recuerda la riopedrense, “desde chiquita me encantaba bailar”. “A mi madre le encantaba que yo bailara, me apuntó en clases en Andanza y poco a poco le fui cogiendo el ritmo a las clases. Después le cogí un amor al ballet, a los personajes, a las clases. Tenía dudas de mí, de pensar que no lo estaba haciendo bien, pero siempre venían las personas y me decían que tenía talento, que bailaba bonito, que tenía una calidad de movimiento y eso me ayudó mucho a seguir encontrándome y ahí fui viendo que sí tenía talento”, relata Morales. Cuando ya bailaba en niveles intermedio “tuve el privilegio de recibir una beca y fue un momento bien bonito, fue una ayuda que no mucha gente puede recibir”. Morales floreció como bailarina cuando llegó a nivel avanzado. “Fui cogiendo más clases como danza contemporánea, y ahí fui viendo que me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el baile. En ese momento decidí que yo quería hacer del baile mi profesión y hasta el sol de hoy lo sigue siendo”, asegura. La bailarina ingresó a la compañía Andanza en el 2022, justo después de graduarse de la universidad, donde estudió Cosmetología. Bailarines de la compañía durante la ejecución de una de sus piezas. Para el grupo de artistas la creación de obra original, el aporte al patrimonio de la danza en el país y el componente documental de su labor son elementos cruciales en su labor. “Para mí entrar a la compañía fue un sueño que lo veía un poco lejos, que llegó más cerca de lo que pensaba; estoy viviendo un sueño. Para mi Andanza es como mi segunda casa, mi segundo hogar y de aquí me llevo personas que son muy especiales para mí y me han ayudado mucho en mi crecimiento y aprendizaje”, confiesa Morales. A juicio de Robles, la historia de Adriana retrata la meta de Andanza de servir de “taller para muchos artistas”. “La escuela ofrece la oportunidad a bailarines de desarrollarse profesionalmente, algunos se van por la línea del ballet clásico, de la danza contemporánea, ofrecemos la oportunidad, las experiencias, los campamentos, incentivamos que vayan a intensivos de verano fuera de Puerto Rico. Tratamos de sembrar la semillita, si quieres desarrollarte en las artes te vamos a acompañar en ese proceso. Si no es como bailarín tienes herramientas y conocimientos que te sirven en otras esferas”, puntualiza Robles. Entre otras metas, Andanza labora en un proyecto de documentación digital para que el acervo artístico de la compañía de danza contemporánea -especialmente el surgido durante la pandemia por COVID-19- quede accesible al público. “Es parte de nuestra misión también que toda esa labor no se quede en una gaveta si no que la puedan conocer más personas. Ya tenemos un libro y trabajamos en otros. En todos los ámbitos hay muchas cosas que queremos hacer”, advierte Villanúa. Están listos para seguir ejecutando metas, se tienen y se sostienen. “Somos Andanza y somos como una familia”, resume la bailarina Morales. SER FINALISTA DEL PTH 2024 “Es un reconocimiento increíble porque uno que admira tanto a otras organizaciones que han sido finalistas o ganadores, uno admira esa labor que es tan necesaria para el país y entonces sabiendo que nuestro programa es pertinente e importante y bien valioso para nosotros y para quienes lo conocen, nos enorgullece mucho”, María Teresa Robles. “Es particularmente significativo para nosotros como empresa cultural porque a los ojos de la mayor parte de la población, quizás siempre va a haber otras necesidades y otros asuntos más importantes que las artes y son asuntos vitales, de sobrevivencia, la comida, la casa, la educación, son esenciales y deberían ya estar garantizados en una sociedad. En Puerto Rico sabemos que la pobreza predomina y ante esas necesidades básicas no resueltas las artes podrían parecer un lujo, algo no tan esencial y, sin embargo, las artes son fundamentales para un país, para toda persona: alimentan el espíritu, son la foto del país, el reflejo crítico de una sociedad y exponen a la población, a los niños y a los jóvenes, a tantas experiencias, a tantas transformaciones para toda la vida y que un premio como el Premio Tina Hills reconozca eso y que no haya que convencerlos, que es evidente que el arte y la cultura son un pilar en cualquier país, nos enorgullece”, Lolita Villanúa. Fotos y video: Javier del Valle.